
A la fecha se contabilizan alrededor de 350 fosas encontradas en todo Veracruz, 23 mil restos humanos y se habla de más de cinco mil desaparecidos durante el sexenio de Javier Duarte
Por Imanol Caneyada
Xalapa, Veracruz.- El pasado 10 de mayo se cumplió un año. Ese Día de las Madres de 2016, el Colectivo Solecito de Veracruz, a través de las redes sociales, convocaba a una gran marcha de solidaridad en todo el estado bajo el reclamo “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
A las cinco de la tarde salieron del Tranvía del Recuerdo, ubicado en el parque Zamora, en el puerto. Marcharían hasta el Faro Venustiano Carranza.
En todo el estado, aprovechando la conmemoración a la madre, diversos colectivos y asociaciones convocaban a salir a las calles para apoyar a las madres, hermanas y esposas de familiares desaparecidos.

Cuando el contingente del Colectivo Solecito se dirigía al Faro Venustiano Carranza lanzando consignas contra el Gobierno de Javier Duarte y exigiendo la búsqueda efectiva de los miles de jóvenes desaparecidos durante la administración del priista, un grupo de muchachos, adolescentes muchos de ellos, se infiltró entre las filas de la marcha y comenzó a repartir unos volantes.
Es un regalo por el día de las madres, decían los desconocidos jóvenes que habían aparecido de la nada.
En el volante se les informaba que Javier Duarte y Alfonso Zenteno, Comisario de la Secretaría de Seguridad Pública, habían enterrado a los hijos que buscaban en un predio de Colinas de Santa Fe, en el puerto.
Tres meses después, el 13 de agosto de 2016, la información proporcionada por los misteriosos jóvenes que se esfumaron de repente se confirmó.
A instancias de y por la presión del Colectivo Solecito, una autoridad lenta, indiferente e ineficaz descubría las primeras fosas de lo que se ha convertido en el cementerio clandestino más grande de México.

El hallazgo precipitó los acontecimientos; Javier Duarte, que hasta ese momento se sentía intocable y sostenía su cargo gracias a la complicidad del Gobierno federal, dos meses después, el 13 de octubre, pedía licencia de su cargo para “limpiar su imagen”.
A pesar de las advertencias de partidos de oposición, ONGs y analistas políticos de que podría darse a la fuga, el 18 de octubre de 2016 el ex mandatario desaparecía.
La red de complicidades comenzaba a mostrar sus primeras fisuras, ya era incapaz de contener el horror que de entonces a la fecha se ha ido descubriendo paulatinamente.
Las primeras noticias daban fe de 125 fosas y 14 mil restos humanos que la autoridad judicial ha sido incapaz de procesar por falta de recursos materiales y humanos.
Los datos sobre esta salvajada han ido creciendo; a la fecha se contabilizan alrededor de 350 fosas encontradas en todo el estado, 23 mil restos humanos y se habla de más de cinco mil desaparecidos durante el sexenio de Duarte.

Los veracruzanos no tienen dudas al respecto; los jóvenes que se infiltraron en aquella marcha del 10 de mayo de 2016 para proporcionar el paradero exacto de los desparecidos pertenecen al Cártel del Golfo; con esta acción pretendían demostrar los nexos entre el gobierno de Duarte y sus antiguos socios Los Zetas, ahora, enfrentados.
El pasado 7 de mayo de 2017, el ex comisario de la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz y hombre de todas las confianzas de Javier Duarte, Alfonso Zenteno Pérez, conocido como “el Comandante Zenteno”, compareció ante el juez de control de La Toma, Veracruz, acusado de secuestro agravado de cuatro personas en agosto de 2013.
El Colectivo Solecito, que lo esperaba a las puertas del juzgado para gritarle asesino y exigirle que dijera dónde estaban sus hijos, está convencido de que “el Comandante Zenteno” conoce el paradero del resto de desaparecidos, a pesar de que únicamente se le imputa cuatro de ellos.
Para los veracruzanos la detención de Duarte es una farsa
Una acción electorera, efectismo político, un intento desesperado de salvar el barco que se hunde; así califican los veracruzanos de a pie la detención del ex gobernador Javier Duarte en Guatemala.
Son muchas las pruebas que esgrimen para el desencanto y la incredulidad:
El aviso que el padre Solalinde lanzó a través de su cuenta de Twitter de que Javier Duarte se encontraba escondido en un rancho en Chiapas. Esto fue el 31 de octubre de 2016, a los pocos días de que se diera a la fuga.
El sacerdote activista en pro de los derechos humanos daba incluso las coordenadas del rancho San Francisco, ubicado en Villa Corzo.
Días después de ser detenido el ex mandatario en Guatemala, el ministro de Gobernación de ese país declaraba que si el gobierno mexicano hubiera querido, el prófugo, de acuerdo a su estatus migratorio, podría haber sido deportado de inmediato, en lugar de seguir el largo camino de la extradición.
Así que aquí nadie duda de las complicidades del Gobierno de Peña Nieto y Javier Duarte.
Las heridas sangran y los veracruzanos creen que pasará mucho tiempo antes de que cierren. No será con Miguel Ángel Yunes, el actual gobernador, un hombre que durante su cargo como secretario general de Gobierno en la administración de Patricio Chirinos (1992-1998) se vio envuelto en casos de represión y violencia; la CNDH, en ese periodo, emitió 17 recomendaciones en materia de violación de derechos humanos contra el gobierno de Veracruz.
En 2013, el ex presidente de Acción Nacional, Manuel Espino Barrientos, lo acusó de enriquecimiento ilícito por un monto de tres mil millones de pesos.
En 2006, la periodista Lydia Cacho lo señaló como presunto pederasta en su libro “Los demonios del Edén”.
No creen los habitantes de Veracruz que el enorme daño causado por Javier Duarte y antes por su padrino político, Fidel Herrera, será reparado en breve, tal vez nunca.
El daño al erario público que se calcula es de 16 mil millones de pesos. El hecho de que ningún familiar ni cómplice de la red de corrupción del ex mandatario esté siendo procesado es un indicio de que nada de ese dinero regresará a las arcas del estado, un estado en el que las pensiones han sido pulverizadas y los salarios de los maestros penden de la cuerda floja.