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La perspectiva de género convertida en arma: El abuso que nadie quiere ver

 

Por Rodolfo Montes de Oca Mena

El próximo lunes 1 de septiembre entrará en vigor la nueva conformación del Poder Judicial Federal y de varios poderes judiciales estatales en México, como resultado de la reforma judicial. Dentro de esta nueva etapa, destaca la llamada perspectiva de género, una herramienta que nació con la finalidad de corregir desigualdades históricas y atender con seriedad la violencia que durante años se ejerció en silencio contra miles de mujeres.

Y es justo reconocer que en muchos casos ha funcionado como un instrumento de justicia: ha dado voz a quienes antes eran ignoradas, ha visibilizado realidades dolorosas y ha logrado que las instituciones actúen donde antes volteaban hacia otro lado.

El problema surge cuando este mecanismo, legítimo en su origen, se ha venido desnaturalizando por el abuso que algunas mujeres han hecho de él, alentadas además por abogados sin escrúpulos que las instruyen a aprovecharse de estas facilidades legales.

Lo que fue concebido como un escudo protector se está convirtiendo en espada para golpear al adversario, ya sea la expareja, el padre de los hijos o simplemente alguien que se atraviesa en el camino de un interés personal.

Hoy en día, cualquier hombre inocente puede ser víctima de esta dinámica. Basta con una denuncia ligera para que el aparato de procuración de justicia y la instancia judicial se activen y el señalado cargue, de inmediato, con medidas restrictivas, con la etiqueta social de “abusador” y con un proceso que, aunque se derrumbe más adelante, deja daños imposibles de reparar.

La presunción de inocencia, que debería ser el punto de partida, queda en la práctica reducida a letra muerta.

Los efectos son devastadores e irreversibles. Un hombre que pasa por esta experiencia no vuelve a ser el mismo: su prestigio se trastoca, su vida laboral se ve afectada y sus relaciones personales en muchas ocasiones, terminan marcadas por la duda, aun cuando un juez lo declare inocente.

Y todavía es más dramático lo que ocurre con los menores alienados: hijos que, por el capricho o la revancha de uno de sus padres, son arrancados de su convivencia con el otro. Esos niños crecen con resentimientos, con la confusión de no saber la verdad y con heridas emocionales que se arrastran toda la vida.

Lo más preocupante es que este abuso se repite con motivaciones que van desde el despecho, la obsesión y hasta la pura ambición económica.

Y muchas veces, estas mujeres no actúan solas: son alentadas, casi entrenadas, por abogados sin ética que ven en cada acusación ligera un negocio redondo. Así, lo que debería ser un camino de justicia se convierte en un terreno fértil para manipulación y lucro.

No hablo solo en abstracto. Actualmente defiendo un caso que refleja este problema con toda claridad: la madre, con lo que considero afirmaciones falsas, consiguió separar a la hija menor de las convivencias con su padre.

El costo para mi representado ha sido altísimo: emocional, económico y social. Pero el daño más profundo es el que recae sobre la menor, que ha sido privada de la presencia paterna en una etapa clave de su desarrollo. Estoy cierto de que al final la verdad habrá de prevalecer y mi cliente ganará este caso, sin embargo, muchos perjuicios que se le han ocasionado ya no tendrán reparación y menos para su menor hija.  

Este ejemplo, que no es aislado, demuestra que el sistema ha perdido el equilibrio y que los niños, paradójicamente, son las víctimas más vulnerables de este abuso.

Me parece que en la medida en que las mujeres descubren lo sencillo que resulta manipular este marco legal, lamentablemente algunas se aprovechan de él.

Y mientras tanto, los hombres tendrán que vivir con la sensación de que en cualquier momento alguien puede tocarles la puerta para notificarles una acusación que jamás imaginaron. Es un riesgo latente, permanente y cada vez más común.

Y lo más irónico es que, en vez de consolidarse como garantía de equidad, la perspectiva de género puede terminar siendo vista como la coartada elegante de los caprichos u obsesiones mezquinos de algunas mujeres que abusan de esta figura legal. 

*Primer Fiscal General de Justicia en la historia de Sonora. Abogado penalista con Maestría en Ciencias Penales por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE) y doctorando en Ciencias Penales y Política Criminal en la misma institución.

Correo: mdeocasc@hotmail.com