Los retos de Esteban Moctezuma

Las grandes transformaciones de la educación en México han tenido que ver principalmente con la iniciativa de los presidentes y la visión de los secretarios, hoy el titular de la SEP se enfrenta a grandes retos
Por Bulmaro Pacheco
Desde que se crea la Secretaría de Educación Pública (1921) —en el gobierno de Álvaro Obregón Salido— hasta hoy, 38 mexicanos de orígenes y formaciones diversas se han desempeñado como titulares de la SEP. En casi 100 años —el esfuerzo realizado por la educación en México ha sido enorme—, entre gobiernos y titulares han logrado que el sistema educativo nacional atienda hoy a 36.4 millones de estudiantes en 258,015 escuelas, donde enseñan 2,085,090 maestros.
Lo que inició en un México con apenas 14.3 millones de habitantes, se refleja ahora en uno de 123.5.
También se refleja en los niveles de cobertura, que hoy alcanza el 73.9 % en educación preescolar, el 100% en primaria, el 97.5 % en secundaria, 78.7 % en media superior, y el 33% en el nivel superior. Agregado a que la tasa de analfabetismo bajó en México del 66.1% (1921) al 25.8 en 1970, al 9.5% en el 2000 y al 4.4% en el 2018. Por su parte, el grado promedio de escolaridad en México subió de 2.5 grados por habitante en 1960 a 9.4 en 2018.
En todo este tiempo y desde que el período presidencial dura seis años (1934), solo cinco secretarios de Educación Pública han durado un sexenio completo: Manuel Gual Vidal, en el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952); José Ángel Ceniceros, en el de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958); Jaime Torres Bodet, en el de Adolfo López Mateos (1958-1964); Agustín Yáñez, en el de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970); y Víctor Bravo Ahuja, en el de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). Solo cuatro han repetido en el cargo: J. M. Puig Casauranc, Narciso Bassols, Jaime Torres Bodet y Fernando Solana.
Tres titulares de la SEP han sido candidatos presidenciales: José Vasconcelos en 1929, Ezequiel Padilla en 1946 y Ernesto Zedillo en 1994. Dice García Diego de Vasconcelos: “Si no triunfó electoralmente, sí venció en términos morales, culturales e historiográficos”.
Los presidentes Ortiz Rubio y Carlos Salinas tuvieron cuatro titulares de la SEP. Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Ávila Camacho, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto tuvieron tres.
De muy corta duración han sido: Fausto Alzati (tres meses), José Ángel Pescador (seis meses) y Porfirio Muñoz Ledo (un año).
Los secretarios más recordados por sus aportaciones: José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Víctor Bravo Ahuja y Fernando Solana.
Las grandes transformaciones de la educación en México han tenido que ver principalmente con la iniciativa de los presidentes y la visión de los secretarios, la coyuntura histórica que les tocó y la circunstancia política y social que vivieron. Por eso las grandes iniciativas en la educación pública, como: Las misiones culturales; la autonomía universitaria; las normales rurales; la creación del Politécnico; la creación de los tecnológicos regionales; el libro de texto gratuito; los desayunos escolares; la creación de la UAM, las universidades estatales; la alfabetización; la expansión de la secundaria técnica; programas como el de primaria para todos; la desconcentración administrativa, el Acuerdo Nacional para la modernización de la educación básica de 1992, la obligatoriedad de la educación hasta el nivel medio superior; la creación de instituciones como el Capfce, el INEA, Cet Mar, Cbtis, Cbtas, Cetis, CONAFE, la UPN, el Conalep y el TecNM, entre otras tantas.
También se trata de un sistema educativo no exento de conflictos, que a la fecha se han sabido procesar: El SNTE, en sus diversas etapas; pugnas con grupos empresariales por la “libertad de educación”; enfrentamientos con la Iglesia y la derecha por el libro de texto; el surgimiento del MRM, en 1958; confrontaciones con la CNTE, desde 1979 y la controvertida Alianza por la Calidad de la educación del 2008.
También han debido manejar con sumo cuidado (a veces con manos temblorosas, como decía Montesquieu) las sucesivas y trascendentes reformas que el artículo tercero constitucional ha experimentado desde 1917. Hasta ahora registra diez cambios:
Como propuesta del PNR, y a punto de iniciar el gobierno de Lázaro Cárdenas y con el primer titular Narciso Bassols, se dio la primera reforma en diciembre de 1934, que establecía: “La educación que imparte el Estado será socialista”.
La segunda reforma, ya en el gobierno de Miguel Alemán y con su titular Manuel Gual Vidal, en diciembre de 1946: “Se mantiene el concepto de obligatoriedad de la enseñanza primaria y se extiende el de gratuidad a toda la educación impartida por el Estado”.
La tercera reforma se dio ya en el gobierno de José López Portillo y con el titular Fernando Solana, en junio de 1980, y estableció: “Se instituye y define la autonomía para las universidades y demás instituciones de educación superior y se norman las relaciones laborales de su personal académico y administrativo”.
Ya con el presidente Carlos Salinas y con Ernesto Zedillo como titular se dio la cuarta reforma, en enero de 1992: “Se establece que la educación impartida por el estado será laica”.
La quinta reforma, también con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, en marzo de 1993, donde quedó como sigue: “Se establece la obligatoriedad de la educación secundaria”.
En el gobierno de Vicente Fox y con el titular Reyes Tamez Guerra se dio la sexta reforma constitucional, en noviembre de 2002, bajo la siguiente decisión: “Se establece la obligatoriedad de la educación preescolar”.
La séptima reforma se dio en el gobierno de Felipe Calderón, en junio de 2011, para adaptar el texto a las reformas en materia de derechos humanos realizadas ese año al artículo primero constitucional: “Se contemplan los derechos humanos como parte de la currícula de los niveles educativos que imparta el Estado”.
La octava reforma se da también en el gobierno de Felipe Calderón, en febrero de 2012, para cumplir con una vieja aspiración: “Se establece la obligatoriedad de la educación media superior”.
La novena reforma se dio ya en el gobierno de Enrique Peña Nieto, en febrero de 2013, para establecer: “La obligación del Estado de garantizar la calidad de los servicios educativos obligatorios, concursos de oposición para el ingreso al servicio docente y la promoción a cargos con funciones de dirección o de supervisión dentro del sistema educativo nacional y se crea el sistema nacional de evaluación educativa”.
Y una última, la décima reforma, aprobada en enero de 2016, de pura formalidad: “Se sustituye la expresión Distrito Federal, por el de Ciudad de México”.
Por la coyuntura histórica que le tocará enfrentar, Esteban Moctezuma Barragán llega a la SEP con todo el apoyo y la confianza del presidente Andrés Manuel López Obrador.
También llega con vasta experiencia. Moctezuma Barragán, nieto del General Juan Barragán jefe del estado mayor de Venustiano Carranza y autor del libro “La Educación Pública frente a las nuevas realidades” (1994 FCE), tiene formación académica y cultural, y se ha fogueado en diversas etapas del sector público. Fue subsecretario de Educación en el gobierno de Carlos Salinas, secretario de Gobernación y de Desarrollo Social en el de Ernesto Zedillo, y ha desempeñado tareas de corte educativo y cultural en instituciones del sector privado.
No son menores los retos que tiene Moctezuma, por ejemplo: Replantear —como lo ha ofrecido el nuevo gobierno— con mucha sensibilidad política y desde sus bases constitucionales la reforma educativa, producto del Pacto por México y diseñada en el gobierno del presidente Peña Nieto; mediar políticamente y cuidar de no exponer el sistema educativo entre las corrientes que disputarán el liderazgo del SNTE, tanto en lo nacional como en las regiones; actualizar las cifras y elaborar programas para combatir el rezago educativo en los mayores de 15 años, mejorar la calidad de la educación que se imparte en todos los niveles y ampliar la cobertura en los niveles de media superior y superior –reto de mayor urgencia–, y en donde cada año se amplía el número de rechazados; consolidar la meta de la obligatoriedad de la educación media superior establecida en el artículo 2 transitorio de la reforma de 2012; ordenar y hacer más eficiente el subsistema de educación media superior tecnológica a lo largo y ancho del país; repensar la necesidad de una nueva universidad de corte nacional; consolidar al Tecnológico Nacional de México; y preparar al sistema educativo para las turbulencias y las expresiones del cambio en las nuevas tecnologías, en lo que se ha llamado la “cuarta revolución Industrial”.
Otros retos no menos complejos: Revisar puntualmente el anunciado proyecto de las 100 universidades (o instituciones de educación superior adaptadas a las regiones); rediseñar un programa de rescate para las universidades estatales quebradas; rescatar la educación normal y replantear el funcionamiento de la Universidad Pedagógica Nacional; elevar la moral del magisterio nacional, afectada en los últimos años por la confusión entre medios y fines entre la auténtica vocación de servicio y la lucha por prebendas político sindicales (doble plaza, plazas hereditarias, créditos con cargo a la nómina, confusión autoridad-sindicato, etc.), que han distorsionado su mística, arrumbando y reduciendo su función social; avanzar en la infraestructura educativa en el medio rural; y unificar y ordenar la diversidad de proyectos del sistema de educación superior y conectarlos con las metas del desarrollo nacional.
Moctezuma tiene capacidad y experiencia, apoyo del presidente de la República y seguramente tendrá la solidaridad de los gobernadores estatales del PAN, Morena, PRI, PRD, MC e independiente, también del SNTE y de una parte considerable de la sociedad, siempre atenta a los cambios de la educación en México. De ese tamaño la tarea.