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Los Nazis en México

«La vida de los espías es saber, no ser conocido». 

—G. K. Chesterton

 

Por Daniel Padilla Ramos

El nacionalsocialismo, al que comúnmente se le denomina nazismo, fue la ideología de extrema derecha del régimen que gobernó Alemania desde 1933 a 1945 con la llegada de Adolf Hitler al poder, su Führer. A sus miembros y seguidores se les conoce como “nazis”.

Hitler impuso una dictadura que, si bien es cierto en un principio resultó de prosperidad y bienestar para el pueblo alemán, pronto se convirtió en un régimen fascista de terror que rechazaba la ideología comunista y el marxismo, proclamaba un ferviente antisemitismo, e imponía el racismo científico y la eugenesia como credo.

No conformes con anexarse Austria y Checoslovaquia en 1938, los nazis invaden Polonia el 01 de septiembre de 1939, desatando así la Segunda Guerra Mundial, conflicto que dejó un saldo de más de 80 millones de muertos.

Aunque el nacionalsocialismo es una ideología gestada en la década de 1920, alcanzó verdadera importancia en los años 30 cuando Adolf Hitler, aprovechando la coyuntura en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles de 1919, las cuales se juntaron con la grave crisis mundial de la Gran Depresión de 1929 y que sumieron a Alemania en una grave crisis económica, logró llegar al poder como el salvador.

Pues bien, la Segunda Guerra Mundial pronto tocó las puertas de México, ya que era en ese entonces uno de los principales productores de petróleo del mundo y Alemania uno de sus más importantes clientes.

Pero como nuestros primos del norte nos tenían (y tienen) muy observados, presionaron al gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas para que no les vendiera ni una gota de crudo azteca a los nazis, y a cambio ofrecieron desistirse del veto comercial que nos tenían impuesto y olvidarse de los onerosos reclamos económicos que por la expropiación petrolera suscitada un año antes nos reclamaban, con el compromiso además de comprarnos más productos, sobre todo materia prima para la guerra.

Obviamente que los Estados Unidos estaban enterados del “canto de las sirenas alemanas” a México, y temían que nuestro gobierno se dejara seducir y permitiera a la Alemania nazi acercarse a la unión americana, o bien, que continuáramos abasteciendo del oro negro a los nazis para sus aviones, barcos, submarinos, tanques, industria y demás.

Y es que tal como sucedió durante la Primera Guerra Mundial con el famoso telegrama Zimmerman que el gobierno alemán le envió a nuestro Presidente Venustiano Carranza, en la Segunda Guerra Mundial se repitió la historia, cuando el Presidente Lázaro Cárdenas recibió una propuesta de Alemania para apoyarlos en la guerra, ofreciéndonos “las perlas de la Virgen”, como dicen.

Como era de esperarse, México se alineó con Estados Unidos, y en represalia los submarinos nazis hundieron dos barcos nuestros en las costas mexicanas, el “Potrero del Llano” y el “Faja de Oro” con saldo de decenas de muertos, lo que orilló a México a declararle la guerra a Alemania en mayo de 1942, enviando para ello al valiente escuadrón 201 a luchar en el Pacífico.

Aunque diplomática y militarmente México apoyó a los aliados, el sentimiento de gran parte de la población mexicana estaba a favor de los nazis y japoneses, ya que Estados Unidos no tenía muchos adeptos en nuestro país.

Considero que la propuesta indecorosa que nos hizo Hitler era inviable e imposible de aceptar, dado que difícilmente Alemania hubiera podido ayudarnos en el campo de batalla, y no solo porque se enfrentaban con muchos países al mismo tiempo, sino también por la lejanía, amén de que Estados Unidos de inmediato nos hubiera invadido y neutralizado.

Aunado a lo anterior, la fusión de ambas fuerzas armadas no se hubiera concretado por la diferencia ideológica y étnica; los teutones arios orgullosos haciendo alarde de su superioridad racial, aliados con nosotros, la “raza de bronce”.

Quizás al inicio hubieran luchado a nuestro lado para atacar a Estados Unidos, y en el remoto caso de que estos últimos hubieran sido derrotados, de seguro después los germanos nos hubieran invadido porque así lo demostraron con Rusia: primero socios y después intentaron conquistarlos sin éxito. Hubiéramos terminado en “Altos Hornos de México”, y no precisamente como ejecutivos.

Alemania activó de inmediato su red de espionaje en México, logrando introducir a varios espías a nuestro país camuflados de diplomáticos, de obreros y hasta de actrices. De todos estos espías, la más famosa fue Hilda Krueger, de respetables atributos físicos.

Los agentes secretos enviados por Hitler tenían la instrucción de codearse con altos personajes de la política mexicana para obtener información y prebendas, tarea que no les resultó muy complicada debido a que algunos de nuestros compatriotas en las esferas empresariales y de gobierno comulgaban con la ideología nazi.

El Colegio Alemán en México, por ejemplo, estaba bajo la influencia de Arthur Dietrich, quien además de trabajar en la Embajada de Alemania dirigía las Juventudes Hitlerianas en nuestro país, ejerciendo presión a los padres de los estudiantes para que apoyaran a Hitler, so amenaza de expulsarlos o castigarlos físicamente si no obedecían.

En febrero de 1940 nació en México la revista “Timón”, cuyo director era ni más ni menos que Don José Vasconcelos, revista que descaradamente enaltecía a los nazis para que los mexicanos sintieran admiración por ellos.

“Timón”, como es de imaginarse, era financiada por empresarios germanos radicados en México y por la misma Embajada alemana, cuyo jefe de prensa era Walter Dietrich, subordinado directo de Josep Goebbels, el poderoso ministro de propaganda del Tercer Reich. Así, la Embajada Alemana adquirió periódicos, revistas, programas de radio y varias plumas de periodistas para ensalzar a Hitler y a los nazis y difundir información falsa sobre la guerra.

Juan Andreu Almazán, sólido candidato a la presidencia de México en 1940, era ferviente admirador de Hitler y del partido nazi, incluso donó 10 mil pesos (de aquellos) a ese partido y fue además uno de los tantos amantes de la espía Hilda Krueger, recién llegada a nuestro país. 

Andreu perdió las elecciones ante Manuel Ávila Camacho y denunció fraude electoral (desde entonces), reuniéndose en Veracruz con Georg Nicolaus, quien era el jefe de inteligencia de la Alemania nazi en América Latina y subordinado directo del temible Heinrich Himmler, con quien orquestó una lucha para derrocar al gobierno, sin embargo, Andreu fue derrotado de inmediato en Monterrey por las fuerzas militares del General Lázaro Cárdenas y quedó en el ostracismo.

En junio de 1941 el gobierno mexicano había dado a conocer que en el país existían mil 800 personas que fervientemente apoyaban a los nazis, y que existían casi 50 comercios pro-nazis que ya se encontraban en su “lista negra”. 

Nuestro gobierno informó también que estos espías operaban mediante mensajes cifrados o a través de radios clandestinas, por lo que el Embajador de Alemania en México, H. Rudt Von Collenberg, fue expulsado de nuestro país, aunque “misteriosamente” su retorno a Alemania demoró varios meses debido a que no había condiciones seguras para su regreso.

Adolf Hitler necesitaba con apremio que México le siguiera vendiendo petróleo y otras materias primas como mercurio, aluminio, manganeso, estaño y tungsteno, indispensables todos para la guerra, por ello fue que designó a la encantadora y hábil seductora Hilda Krueger para esta misión. La rubia Krueger había sido amante de J. Goebbels, e incluso se decía que también del mismo Hitler.

Al llegar a México, Krueger de inmediato comenzó a enamorar al Secretario de Gobernación Miguel Alemán Valdés, a Mario Ramón Beteta, alto funcionario de la Secretaría de Hacienda, al canciller Ezequiel Padilla, al citado Juan Andreu y a otros más que cayeron en sus redes amorosas, y quienes de una manera u otra terminaron apoyando a Hitler y a los nazis.

Hilda Krueger era alta de estatura, ojos azules, elegante, calculadora, y acataba al pie de la letra las órdenes que recibía de Hitler y de Goebbels. Llegó a nuestro país gracias a las recomendaciones del millonario estadounidense Jean Paul Getty, al engañar a su amigo el canciller Ezequiel Padilla por asegurarle que Hilda era una actriz norteamericana. Getty era un magnate petrolero que vendía crudo al gobierno de Hitler, incluso iniciado el conflicto armado.

Hilda Krueger había llegado primero a Estados Unidos con el aparente propósito de trabajar como actriz en Hollywood, y estando allá de inmediato se puso en contacto con el cónsul alemán Fritz Weidemann, quien se hizo cargo de su manutención. En el país de las barras y las estrellas se relacionó también con personajes del Tercer Reich como el barón Paul C. Von Gontard y su hermano Gert, quienes igualmente quedaron prendados de la bella espía alemana.

Estados Unidos, que cuando uno va, ellos ya vienen, tenían muy vigilada a Krueger en México, ya que les inquietaba sobremanera que el Secretario de Gobernación Miguel Alemán le pagara el alquiler de un lujoso departamento en la Colonia Juárez, lugar que era, según se sabe, su nidito de amor.

Con esas relaciones que forjó Krueger, logró que México le vendiera a Alemania petróleo y mercurio, y aunque Estados Unidos trató de impedirlo, la seductora Hilda se hizo amante del General y Diplomático Ramón Fernando Iturbide e hizo que éste apoyara al alemán Beik Felix para facilitar los envíos a Hamburgo a través de Manzanillo, Colima.

Estados Unidos, molesto con la situación, presionó a México para que iniciara la cacería de espías alemanes en nuestro país, pero solo capturaron a cinco, entre ellos a dos de alto nivel: Georg Nicolaus y Hans Hellerman, el primero jefe de inteligencia nazi en América Latina, como subrayé, y el segundo Director de la Gestapo en México, con dependencia directa del despiadado Reinhard Heydrich, apodado “el carnicero”.

El nazi Nicolaus había adoptado el nombre de Enrique López y tenía un largo historial como espía, y en México su misión era la de investigar los movimientos militares de Estados Unidos, tales como las rutas de los barcos, hacia donde se dirigían y qué transportaban, entre otras cosas.

Muchos de los espías nazis que operaron en nuestro país fueron protegidos y arropados por empresas como Bayer, Volkswagen, BASF y Siemens, corporativos germanos que les otorgaban empleo para despistar al enemigo, mismos puestos que autorizaba Pavia González, quien fungía como jefe de servicios migratorios en la Secretaría de Gobernación, y cuyo titular era Miguel Alemán Valdés.

Hilda Krueger, a pesar de los múltiples señalamientos de los norteamericanos, nunca fue deportada gracias a las influencias que tenía en México y a que astutamente se matrimonió con el mexicano Ignacio de la Torre, boda arreglada por el mismísimo Miguel Alemán Valdés, blindando así su estadía en nuestro país.

Pese a que se ordenó que las investigaciones llegaron “hasta las últimas consecuencias”, como suele suceder no pudieron comprobar que Hilda Krueger fuera espía de los nazis, por lo que esta mujer de oscura personalidad y sumisión extrema por Hitler salió bien librada, e incluso se quedó en México y filmó varias películas después de la guerra. 

En la Catedral de Tampico, Tamaulipas se encuentran 141 esvásticas (cruz gamada) en su pasillo principal, pero esto no tiene relación alguna con la Alemania nazi, sino más bien se debe a que la esvástica ya existía cientos de años antes de que Hitler llegara al poder, por lo que tiene otra connotación muy diferente a la que los nazis le dieron, al convertir ellos esa cruz en su símbolo identitario. Además, su construcción data de mucho antes de la eclosión del Führer.

El ilustrado periodista tabasqueño, José Pagés Llergo, fundó la revista “Siempre”, y en sus avatares periodísticos entrevistó a grandes personajes de la época como el emperador Hirohito de Japón, Joseph Goebbels, Benito Mussolini, Francisco Franco, el comandante japonés Hideki Tojo, el Papa Pío XII y el presidente checoslovaco Emil Hácha.

Aunque no existe constancia fotográfica ni testimonial alguna, Pagés Llergo asegura haber charlado con Adolf Hitler en septiembre de 1939, solo días después de que Alemania invadiera Polonia. En lo personal, lo dudo mucho dadas las circunstancias del momento.

En México tuvimos dos luchadores que hacían apología a los nazis, ellos eran “El Nazi” y el “Destructor Nazi”, el primero de ellos, de hecho, inventó una llave llamada “La Esvástica”. Como es de imaginarse, ambos gladiadores parecían todo menos alemanes arios.

En conocido cementerio de Hermosillo se encuentra la llamada “tumba nazi”, ornada con infinidad de esvásticas y que ha sido motivo de infinidad de rumores y teorías conspirativas. 

La historia en torno a este sepulcro gira en torno a un migrante que llegó a Hermosillo junto a su bella esposa alemana, quien, ocultando su verdadero nombre y su admiración por los nazis, adoptó la identidad de Severiana Álvarez, apelativo que aparece en dicha tumba.

Según se sabe, la teutona y su esposo se reunían secretamente con personas afines a la ideología nazi, y desde luego adoptaron la esvástica como símbolo, sin embargo, ellos aseguraban que la adoptaron porque diversas religiones del mundo la utilizaban, particularmente los hindúes, ya que significaba el símbolo de paz, prosperidad y continuidad.

El primer escudo de Sonora fue diseñado por Diego Rivera en 1922, y el mismo incluía una esvástica en el pecho de un indígena, y aunque no estaba relacionado con los nazis, en 1944 (en las postrimerías de la segunda guerra mundial) fue reemplazado por órdenes del Gobernador Abelardo L. Rodríguez por el actual escudo que ya no contiene dicha figura. 

Muy lamentables son las apariciones de grupos neonazis en México y en todo el mundo en los últimos años, grupos supremacistas que difunden y alaban la filosofía nazi, y en ocasiones de manera violenta. Recordemos que lo malo de lo malo no es que sea malo, sino que cunde.

A finales del año 2022, por citar un ejemplo, se reunieron más de 300 personas para asistir a un concierto de rock donde grupos musicales de México y España interpretaron música exclusiva de cánticos nazis y hasta incitaron al pogromo. Y aunque dicho evento se llevó a cabo en una ubicación secreta, algunos asistentes difundieron imágenes y videos para demostrar su verdadera admiración hacia Hitler.

Es de sobra conocido que casi todas las Embajadas son un nido de espías, son como una plaga imposible de erradicar, más aún con tanta tecnología disponible hoy día, servicios de inteligencia, de contrainteligencia y otras tantas cosas de las que los ciudadanos comunes y corrientes ni nos enteramos. Un mundo nos vigila.