
Existen brechas de género que se traducen en desigualdad social en todo ámbito de acción: en los recursos, acceso tecnologías, en el mercado laboral, en el trabajo sin pago en el hogar, en los salarios, en los puestos públicos y de dirección
Por Z. Margarita Bejarano Celaya
A nivel global existe un amplio reconocimiento de la participación de las mujeres en diferentes ámbitos, sin embargo, en el contexto local se escucha con asombro, sorpresa y —tal vez— preocupación que: “¡Las mujeres ya están metidas en todo!”. Para sectores conservadores y poco informados es lamentable que las mujeres ejerzan poder y tomen decisiones de peso en el desarrollo económico y social de nuestro país.
Según INEGI, en 2015 la distribución por sexo de la población económicamente activa en México fue de 34.6% de mujeres y 65.4% de hombres. Esto significa que en el mercado laboral los varones siguen duplicando a las mujeres; comparado con unas décadas atrás, en efecto las mujeres estamos más y en más espacios, pero muy lejos de estar en la misma proporción que los hombres y mucho menos en las mismas circunstancias.
De acuerdo con información publicada por INMUJERES, el 43.9% de las mujeres en México tiene trabajo remunerado; es decir están insertas en el mercado laboral. La gran mayoría de estas mujeres son también las responsables del cuidado de sus familias y del trabajo del hogar, esto se traduce en limitantes para su disposición de tiempo propio, cuidado, ocio, descanso y capacitación, lo que consecuentemente limita su ascenso o mejor inserción laboral. En comparación, los varones empleados normalmente tienen resuelta la parte doméstica y si se involucran en labores de cuidado y del hogar es en menor proporción y con tiempos muy acotados que son en promedio apenas el 30% del tiempo que las mujeres dedican a las mismas tareas.
Existen brechas de género que se traducen en desigualdad social en todo ámbito de acción: en los recursos, acceso tecnologías, en el mercado laboral, en el trabajo sin pago en el hogar, en los salarios, en los puestos públicos y de dirección y también en el ejercicio del poder. Por eso cuando escuchamos: “que se cuiden los hombres porque las mujeres nos están desplazando”, lo que priva es miedo a cambiar el estatus quo, en realidad lo que debemos entender es que se están dando condiciones para que los espacios laborales y de participación se abran a la posibilidad de nutrirse en la diversidad y se hagan más eficientes incorporando trabajo femenino.
Es importante señalar que el proceso de inserción femenina ha sido caracterizado por la injusticia, pues las mujeres históricamente han enfrentado espacios laborares segregados y discriminatorios, con una brecha salarial actual de 17% en contra y en muchos espacios están constantemente acompañadas de violencia y acoso sexual. De seguir al lento y accidentado ritmo que vamos, la ONU estima que tardaremos 217 años en cerrar la brecha de género en el mercado laboral y más aún en los puestos de decisión: de acuerdo con datos de INMUJERES, en México 20% de las gerencias son destinadas a mujeres y tan sólo un 10% de las direcciones generales.
El costo de la inequidad lo pagamos todos como sociedad, pues se ha demostrado que las empresas e instituciones incurren en pérdidas económicas asociadas a los techos de cristal (barreras al ascenso laboral de las mujeres). De acuerdo con el Instituto Peterson de Economía Internacional, las empresas pueden tomar ventaja de incluir liderazgos femeninos: Contar con al menos 30% de mujeres en la alta dirección redunda en 15% más beneficios al negocio; Incluir por lo menos una mujer en la junta/consejo directivo eleva 38% el margen de liquidez para responder a gastos.
Lo anterior es sólo un botón de los que perdemos discriminando. Si bien se dice que es el momento de las mujeres y que es justo que tomemos la decisión de asumir el poder, quiero ser enfática en el hecho indiscutible de que no depende sólo de nuestro deseo de inclusión. Se requiere una acción colectiva por parte de quienes actualmente ejercen el poder: concretamente de los hombres. Las mujeres podemos y queremos contribuir a la construcción de una sociedad más fuerte, democrática y justa, ejerciendo liderazgos que escuchan y atienden las inquietudes de todos, es hora de que los varones se decidan a transitar a modelos más incluyentes y eficientes.
*Margarita Bejarano Celaya, directora general de Clúster Minero de Sonora AC; Doctora en Ciencias Sociales, investigadora en temas de Desarrollo Económico y Exclusión Social