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La digestión y las emociones

Las técnicas de control del estrés y de relajación actúan sobre el sistema nervioso central y también sobre el “cerebro intestinal” lo que previene las molestias digestivas

Por Marina Brauer

En la actualidad es muy común escuchar como la mayoría de las personas incluyendo los niños se quejan de diversos problemas del estómago hay frases que escuchamos continuamente tengo la digestión pesada, me siento hinchada, tengo estreñimiento… Actualmente dos de cada diez personas sufren de algún trastorno digestivo funcional. Se llama así a todas las molestias que no pueden atribuirse a ninguna alteración orgánica.

Los análisis, ecografías, y endoscopias no descubren ninguna anomalía; sin embargo, los afectados sufren dolores, gases, náuseas, diarrea o estreñimiento. Son personas con un sistema digestivo básicamente sano, pero sensible y necesitan un tratamiento que les ayude a modificar la percepción de sus propios órganos. Los hábitos dietéticos son importantes en este sentido.

El estómago y el intestino tienen un rendimiento diario sorprendente a los de una vida de 75 años, el tracto digestivo debe gestionar unas 30 toneladas de comida y 50 toneladas de líquidos. Para que todo este material sea transportado, degradado y absorbido, y sus desechos finalmente expulsados el cuerpo genera cada día un litro de saliva, dos litros de ácidos, medio litro de bilis, dos litros de secreción pancreática y dos litros de secreción al intestino delgado.

El cerebro intestinal

El responsable de todos estos procesos es el sistema nervioso entérico, también llamado como “cerebro intestinal”. Se encarga de regular los movimientos del intestino, la digestión y la protección frente a agentes nocivos en colaboración con las células inmunitarias.

En el tracto gastrointestinal hallamos en ocho metros de longitud y cien metros cuadrados de superficie, unos cien millones de células nerviosas, bastantes más de las que se encuentran en la médula espinal. Estas neuronas producen los mismos neurotransmisores que sus hermanas del cerebro, como la serotonina, la dopamina, y unas 40 sustancias con las que se transmiten las instrucciones. Lo sorprendente es que el flujo de información va en un 90% de la barriga a la cabeza y no al revés.  El cerebro intestinal trabaja en buena medida de forma autónoma y se comunica con el cerebro superior a través del nervio vago, la porción parasimpática del sistema nervioso vegetativo. Por tanto, está superada la descripción de estas enfermedades como “psicosomáticas” término que implica una preeminencia del “cerebro superior” -la psique- sobre el cuerpo o soma.

Se ha comprobado que el 80 y 90% de las consultas de los pacientes están motivadas por trastornos funcionales como dispepsia, digestión pesada, estreñimiento o las molestias intestinales que se engloban dentro del síndrome de intestino irritable. En todos estos casos los análisis, gastroscopias, colonoscopias y ecografías no suelen encontrar ninguna alteración.

Aprender a digerir situaciones

*Las técnicas de control del estrés y de relajación actúan sobre el sistema nervioso central y también sobre el “cerebro intestinal” lo que previene las molestias digestivas o reduce su intensidad.

*La psicoterapia ayuda a gestionar las emociones y a modificar los hábitos de pensamientos destructivos que agudizan la sensibilidad frente a todo tipo de sensaciones físicas. La hipnosis también ha demostrado ser eficaz.

*Disfrutar más de la vida debería ser el lema de toda persona que se fija con preocupación en las sensaciones que proceden del cuerpo. Realizar actividades placenteras forma parte de la prevención y del tratamiento.

*El ejercicio físico ayuda a sentir el cuerpo de manera positiva y aumenta la vitalidad general.

*La sensibilización intestinal puede ser producida por causas tanto físicas como mentales y no tiene marcha atrás, según los expertos. En cualquier caso, se pueden reducir los síntomas abordándolos desde todos los aspectos. La dieta, las emociones y los pensamientos, así como los hábitos cotidianos y se pueden aplicar cambios en la alimentación reduciendo o eliminando los alimentos que no son bien tolerados. Por ejemplo, muchas personas eructan con frecuencia o padecen gases. En consecuencia, deberían vigilar especialmente el consumo de alimentos que se asocien con los síntomas mencionados. Otros pacientes encuentran alivio reduciendo la ingesta de grasas animales, lo que además es bueno para la salud en general. También es muy útil comer despacio, evitar bebidas y mucho menos frías, alimentos fritos o embutidos.

El papel de la serotonina

También es importante no excederse en el volumen de comidas. Conviene más tomar cinco comidas diarias bien repartidas que un desayuno parco y dos comidas abundantes. Los alimentos ricos en fibra y una ingesta suficiente de agua 6 a 8 vasos diarios también ayudan a que la circulación intestinal sea fluida. Las frutas y hortalizas aportan la fibra y contienen enzimas que facilitan la digestión (sin embargo, conviene comprobar que la naranja, y la coliflor no causen molestias).

Un tratamiento más profundo a través de la dieta debe tener en cuenta el papel de la serotonina en la enfermedad. La deficiencia de este neurotransmisor que se distribuye en un 95% en el intestino y un 5% en el “cerebro superior” puede ser el causante directo del aumento de sensibilidad al dolor. Unos investigadores de la Universidad de Calgary (Canadá) descubrieron que tenían en el jugo digestivo cantidades elevadas de serín-proteasas, unas enzimas que descomponen la serotonina puede favorecerse con una dieta rica en cereales integrales que aportan hidratos de carbono de absorción lenta, y en triptófano. Ambos nutrientes son necesarios para la producción del neurotransmisor que está relacionado con las sensaciones de bienestar, relajación, mayor autoestima y concentración. De su equilibrio con otros mensajeros neuronales como la dopamina, y la noradrenalina depende que no se sufra miedo, angustia, ansiedad, violencia compulsiones alimentarias y trastornos del sueño. Los siguientes alimentos que aumentan los niveles de serotonina y los de su precursor el triptófano se encuentra en una proporción alta en las nueces, plátanos, huevos, tofu, semillas de calabaza, ajonjolí, cacahuates, carne de pollo, pescado. No se trata de comer cantidades por encima de lo normal, sino de cuidar que alguno, de estos alimentos estén presentes en el menú diario.

El consumo adecuado de hortalizas, cereales integrales, frutos secos, calabazas, maíz, legumbres, almendras, leche, yogur, quesos bajos en grasa y todas las verduras aportan todas las vitaminas.