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Los jueces luchan con el pueblo

Contra la nefasta reforma judicial

Por Manuel Gutiérrez

Desde México 68 no había visto nada parecido, al movimiento estudiantil que contra el presidencialismo, la dictadura, la simulación, y el cierre de los caminos de la democracia, se hubiera suscitado

El cierre del sexenio del Emperador López, es sin duda un paroxismo, una urgencia, una desatada manipulación de los poderes para someterlos al arbitrio del Ejecutivo. La próxima mandataria puede llegar a tener primero a los conversos del Congreso de la Unión, con la sobrepresentación que les dieron los manipulados directivos del INE, como Guadalupe Tadei, Carla Humprey, que se escudaron en la Constitución para convertirse a corto plazo en un apéndice de Gobernación, en el control nada autónomo de las elecciones próximas.

Pero ese cierre provocó una inusitada rebelión de los eruditos. En China milenaria, los académicos cuando era menester se presentaban a la Corte, para exigir soluciones al emperador, a grito abierto, incluso sin descanso a la intemperie, con un tono plañidero que exigía justicia.

El emperador concentraba todo el poder como un monarca absoluto, pero temía este tipo de manifestaciones, porque contagiaban al pueblo, dañaban su prestigio e imagen como monarca, convirtiéndose en un déspota, un autócrata que no veía, escuchaba o asentía nada, con nadie que no fueran sus fieles súbditos.

Pero la incomodidad que provocaban los eruditos, no era grata y era signo de una crisis de gobierno, una falla profunda de ruptura del sistema del poder, en que se estaban dando excesos y por ello los integrantes de consejos, de academias, se manifestaban.

En México, 5 mil años después de eso, ocurre una rebelión de los eruditos, que durante 5 años y medio aguantaron todo, desde las desmedidas increpaciones del gobernante saliente en sus mañaneras, las declaraciones de ser cómplices del Poder Fáctico del Narcotráfico y del Crimen Organizado, pese a que él viajó a Badiraguato, Sinaloa, y su familia, que accedió en festejos quinceañeros, a convivir con los “Chapos” como los hizo Ramón López Beltrán, de ser parte de la “minoría rapaz” que significa, ser parte de una banda de ladrones.

El Poder Ejecutivo, es el poder que tuvo que salvar con sus dichos la reputación manchada por las declaraciones del Mayo Zambada, que el gobernador actual de Sinaloa, es un ente negociador con el cartel de Sinaloa, para ello hubo que acarrear gente, aclamarlo y darles su lonche, su premio y su refresco.

Este poder es que se ve mal, en situaciones que misteriosamente lo manchan, sea en Tamaulipas, sea en asuntos del huachicol, en amistad y declaraciones de neutralidad con el crimen organizado.

Con esa falta de autoridad moral, López increpó al Poder Judicial. Los funcionarios de este poder, los trabajadores, aguantaron pacientemente. Cuando llegó la Ministra Norma Piña, comprendieron que se estaba jugando no sólo su chamba, sino su carrera, su vocación de ser.

Porque el juez se forja en las aulas universitarias, luego va realizando una carrera ascendente que puede llevarle dos décadas para tener la potestad de juzgar. Ser Ministro, requirió un esfuerzo laboral, de conducta, de rendimiento dentro de los parámetros judiciales enorme, hasta llegar al colegiado de circuito. En equivalencia, podría compararlos con un cardiólogo, con un neurocirujano, que se formaron en base al estudio y la experiencia, y que finalmente para mantenerse a salvo de las tentaciones es supervisado celosamente por un comité de ética, y adicionalmente por la Judicatura que lo vigila todo. A estos jueces con una mano en la cintura se les adjudicó que bueno que hicieron el paro judicial, porque así no soltarían a los delincuentes narcotraficantes o los pillos estafadores de cuello blanco.

En toda la historia del sexenio, no hubo casos aislados, flagrantes o impunes que motivaran la acusación de otro poder, porque hubieran escarnecido hasta el cansancio esas falencias. Pero el Poder Judicial siguió resolviendo conforme a derecho, adjudicando derechos a mexicanos a recibir vacunas, a ser garantes de atención médica, a tener alguna retribución de supervivencia, a dar el amparo de la justicia federal, contra violaciones a los derechos humanos, actos de autoridad que no tienen control y que generan esa necesidad del amparo.

La realidad, sin embargo demostró a los trabajadores del poder judicial, en todas sus escalas, hasta llegar a los notificadores, actuarios, secretarios, jueces, magistrados que la proyección de López es centralizar todo el poder. Ya tiene dominado al Congreso, por la mala hora de votación por dádivas y algoritmos de computación que hacen inequitativo el triunfo de Claudia Sheinbaum, como tampoco le da el convertir al Partido Verde, en un monstruo legislativo al servicio del poder presidencial, obteniendo una sobre representación que les da unanimidad absoluta para hacer lo gusten con México.

El Poder Judicial, sin embargo hizo lo impensable. Como los eruditos de China, decidieron denunciar el atraco, la trampa de concentración de poder absoluto y dictatorial, en que ellos quedarían en la calle, ciertamente. La trampa consiste en una truculenta elección de magistrados y jueces por recomendación del Senado controlado por los morenistas, nuevo partidazo oficial y un esquema de servilismo al gobierno.

El pueblo quedaría a merced del abuso del poder, sin defensa alguna. Pero los jueces, de forma inesperada, hicieron algo digno de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, que ha aguantado el aluvión inmenso de mantenerse independiente pese a la ofensiva del poder, con todos sus recursos, medios y desafortunadas presiones indebidas, groseras, gruesas, infamantes, como una muestra de abyección.

Pero los jueces salieron a la calle, salieron al Periférico (en Guadalajara) y en México, hicieron la representación de la muerte de la Diosa Temis, de la Justicia, denunciando el exceso que ha sido condenado incluso por embajadores y organismos extranjeros, que advierten que la sociedad de México, como país democrático quedará inviable si ese atentado se consuma.

Los jueces pasearon un ataúd, con la Bandera Nacional, pero no se han detenido. Han logrado suscitar el apoyo de universitarios de instituciones públicas y privadas, que se han sumado a su protesta. Es un paro que permite que se salvaguarden los derechos en amparos urgentes, o resuelven los asuntos en que este de por medio actos irrevocables que expongan el patrimonio, la libertad o la salud de los mexicanos en problemas.

Los jueces en tanto salen a gritar, a hablar con la gente. Hacen presencia sin bloquear el paso, hablan y explican la razón de ser su movimiento. Desde México 68 no había visto nada parecido, al movimiento estudiantil que contra el presidencialismo, la dictadura, la simulación, y el cierre de los caminos de la democracia, se hubiera suscitado.

Y fue el presidente que dice ser amado por el (parte) pueblo, el que causó esa movilización, ese grito, esa voz por la justicia. Hoy los jueces son conocidos, son parte del pueblo, ahora sabemos que son humanos que tienen una misión elevada de ser independientes e imparciales en los fallos jurídicos, escuchando a las partes, sin insinuarse por ninguna.

Los jueces no son perfectos, como mucho menos lo ha sido el gobierno de la 4T, con sus pifias colosales de mega malas obras, sus intentos de engañar, sus mentiras para disimular el daño ecológico, la inseguridad, la falta de medicinas y vacunas, la negligencia mortal en materia de seguridad, como tampoco han propiciado el camino de la militarización del país, en que la gasolina está carísima, la inflación galopa sin freno, y de paso las instituciones son doblegadas a favor del poder presidencial.

Los jueces están ahora en la calle, en las aulas universitarias. Hablan con jóvenes, con quién los escuche, y suscitan simpatías, porque el pueblo conoce el alma de ese movimiento: La legalidad, la justicia, la fuerza de sus razones, no la imposición, la compra con subsidios, el engaño y las promesas de una democracia y de una justicia que se alejan más que nunca con el proyecto de López, que no pasará. Como tampoco resulta creíble en el exterior el fenómeno de concentración de poder, que ha convertido a Morena en el Leviatán, sin ningún contra peso en una elección que consumó el suicidio de la sociedad mexicana, al amarrarse al presidencialismo absoluto.

-Hoy los organismos autónomos, cuestionados y ofendidos, deben también sumarse al paro judicial, por su propio derecho, por la necesidad de sobrevivir. El INE fue defendido en la era de Lorenzo Córdova por la ciudadanía y la marea rosa, ante el acoso y difamación del ejecutivo, pero hoy es una madriguera de recomendados de conveniencia del presidente. El Poder legislativo es solamente un poder que sabe hacer genuflexiones, no leer, no pensar, ni menos defender al pueblo.

-Hoy solo quedan los jueces, los magistrados, los trabajadores del Poder Judicial que llevan adelante una lucha cívica hermosa, digna de los esfuerzos del pasado anti-releccionista, como en la era de José Vasconcelos. Hoy la democracia encuentra en ellos sus últimos, y muy preparados defensores, capaces de enfrentarse como los eruditos chinos con el emperador. Aún quedan jueces en México…