Por Martín F. Mendoza/
Mientras Brewer continúa invirtiendo dinero, tiempo y energías para hacerle la vida de cuadritos a los inmigrantes, entre los que nos contamos muchos sonorenses, en Sonora “ya ni en el mundo nos hacen”.
Pocas escenificaciones políticas resultan tan grotescas, tan indignas como la que nos muestra a Guillermo Padres Elías, cabeza del peor gobierno en la historia de Sonora, departiendo alegremente con la nefasta Jan Brewer, gobernadora de Arizona y hasta hoy día principal impulsora de los abusos y las persecuciones de su estado contra el inmigrante indocumentado. Revuelven el estomago en verdad las crónicas sobre la última reunión Sonora–Arizona.
Que quede claro, nadie rebate que la relación y el trato oficial entre Sonora y Arizona tienen que continuar y que los esfuerzos ―por lo demás sumamente relativos en su efectividad― para incrementar el comercio y los negocios entre ambos estados son asuntos que no se pueden dejar botados, desatendidos. Pero el hecho de que la inédita situación que Jan Brewer echó a andar en Arizona contra el inmigrante, entre los que se incluyen por supuesto mexicanos y bastantes sonorenses, y la “enorme” irritación que esta generó en un principio a Sonora, sean hoy día simplemente temas olvidados, tratados como si jamás hubieran existido, es algo insultante.
Hubiera hecho falta un poquito de talento político, así como algo de vergüenza, ambas especies muy escasas en el “Nuevo Sonora”, para poder atender los asuntos oficiales, promover económicamente al estado, y al mismo tiempo sostener una actitud digna y de señalamiento de que “se juega bajo protesta” con Arizona, como dijéramos en el argot beisbolero.
No creemos que el gobierno de México en el nivel federal tenga que estar contaminando más el durísimo debate a favor de una reforma migratoria, pues esto sería francamente contraproducente. Sin embargo, sí esperaríamos de este una actitud fuerte, inequívoca cuando se tratase de señalar abusos y excesos contra el inmigrante, sobre todo cuando estos tengan un origen “legal” tan dudoso y disputado como por ejemplo la SB1070. La misma actitud, en consecuencia, tendría que haberse esperado de los otros niveles de gobierno, sobre todo en el caso de Sonora, cuya relación con Arizona ha sido tradicionalmente buena, de cooperación, por encima de cualquier problema y no como lo que se ha visto en los últimos años, en donde el vecino al norte sencillamente se llevó “entre las patas” al que es tal vez, el sector más desprotegido del tejido social en Estados Unidos: el inmigrante indocumentado. Y todo sin ninguna necesidad más que la propia ganancia política personal de doña Jan, para lo cual no ha reparado tampoco en insultar genéricamente ―por cierto― a los gobernantes mexicanos cada vez que le ha venido en gana. Entre estos no vemos porque no se habrían de incluir los mismos personajes que hoy le entregan su amor político a la gobernadora.
¿Es por esto último que hablamos de “dignidad”? No. Los gobernantes están lo suficientemente grandecitos como para defenderse cuando ellos lo consideren necesario, o para ―con su silencio― validar los insultos y señalamientos provenientes de donde sea. La dignidad tendría que estar en el asumirse como verdaderos representantes de las sociedades a las cuales gobiernan ―o desgobiernan, tal vez tendríamos que decir― y entender que están para velar por los legítimos intereses de todas ellas en su conjunto, comenzando por sus miembros más desvalidos. Las agresiones y los abusos contra los mexicanos y especialmente los sonorenses ―así sean fuera del territorio estatal― tendrían que ser tomadas como agresiones y abusos contra Sonora entera. El no hacerlo muestra, luego entonces, una enorme falta de dignidad, y en realidad una ínfima comprensión de la figura del gobernante. El hecho de que a este y a sus cortes de políticos, altos burócratas y empresarios favorecidos, no les llegue “la quemazón” no significa que no haya sonorenses sumidos en el sufrimiento y en la desesperanza y encima de todo olvidados por aquellos que los tendrían que tener más presentes. Pero qué bien se ve que a estos panistas descamisados ―parafraseando a Carlos Fuentes― no les alcanzó ni para el discurso y la engañifa del PRI. Ni siquiera a eso llegan.
Mientras Brewer continúa invirtiendo dinero, tiempo y energías para hacerle la vida de cuadritos a los inmigrantes, entre los que nos contamos muchos sonorenses, en Sonora “ya ni en el mundo nos hacen”.
¿Para qué reñir, verdad?
Sea negando licencias de conducir a los jóvenes favorecidos por el gobierno federal con la “acción diferida”, sea al continuar litigando en cortes a favor de la infame SB1070, sea obligando a ciudades y condados a perseguir con sus propias policías al inmigrante indocumentado, sea negando colegiaturas universitarias accesibles (como residentes del estado) a jóvenes que han hecho toda su educación en Arizona y cuyos padres han pagado desde hace mucho impuestos en el estado, sea insultando a México y a sus gobernantes cada vez que a su vacía cabecita le venga en gana, Jan Brewer continúa riñendo. Continúa riñendo no solo con el inmigrante indocumentado, lo sigue haciendo con Sonora entera. Para comprender cómo y por qué esto es una verdad, habría que comprender primero en qué consiste el que un gobierno tenga dignidad.
El colmo: educación
Y como cereza en el pastel, la prensa sonorense da cuenta de la “enorme cooperación” entre las dependencias encargadas de la educación pública tanto en Sonora como en Arizona. Ironía mayor ya que uno de los principales afectados por la estúpida política migratoria estadounidense, en realidad potenciada al máximo por la persecución activa del gobierno de Arizona, es precisamente el niño y adolescente deportado a México. Niños que en muchos casos ni siquiera acaban de dominar el español y que son arrancados inhumanamente de su medio el cual incluye sus escuelas. Tanto Tom Horne, anterior Superintendente de Educación en Arizona y hoy flamante Procurador de Justicia, como John Huppenthal, actual Superintendente, finamente atendido por el Secretario de Educación Sonorense hace unos días, son ambos republicanos que se han salido de su camino para perjudicar al estudiante inmigrante.
Si no han podido hacer mas es porque contradictoria pero providencialmente, han “pegado con pared” con la ley federal que se los ha impedido ¿Está enterado de esto el Secretario de Educación Ibarra, lo está el señor Gobernador Padrés? ¿Tampoco les importa?
No se ve cuál pueda ser la cooperación en materia educativa más importante entre Sonora y Arizona que una estimación por parte de los funcionarios de esta última, acerca de cuanto niños sonorenses más serán deportados gracias a los cuerpos policiacos locales. Seguramente Educación y Cultura en Sonora está totalmente preparada para atenderlos en todas sus necesidades. Por supuesto. Ah, y lo olvidaba: Arizona aprenderá un poco acerca de “la transformación educativa” sonorense, claro.
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