La Batalla de Lepanto y el rezo del Santo Rosario

Entre el siglo XV y XVI, Europa estaba fuertemente amenazada por los turcos (musulmanes), que tenían como objetivo conquistar el mundo cristiano. El futuro de Europa se jugaba todas las fichas en un solo campo de batalla
Por Dr. Jorge Ballesteros
Vivimos en tiempos de iniquidad. Tristemente, muchos son arrastrados por esta inundación de maldad y sucumben a una ansiedad y desánimo abrumadores.
La historia nos demuestra que en las grandes batallas que se dieron en el pasado para salvar nuestra civilización contra fuerzas más grandes y poderosas, el triunfo se logró gracias al arma más poderosa que tiene la cristiandad: el rezo del Santo Rosario. Ejemplos de ello hay muchos, hoy les traeré la batalla de Lepanto por ser la más conocida.
Actualmente México se encuentra en peligro de convertirse en una dictadura comunista igual o peor que Cuba o Venezuela, López Obrador y su secta Morena, de radicales izquierdistas, asesorados por el Foro de Sao Paulo, nos empujan al precipicio de una tiranía castro-chavista de la que después será muy difícil salir.
Con una oposición débil, temerosa y dividida, un INE debilitado e infiltrado por incondicionales de la 4T, los partidos políticos ya no representan a nadie, desligados del pueblo, con políticos corruptos que sólo ven por su interés personal, la mayoría de las instituciones destruidas o controladas por este gobierno, los jefes del ejército y de la armada, maiceados por el presidente, una Guardia Nacional convertida en ejército personal del tirano; y el crimen organizado con fuerte presencia en todo del país, controlando extensas áreas del territorio nacional, al servicio de la 4T.
Millones de migrantes de origen centroamericano, haitianos, cubanos, venezolanos, muchos trabajan en la Guardia Nacional, otros con credencial para votar a favor de Morena. Grandes núcleos de población, sobre todo del sureste mexicano, maiceados por el régimen para que voten por Morena; programas del bienestar para ancianos, jóvenes ninis, a quienes se les regala dinero para que voten a favor del partido en el poder, etc.
Una población apática, ignorante, poco informada, pedigüeña, que piensa que López Obrador es lo máximo porque les regala dinero de nuestros impuestos a manos llenas, no sabiendo que se lo roba de programas prioritarios como la salud, educación, al campo, a la generación de electricidad; algunas ciudades del país, con este calor están con apagones y cortes de corriente, etc.
La gente de bien se pregunta ¿Cómo podremos salvar a México de la esclavitud comunista? ¿Cómo podremos hacer entender al resto de nuestros compatriotas que se está jugando el futuro de las próximas generaciones? ¿Que si triunfa Morena vivirán en la esclavitud comunista por lo menos los próximos 50 o 100 años? No, la gente no se ve en el espejo de Venezuela, una nación que nada en hidrocarburos y sin embargo es la más pobre y miserable de Hispanoamérica desde que se instauró el marxismo en su territorio.
López Obrador, al tomar el poder, su primer acto fue entronizar nuestra patria al demonio con una ceremonia chamánica de brujos, regada por la sangre de los miles de abortos que la izquierda ha instaurado en nuestro país; el mismo López Obrador es un aprendiz de brujo y sus cercanos colaboradores como su esposa Beatriz Müller, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Epigmenio Ibarra, Delfina Gómez, etc., también participan de estas ceremonias.
Esta batalla que se está dando en México no sólo es material sino también espiritual, ya que el comunismo que se quiere implantar en nuestro país es intrínsecamente perverso, ateo, antihumano, convierte a las personas en esclavas, les quita todo tipo de libertad, promueven el aborto, la ideología de género, la persecución de la religión, etc.
“Dame un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo”.
Entre el siglo XV y XVI, Europa estaba fuertemente amenazada por los turcos (musulmanes), que tenían como objetivo conquistar el mundo cristiano. Ya lo habían logrado con los cristianos del norte de África, mientras que Portugal y España se habían librado de ellos después de 800 largos años de lucha.
El futuro de Europa se jugaba todas las fichas en un solo campo de batalla. Un ejército, compuesto en su mayoría por españoles, con don Juan de Austria a la cabeza y bajo el amparo del Papa Pío V; se dirigían al infierno turco para salvar su continente. El Papa pidió que se rezara el Rosario. En aquella batalla se jugó mucho más que un territorio… se puso en jaque toda una cultura, una forma de ver el mundo, unos valores…
Pero una parte de Europa estaba muy débil, debido a la hambruna a causa de las malas cosechas. Y aunque había una tregua entre Venecia y el sultán Selim II por motivos de comercio, a pesar de que los musulmanes habían ya destruido un arsenal veneciano en Constantinopla, Selim rompió la tregua y exigió a Venecia que le entregara Chipre, o amenazaba con declararle la guerra.
Viéndose en una situación bastante complicada, Venecia pidió ayuda urgente al estado pontificio, que en ese entonces gobernaba el papa Pío V, quien a su vez pide ayuda a España, ya que poco podía aportar con tropas a esa guerra de carácter inminente.
España manda una poderosa armada para proteger Malta y garantizar la ruta que llevaría auxilio a la isla de Chipre. Y la liga cristiana entre España y Venecia firma un tratado de carácter defensivo y ofensivo, contra la avanzada musulmana.
Su Santidad nombra a Marco Antonio Colonna, conocido de Felipe II (rey de España), como jefe de la armada auxiliar pontificia y Don Juan de Austria, hijo ilegítimo de Carlos V, generalísimo.
En total, la Liga Santa estaba integrada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. Entre todos los aliados lograron reunir 198 galeras y cerca de 91 mil hombres.
Una cifra en clara desventaja: la armada de los turcos era de 210 galeras y cerca de 120 mil hombres, de los cuales todos eran combatientes, a diferencia de la Liga Santa, de los cuales sólo 20 mil eran soldados.
Sin duda, parecía que los musulmanes, expertos guerreros, llevaban las de ganar. Por eso Pío V confió en la intervención divina de la Santísima Virgen.
Era el 7 de octubre de 1571. Don Juan daba la señal de batalla enarbolando la bandera enviada por el papa, con la imagen de Cristo crucificado y de la Virgen, y los generales cristianos dieron la señal a sus soldados, que cayeron de rodillas ante el crucifijo y continuaron en esa postura de oración hasta que las flotas enemigas se aproximaron.
La presencia mariana en el ala derecha de la flota viene resaltada porque a bordo de su galera, Andrea Doria llevaba un estandarte de la mexicana Virgen de Guadalupe, cuando no se habían cumplido aún 40 años de la aparición de la Virgen en América.
El veneciano Girolamo Diedo cuenta que “una gran parte de los esclavos cristianos que se encontraba en los navíos enemigos se enteraron de que los turcos estaban perdidos. A pesar de los guardias estos infelices multiplicaron sus esfuerzos buscando liberarse y favorecer la victoria de los nuestros. En poco tiempo se los encontraba combatiendo por todos lados donde había lucha, con un coraje sin igual. Su ardor es aumentado por los gritos que resuenan en todos lados: ¡La victoria es nuestra!”. En los navíos de la Liga, los galeotes que habían sido armados con espadas abandonaban los remos cuando había abordajes y luchaban valientemente contra los turcos.
Las pérdidas de los infieles fueron enormes: de 30 a 40 mil muertos, de 8 a 10 mil prisioneros, 120 galeras apresadas y 50 hundidas o incendiadas, numerosas banderas y gran parte de la artillería en poder de los vencedores. Doce mil cristianos que estaban esclavizados alcanzaron la libertad.
El resto de la escuadra enemiga se bate en retirada y se dispersa, mientras las trompetas católicas proclaman a los cuatro vientos la victoria de la Santa Liga en la mayor batalla naval que la historia jamás registrara. Se supo después que, en el fragor de la batalla, los soldados de Mahoma avistaron por encima de los mástiles mayores de la escuadra católica una señora que los aterraba con su aspecto majestuoso y amenazador.
En Lepanto, la flota de la llamada Liga Santa, compuesta por naves españolas, venecianas, genovesas y del Papa, derrotó a la flota turca, poniendo fin a la expansión mediterránea del Imperio Otomano.
Y mientras en el Mediterráneo se libraba la última gran batalla naval de la historia, en Roma miles de fieles recitaban el rosario acompañando al papa Pío V, que no cesaba de pedirle a Dios, con manos elevadas como Moisés.
La batalla duró desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, y en la mañana siguiente el Papa anunciaba la feliz noticia a todos los presentes reunidos en la plaza. La Santísima Virgen había concedido la victoria a los cristianos.
De allí en adelante, Pío V consagró el 7 de octubre como festividad a Nuestra Señora de las Victorias y más tarde el Papa Gregorio XIII modifica el nombre de la solemnidad por el de “Nuestra Señora del Rosario”, ya que fue gracias a la recitación de miles de rosarios rezados a la Virgen como se consiguió vencer la batalla en Lepanto.
En esta batalla participó Miguel de Cervantes (el autor del Quijote de la Mancha), que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre del “manco de Lepanto”. Él calificó la batalla como: “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
Esta oración tan poderosa tiene un origen muy sencillo. Hasta el siglo XI se usaban piedrecillas o cordones con nudos para repetir alabanzas a la Santísima Virgen. Hasta este siglo sólo se conocía la primera parte del Avemaría, a la que se le añade el nombre de Jesús para indicar el sentido cristológico de la oración.
Se comenzaban a intercalar los padrenuestros entre el rezo de cincuenta, cien o ciento cincuenta avemarías. El primer nombre que tuvo esta práctica de piedad fue el de ´Salterio de la Bienaventurada Virgen María´. Fue el monje cartujo Domingo Hilarión de Prusia (†1461) quien le dio el nombre de ´Rosario´ al ya conocido rezo de las decenas de avemarías y padrenuestros intercalados. El nombre de Rosario lo tomó por la advocación mariana de ´Rosa Mística´.
Este mismo monje cartujo comenzó a introducir la meditación de los misterios de la vida de Cristo y los dolores de María. El dominico Jacobo Sprenger (1436 – 1495), catedrático, distribuyó los misterios del rosario entre gozosos, dolorosos y gloriosos. Fue el Papa dominico Pio V quien, -dos años antes de la batalla de Lepanto- fijó su forma en los 15 misterios hoy tradicionales.
Pio V atribuye la victoria en Lepanto, de las fuerzas navales cristianas contra superiores fuerzas invasores musulmanes, al rezo del Rosario en toda cristiandad, e instituye la fiesta ´Virgen María de la Victoria´ (luego Nuestra Señora del Rosario) para conmemorarla.
Deberíamos de tomar este ejemplo y empezar, todos los cristianos, a rezar a diario el Rosario para que nuestra Señora, Santa María de Guadalupe, nos ayude a salvar nuestra patria de la esclavitud comunista.