La supremacía del partido guinda

A pocos interesó esa idea de “superioridad moral” que incluso derivó en la creación de una “Constitución moral”… Hoy, se devela un objetivo más ambicioso, porque transita del plano “moral” al “normativo”, con la “Supremacía Constitucional”
Por Sandra Karina Ibarra Carbajal
Caminando por los restos de Sachsenhausen, ubicado en Brandeburgo, Alemania, descubrí con lento peregrinar y profundo dolor del alma, las atrocidades que la humanidad somos capaces de proferirnos a nosotros mismos. Entre barracones, celdas de aislamiento, sala de autopsia y experimentos médicos con humanos, zona de fusilamientos, depósitos de cadáveres, restos de hornos crematorios y cámaras de gas para el exterminio de personas, sentí una profunda desolación, caminar me pesaba, implicaba un gran esfuerzo bajo el inusitado calor prevaleciente en el verano alemán que cobijó mi estancia. Mi cuerpo no pudo más y se detuvo a devolver el estómago, no me avergüenza decirlo, por el contrario, me tranquiliza saber que las imágenes que recibió mi cerebro y alma, provocaron tanto rechazo que tuve la necesidad adicional de expresarlo no sólo con lágrimas sino incluso con las vísceras vacías.
Doña Hannah Arendt acuñó el concepto de la “banalidad del mal”, a raíz de su cobertura en el juicio de Eichman en Jerusalén, una vez concluida la segunda guerra mundial.
El texto de Hannah fue tan disruptivo en su época, porque lejos de presentar un personaje a todas luces malvado y terrorífico (que era lo que el mundo entero esperaba), evidenció a un perfil mediano, frustrado en los primeros años de vida, sumiso, abyecto, y que, simplemente por la necesidad de tener un empleo a pesar de carecer de algún talento, excepto la lealtad absoluta al partido nacionalsocialista, participó en el exterminio humanitario ejecutando la “solución final” sin objeción alguna, porque se trataba de “órdenes de Estado”, instrucciones del “Tercer Reich”, mandamientos “supremos”, lo cuales, debía ejecutar sin tener capacidad alguna de raciocinio o criterio autónomo para decidir lo contrario.
Obedecer ciegamente órdenes de “supremacía” por aberrante que parezca, tiene un importante lado seductor, porque libera a la persona del molesto deber ético consistente en asumir la corresponsabilidad de sus propias decisiones, y así, el sujeto en cuestión, vive libre de toda culpa, como dicen pomposamente las juristas, bajo una especie de “inimputabilidad” del sujeto mediano que simplemente obedece órdenes supremas y endosa la responsabilidad de sus actos al líder todo poderoso del movimiento en cuestión, Tercer Reich o 4T, para el caso da lo mismo.
A quien le interese instaurar un gobierno totalitario, es importante cultivar el discurso de odio, el cual, utilizando todos los recursos del Estado, se inserta día con día mediante propaganda intencionalmente diseñada para dividir y confrontar a determinados grupos sociales. Para que pueda existir esa confrontación humana, un ingrediente indispensable es la noción de la “supremacía”, lo que supone la necesaria preeminencia o superioridad jerárquica de una categoría frente a otra. Así, por ejemplo, luego de un fallido intento de golpe de estado, Adolf Hitler escribió “mi lucha” mientras se encontraba recluido en prisión, texto en el que se le ocurrió perfilar la noción de “supremacía aria”, que no es otra cosa que la exótica idea de que, la raza germánica tenía derecho absoluto para purgar su sociedad de cualquier elemento “contaminante”, por ende, inferior.
Esa inferioridad de los elementos contaminantes de la raza aria, implicaba a su vez, una categoría flexible, coloquialmente diríamos que se trata de un “cheque en blanco”, al cual, le podemos insertar prácticamente lo que se nos venga en gana. En principio, encuadró en esa inferioridad o desviación todo aquel sujeto que piense diferente al partido nazi, los cuales fueron etiquetados como “opositores políticos”, por ende, fueron inmediatamente capturados, cosificados y muertos en el campo de Sachsenhausen; posteriormente se les ocurrió que también las personas homosexuales, la comunidad gitana, las personas con alguna disfuncionalidad corporal y finalmente incluyeron también a la comunidad judía.
La noción de “supremacía”, es relevante porque basta por sí sola para justificar la deshumanización o cosificación de todo aquél que no encuadre dentro de la secta o grupo dominante o que se autodefine como entidad suprema, normativa, moral o metafísica, lo cierto es que, la fuente de ello no interesa, en la medida en que se trata de un Estado de poder fáctico, de hecho, y no de derecho. Un poder de hecho, que se impone por la coerción del discurso de odio y miedo prevaleciente en la sociedad, miedo a perder la vida, la salud, la libertad, el trabajo, o los bienes elementales de subsistencia.
El parangón es inevitable en el ocaso del año 2024 en México, en el que somos gobernados por un partido coincidentemente guinda, llamado por sus siglas “Morena”, la propaganda de odio y polarización social ha sido intensamente implementada desde hace ya seis años por el gobierno de López Obrador, utilizando todos los recursos Estatales de comunicación y difusión, hoy continuado por la Doctora Sheinbaum. La noción de “Supremacía” moral fue sembrada desde el sexenio anterior, que suponía la preeminencia de cualquier dogma de fe implementado por los funcionarios del partido oficialista, por el solo hecho de ser afiliados al partido, como si de una purificación se tratara.
A pocos interesó esa idea de “superioridad moral” que incluso derivó en la creación de una “Constitución moral” acuñada por López Obrador, que más de alguno recibió con risas, cual si se tratara de una puntada de un demente senil embriagado de poder absoluto.
Hoy, se devela un objetivo más ambicioso, porque transita del plano “moral” al “normativo”, con la denominación de “Supremacía Constitucional”. El plan toma un viraje altamente peligroso, como cuando Julio César atravesó con sus legiones el río Rubicón, que marcaba la frontera entre Italia y la Galia Cisalpina, todo ello, sin autorización del Senado. Me refiero a que estamos atestiguando un acontecimiento decisivo y sin retorno, una transgresión al Estado de Derecho que rompe con todo esquema de normalidad democrática e incursiona en la inevitable crisis constitucional que se avecina.
El partido guinda (Morena) aprobó en el parlamento una nueva reforma que denominó “Supremacía Constitucional”, por medio de la cual, determinaron la imposibilidad de impugnar por cualquier medio, las reformas hechas a la propia Constitución. En otras palabras, ello implica que cualquier cosa que a las personas legisladoras (dominadas por el líder supremo) se les ocurra incluir dentro del texto Constitucional, será poco menos que “palabra de Dios”, es tal la “supremacía”, que no existirá poder humano que tenga facultades para revisar si esa ocurrencia viola o no, algún derecho humano de cualquier persona.
Eso significa que tranquilamente el partido guinda con la supermayoría que le obsequió el Tribunal Electoral, podrá colocar en la Constitución cualquier restricción a nuestros derechos humanos, como por ejemplo, que las personas sólo podrán contar con un inmueble para habitar y los restantes se los expropiará el Estado; que las mujeres ya no podremos votar ni ser votadas; que los impuestos deberán abarcar hasta el 100% de nuestros ingresos y el Estado nos brindará vales para obtener alimentos; que la educación sólo la proporcionará el Estado y deben desaparecer las casas de estudio privadas; o en términos eugenésicos, que las personas que midamos 1.60 metros y para abajo, debemos morir porque no mejoramos la raza mexicana. La idea más estrambótica que se les ocurra, la pueden insertar en la Constitución bajo el argumento de la “supremacía” del partido oficialista y no habrá poder humano que pueda opinar lo contrario, porque nos están despojando de la posibilidad de impugnarlo acudiendo ante una persona juzgadora independiente e imparcial, lo cual, por cierto ya tampoco existirá si logran ejecutar la reforma judicial que implica el exterminio masivo de las y los jueces federales actuales, para colocar en su lugar jueces a modo del partido oficialista que dicten sentencias a la carta.
Es acaso ¿maldad de los integrantes del partido guinda?, no lo creo, igual que describió Doña Hannah en su época, lo cierto es que, actualmente en México padecemos un gobierno liderado por perfiles medianos, egoístas, sin talento alguno excepto la abyección absoluta al partido guinda, ejecutan órdenes “supremas” sin capacidad alguna de análisis ni criterio propio, prefieren la comodidad que implica endosar la responsabilidad al líder supremo de la 4T (él o ella, quien quiera que sea); perfiles egoístas sin principios éticos que guíen sus pasos, que velan por sus personales intereses y ambiciones económicas, necesitan un empleo para subsistir y lo consiguen así sea traicionando a su madre patria, a la democracia y al bien común de la cosa pública (república).
El parlamento guinda aprobó cual gatilleros irreflexivos la “Supremacía Constitucional”, lo hicieron con tanta prisa que ni cuenta se dieron de dos aspectos elementales: el primero, las normas se aplican hacia el futuro, no hacia el pasado, esto las abogadas le llamamos principio de irretroactividad de la norma en perjuicio de persona alguna, que es un elemento básico de certidumbre, es decir, sabemos a qué atenernos en nuestras acciones en la medida en que conocemos el texto actual de las normas, no somos adivinas para vislumbrar las ocurrencias de las y los legisladores en el futuro.
Por otra parte, insertaron una disposición transitoria en el sentido de que, la imposibilidad para revisar reformas a la Constitución, aplica inclusive a los asuntos que se encuentren actualmente “en trámite”, esto con la clara intención de atar de manos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y evitar a toda costa que resuelva la acción de inconstitucionalidad 164/2024 plantada contra la reforma al poder judicial, la cual, pretende el exterminio masivo del poder judicial federal independiente.
Ese plan no les funcionará porque los artífices de esa reforma, seguramente ni abogados son, o bien, aún siéndolo, les falló el tecnicismo, porque lo cierto es que, para la fecha en que entró en vigor la “supremacía constitucional”, ya se había cerrado instrucción en la precitada acción de inconstitucionalidad, es decir, ya no puede ser considerada técnicamente “en trámite”, sino que, lo único que resta es resolverse.
Escribo estas palabras en la víspera de la sesión de la SCJN agendada para el martes 5 de noviembre del 2024, será definitorio el sentido de esa sentencia, así como la actitud de las restantes autoridades del Estado Mexicano, porque en caso de que la Presidenta Sheinbaum, la Titular del INE Doña Taddei, las y los legisladores y demás implicados en la ejecución de la reforma que extermina al PJF, no acaten la sentencia de la SCJN, se abrirá la caja de pandora, el partido guinda cruzará el río Rubicón, desatará la mayor crisis constitucional en el último siglo en nuestro país.
Nos toca no sólo atestiguar, sino protagonizar como sociedad civil, el rumbo de nuestro querido México. Esta historia continuará…
*Jueza Sexta de Distrito Especializada en Materia Mercantil con sede en Zapopan