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La banalización progresiva del FAOT

El argumento de que todo es cultura es demasiado simplificador y no es suficiente para justificar un programa que el ISC impone sin otro criterio que el de convocar a multitudes

Por Imanol Caneyada

A finales de 2018, el Instituto Sonorense de Cultura, como es costumbre, anunció el programa del más tradicional de los festivales culturales de Sonora y, en los últimos años, también el más controvertido por los artistas que se han programado: el FAOT, que este año se llevará a cabo del 18 al 26 de enero.

Un año más, el Instituto Sonorense de Cultura, en la parte que tiene que ver con la música popular, le apuesta a nombres altamente comerciales, taquilleros, en aras, según ha declarado el director del ISC, Mario Welfo Álvarez Beltrán, de atraer multitudes a Álamos; una ciudad que año con año resiente cada vez más la invasión de un público que no tiene ningún interés en disfrutar de las otras manifestaciones musicales que ofrece este festival, en cuyo nombre parece llevar un estigma olvidado.

La pregunta, después de algunos años, permanece sin contestar. ¿Hacia dónde va el FAOT? ¿Hacia la consolidación del único festival en Latinoamérica dedicado al canto operístico o hacia un remedo de la Expo Ganadera?

La numeralia, para los organizadores del festival, siempre ha sido un factor muy importante. Superar la asistencia del año anterior parece una de las principales metas, sin importar el costo en los contenidos que ello implica.

El argumento que esgrimen, sin embargo, es que ciertos artistas, ciertos nombres atraen a un tipo de público que, de otra forma, no iría al FAOT; con el gancho de Ángeles Azules en su momento o Manuel Mijares, esos públicos pudieron conocer otro tipo de manifestaciones musicales, afirman los organizadores.

¿Pero esto es así?

El ISC, de momento, no ha presentado instrumentos de medición que garanticen que esta estrategia está dando resultados, una estrategia a la que este año vuelve a apostarle.

La otra cuestión es si es legítimo que el dinero público destinado a la cultura se invierta en contratar a cantantes como Shaila Durcal o Moderatto, dos de los platos fuertes del FAOT 2019. 

Música popular, música comercial

Shaila Durcal y Ricardo Montaner, de las cartas fuertes que presenta este año el FAOT.

La Plaza de Armas es el escenario más importante del FAOT donde la música popular tiene lugar. Es el que más gente atrae y en el que se han presentado músicos y cantantes que han provocado la controversia y el debate.

Este año, tres nombres sobresalen en el programa de la Plaza de Armas: Shaila Durcal, Moderatto y Ricardo Montaner.

En cuanto a la primera, el único gran mérito que tiene es que es hija de la cantante consentida de Juan Gabriel, Rocío Durcal, la española que mejor interpretaba música ranchera. Poco más se puede decir. Canta balada pop romántica sin haber sobresalido especialmente, y explota su apellido en programas de eso que se conoce como telebasura, tanto en España como en México.

Es, sobre todo, un producto fabricado por representantes, estaciones de radio y cadenas de televisión que han basado su proyección en la “payola” y en explotar el apellido materno.

Por su parte, Moderatto nació hace casi veinte años como una parodia de los grupos asociados al “glam rock”; surgió, como los propios fundadores lo confesaron en su momento, como un chiste, una broma que resultó bien y que fue creciendo comercialmente hablando, gracias en gran medida al apoyo de Televisa, experta en crear productos huecos, sin contenido. A pesar de que sus integrantes se presentan en el escenario parodiando a grupos como Kiss, su propuesta musical se basa en hacer “covers” de grandes éxitos pop, música grupera o reguetón, sin discriminar.

La tercera carta fuerte en lo que se refiere a la música popular, es el cantante venezolano (nacido en Argentina) Ricardo Montaner. Hace cuatro décadas que este cantautor explota la balada romántica, la melcocha y el lugar común del amor y el desamor. Hace algunos años que vive de reeditar sus grandes éxitos, los cuales tuvieron lugar en la década de los 90 y principios del presente siglo.

El debate por la presencia en el FAOT de cantantes que en términos generales se consideran comerciales es totalmente válido y necesario. ¿Son los escenarios de este festival los adecuados para este tipo de entretenimiento? ¿Es el objetivo del FAOT que miles de personas acudan a presenciar grupos y artistas de nulo valor cultural pero financiados con dinero público, y que tienen presencia constante en los espacios y circuitos comerciales?

El gran argumento de que todo es cultura es demasiado simplificador y no es suficiente para justificar un programa que el ISC impone sin otro criterio que el de convocar a multitudes.

Retos de organización

Mario Welfo Álvarez, director del Instituto Sonorense de Cultural anunció el cartel de la edición 35 del Festival.

En la edición del año pasado se registraron constantes fallas de organización que este año deberán subsanarse. Después de más de tres décadas de existencia, que los programas de mano no estén a tiempo, que haya cambios de último minuto en escenarios y horas y que los artistas (principalmente los sonorenses) no tengan hospedaje son errores de logística que uno pensaría que se superaron, pero que el año pasado sucedieron de manera constante.

Otro gran reto que tiene el ISC en tanto organizador del FAOT es el de reconciliar a los alamenses con el festival que se realiza en honor del alamense mayor, el doctor Alfonso Ortiz Tirado.

La desbordada invasión de visitantes, el caos y el desorden en las calles del pueblo mágico, los tumultos alcoholizados y el vandalismo han hecho que los habitantes de esa ciudad, cuando se acercan las fechas del festival, huyan los que pueden o se encierren en sus casas los que no.

El FAOT es un invitado en Álamos, ilustre si quieren, pero invitado al fin. El diálogo entre los organizadores y los pobladores de la ciudad sede debe existir, un festival cultural no puede sostenerse en la lógica de la imposición.

El palacio municipal y la ópera como gran justificación

El doctor Alfonso Ortiz Tirado nació en Álamos a finales del siglo XIX. Si bien incursionó en la ópera, sus mayores éxitos los cosechó en el terreno de la música popular. Independientemente de ello, el FAOT, con el tiempo, fue especializándose en la voz como instrumento y, en particular, en la música de ópera.

El escenario en torno al cual se construye el festival es el Palacio Municipal. Por él han pasado las consideradas por la crítica especializada mejores voces del espectro operístico, tanto mexicanas como internacionales.

Este año, al igual que el año pasado, son muy escasas las voces de este nivel que actuarán en el escenario del Palacio Municipal.

Con una trayectoria consolidada, probada en los más grandes escenarios operísticos y con una considerable cantidad de reconocimientos, la soprano mexicana María Katzarava estará el sábado 19 de enero, quien además recibirá la medalla Alfonso Ortiz Tirado.

Una potente voz que no sólo ha incursionado en la ópera, sino también en el jazz y el soul, es la de la mezzosoprano estadounidense Alexis Davis, quien estará acompañada del bajo Earl Hazzel, poseedor de registros muy poderosos y creador del concepto jazzoperetry.

El resto del programa de lo que alguna vez fueron llamadas noches de gala, potencia el talento local y mexicano, joven y prometedor, sin duda, pero aún sin consolidar.

Esta tendencia, la de disminuir la calidad en el escenario del Palacio Municipal a favor de presentar grandes nombres de la música comercial en los espacios populares va en aumento y amenaza con convertirse en una marca de la actual administración del ISC.

¿Estamos, tal vez, ante la progresiva banalización del FAOT?