DE PRIMERA MANODestacada

La parte que nos toca  

Si queremos construir un proyecto de nación exitoso, sería útil preguntarnos cuál puede ser nuestro impacto individual en esta oportunidad que se nos abrió. Yo sostengo que siempre se suma o se resta, no hay efectos neutros

Por Aurora García de León Peñúñuri

Hace unos días, en la empresa que dirijo tuvimos la visita de una joven que tiene parálisis cerebral y que ha vencido muchos retos consiguiendo grandes logros en la vida, entre ellos terminar una carrera, la maestría y fundar una empresa. Nos dio una conferencia que hablaba sobre cómo tratar con personas difíciles dentro de una organización.

Entre las principales reflexiones, nos planteaba que es común convertirse en personas tóxicas sin siquiera percatarnos, y estudiamos el efecto negativo que este tipo de conducta colectiva puede tener en los resultados de cualquier proyecto y en nuestra vida personal. Nos dejó muy buenas lecciones.

En el ambiente político tan intenso que se vive en la actualidad, se puede percibir este fenómeno con más claridad. Con tanta información irritante generada especialmente por las campañas, se vive una sensación de que no hay opciones y que esta votación será cómo elegir entre dengue, zika o chikungunya (o algo así) y, ante tanto ruido que se hace, pudiera dar la impresión de que en efecto, no las hay.

El tema me ocuparía menos si sólo se tratara de políticos, pero a últimas fechas por momentos da la impresión de que la duda se aplica para todos y de que no se puede confiar absolutamente en nadie, nos bombardean con videos, textos, mensajes de voz y cuanta cosa, para darnos, desde alertas de grupos armados hasta clases de judo.

Independientemente de opiniones y más allá de esta coyuntura electoral, tenemos un proyecto que se llama «el país donde vivimos» que no se construye sólo por políticos y donde las acciones de cada uno de nosotros inciden en lo que nos pasa y, aunque resulte más cómodo echarle la bolita a otros, es ahí donde me quiero enfocar.

Las redes sociales en particular, abrieron la oportunidad de que ciudadanos de a pie figuren en muchos ámbitos, pero también se han desarrollado conductas muy negativas, por ejemplo: linchamientos públicos, difusión de información falsa y la crítica indiscriminada, por mencionar algunas. El narcisismo cibernético con frecuencia degenera a tóxico: hay que producir material a como dé lugar, no importa si se es injusto, mentiroso o despiadado para mantener seguidores. Se juega a ser protagonista haciendo mucho daño en el proceso, gente buena que sin darse cuenta adopta conductas tóxicas. No se tiene claro el rol y es fácil perderse, complicar la construcción de acuerdos, nos convertimos en individuos desbalagados, dispersos, con poca fe en que las cosas se puedan mejorar.

Si queremos construir un proyecto de nación exitoso, sería útil preguntarnos cuál puede ser nuestro impacto individual en esta oportunidad que se nos abrió. Yo sostengo que siempre se suma o se resta, no hay efectos neutros, porque el que no hace nada al final resta su fuerza para alcanzar el objetivo, así que tanto la acción como la inacción cuentan. Necesitamos hacer la parte que nos toca.

Para entender los efectos de favorecer la cultura tóxica, quizás pueda ayudar preguntarse cómo juega el ánimo mental en el resultado de todos, si nos mentalizamos colectivamente para ganar o para perder, lo que puede originar que se perciba que una conducta mala es la generalidad, lo que puede pasar si nos convencemos de que es la única forma de salir adelante, que se piense, mal de muchos, ya no hay gente buena. No es sano permanecer en esa dinámica.

Sin ser muy rebuscados, se trata de empezar por uno, ubicarnos, como dicen: eres parte del problema, eres parte de la solución o eres parte del paisaje. Un buen punto de partida por ejemplo podría ser recuperar cosas muy básicas que hemos ido perdiendo como la cordialidad, practicar la tolerancia, la crítica responsable, cuestionar y validar la información que compartirnos, ser solidarios, difundir también buenas noticias, respetar, ser menos tóxicos, ayudar en lo que se pueda, pequeñas acciones, pasos de bebé, un inicio, y después buscar avanzar, ya que es claro que muchos en el gobierno no adoptarán medidas de transformación relevantes a menos que sean presionados por una sociedad responsable, informada y participativa, pero es importante ganar calidad moral.

El proceso también pasa por ponderar dónde y cómo participar: no todo se resuelve criticando en redes, me gustaría ver más gente ejecutando sus ideas, aunque sean acciones sencillas, por lo menos no contaminar. Si no ayuda no estorbe.

No se trata de olvidar las fallas sino de abordarlas de manera diferente. No renunciemos a nuestra memoria pero tampoco renunciemos a nuestro sentido de la vida, aunque las cosas se vean muy difíciles, como el ejemplo de nuestra joven conferencista ¿Será? Prefiero apostar por esto a ser profeta del desastre y sumarme a la fatalidad.

 

*Ing. Aurora García de León Peñúñuri, Directora General Derex Desarrollo Residencial. Consejera en NAFIN, COPARMEX, CANADEVI, y Grupo Salinas.