Lunes 27 de septiembre, 200 años de la independencia nacional

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín
UN ASPECTO sociológico que nos diferencia de otros pueblos, no es sólo que nuestros héroes nacionales han muerto de manera trágica, sino que la historia ha sido escrita por los vencedores, los mismos que se han encargado de denostar a los mismos mexicanos que buscaban el bien de la nación, pero caminaron por un camino distinto al que finalmente establecieron los triunfadores.
Es decir, la historia del vencedor ha incluido la sepultura de la memoria del vencido y declararlo incluso, enemigo de la patria, sin reconocerle el mérito alcanzado en el campo de batalla o en el mundo de la política y el ejercicio del poder.

Un ejemplo clásico lo encontramos en Agustín de Iturbide, el general del ejército realista que combatió y venció al ejército insurgente, pero que también buscó y logró consumar la independencia de México, siguiendo su propia estrategia, contraria a la implementada por Miguel Hidalgo y Costilla, que en su levantamiento armado sació la venganza de sus seguidores, asesinando a todo fiel a la corona española que se cruzara por su camino.
Iturbide, con su capacidad política, logró reunir en Orizaba, Veracruz, al último de los jefes insurgentes, Vicente Guerrero, así como a quien sería el último virrey de la Nueva España, Juan O’Donnojú, para firmar el acta de independencia, que culminaría en la entrada triunfal en la ciudad de México aquel 27 de septiembre del año 1821, del llamado “Ejército Trigarante”, enarbolando una bandera nacional con los colores verde, blanco y rojo, bajo las consignas de unión, independencia y religión.
Ahí nació México. Una nueva nación. Y el primer congreso constituyente determinó que una monarquía sería el sistema más adecuado para llevar al pueblo a su emancipación. Y así se coronó a “Agustín I”.
Lo que no registra la historia de los vencedores, es que Iturbide fue víctima de un complot del entonces embajador de Estados Unidos en México, Joel R. Poinsset, que introdujo en la capital del país el rito Yorkino de la Logia Masónica, para iniciar en ella a algunos militares sobresalientes y llevar a cabo su plan, el mismo que al ser triunfador, no solo logró deponer al monarca, sino que impuso a Guadalupe Victoria como primer presidente de una nación que tomó por nombre “Estados Unidos Mexicanos”.
Había quedado así, para la historia, ligado el marco jurídico del naciente Estado Mexicano, al destino manifiesto de los Estados Unidos de América.
Guadalupe Victoria emitió un decreto donde se ordenaba la muerte de Agustín de Iturbide, “sin mediar juicio alguno y con compensación económica”, en caso de que tocara suelo nacional, lo que así sucedió en un lugar cercano a Tampico, Tamaulipas, siendo fusilado por alguien que en su momento, había sido un seguidor del libertador de la Nueva España.
A partir de ese acontecimiento y al paso de los años, algunos historiadores se han atrevido a calificar al mexicano como un “pueblo parricida”.
Los compromisos de Juárez con los EU
Benito Juárez, fue un presidente de ideas liberales, e intransigente ante los conservadores. Fue capaz de intentar echar al olvido el himno nacional mexicano compuesto por Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó, porque ambos no pertenecían al Partido Liberal. Juárez prefería en sus ceremonias escuchar la “Marsellesa” francesa.

Para Juárez, fue mucho más importante festejar el grito de Miguel Hidalgo, que la consumación de la independencia nacional de Agustín de Iturbide. E impuso la costumbre.
El “Benemérito de las Américas” también se encargó de hundir a otro mexicano ilustre. El General Miguel Miramón, “El Joven Macabeo”, había sido un excelente militar conservador que le infringía constantes derrotas a un Juárez que huía a través de todo el territorio nacional.
Un fin de semana cambió el triunfo por la derrota a un Miramón que, al asistir a un festejo en La Habana invitado por el gobernador de Cuba, le dio oportunidad a don Benito de pertrecharse en Antón Lizardo, Veracruz, apoyado por el gobierno de los Estados Unidos.
Los “Tratados McLane-Ocampo” serían el pago de Juárez a sus amigos estadounidenses, conjuntamente con el proyecto de unir los dos grandes océanos a través de un canal desde Veracruz hasta Oaxaca. La invasión francesa detuvo el proyecto.
Miramón formó parte de los “niños” que defendieron el Castillo de Chapultepec ante la invasión norteamericana en 1847, pero simplemente no fue héroe porque sobrevivió a aquella batalla. Fue Presidente de México a los 26 años de edad y terminó fusilado en el Cerro de Las Campanas, en Querétaro, al lado de Maximiliano de Habsburgo y Tomás Mejía. Amaba intensamente a México, pero perdió la guerra y la vida ante el vencedor.

Porfirio Díaz fue – por muchos motivos- un gran héroe nacional. Enfrentó cuerpo a cuerpo a los franceses en la batalla del 5 de mayo de 1862, donde Ignacio Zaragoza fue enmarcado como el gran triunfador por haber comandado a las fuerzas mexicanas.
Pero, más allá de eso, Díaz fue el gran vencedor de los franceses y terminó de matar los sueños de Maximiliano, al lograr una contundente victoria en Puebla, el 2 de abril de 1867.

Como Presidente de México, hizo de nuestra nación una potencia ante el mundo (una moneda nacional, el peso, más fuerte que el dólar, la modernización del país con la construcción del ferrocarril y el progreso en las grandes ciudades como México y Guadalajara) e impuso la paz haciendo pagar a Juan Pueblo una pesada factura de desigualdad y privilegios para los más acaudalados.

Y –otra vez- el gobierno de Estados Unidos retiró en 1911 el apoyo al Presidente Díaz, abriendo la puerta a la llegada de Francisco I. Madero. Luego del triunfo de la Revolución, los gobiernos emanados del Partido Nacional Revolucionario, su hijo, el Partido de la Revolución Mexicana y, su nieto, el Partido Revolucionario Institucional, escribieron la historia que incluyó una imagen de Porfirio Díaz ligada al oprobio. De héroe, las letras y las páginas oficiales lo convirtieron en antihéroe. Murió en 1915 y su tumba permanece en el panteón de Montparnnase, en París, Francia.
200 años de ¿independencia nacional?
El próximo lunes 27 de este septiembre del año 2021, se cumplen 200 años de la consumación de la independencia nacional… Muy poco se recordará a Agustín de Iturbide… Ya lo hemos dicho… La gran fiesta nacional continúa siendo el “grito” de Miguel Hidalgo, en Dolores, de 1810… Lo interesante sería ahora respondernos si verdaderamente somos una nación libre… En realidad, lo somos como Estado dentro del conglomerado de naciones independientes en el mundo, pero en plena tercera década del siglo XXI, dependemos aún de otros países para nuestra subsistencia… Para muestra unos cuantos botones… Los Estados Unidos nos proveen del 70 por ciento de las gasolinas que se distribuyen a lo largo y ancho de la república, así como del 60 por ciento del gas natural, indispensable para la operatividad de algunas fábricas, industrias y generación de energía eléctrica… No somos aún autosuficientes en alimentos… México importa el maíz, parte esencial de la canasta básica en la mesa del mexicano… Renglones antes anotamos cómo nació el Estado Mexicano, influído por Estados Unidos en su Constitución y en su forma de gobierno republicano, representativo y popular… Sin embargo, la voluntad de la mayoría de mandatarios mexicanos ha estado supeditada al poder político de los Estados Unidos… Así se escribió en el momento en que se asesinó al consumador de la independencia, Agustín de Iturbide; cuando Benito Juárez debió recurrir a la ayuda estadounidense para derrotar a los conservadores encabezados por Miguel Miramón, primero y el invasor francés, Maximiliano de Habsburgo, después… Así sucedió cuando Estados Unidos influyó para que cayera Porfirio Díaz y llegara al poder Francisco I. Madero… Así sucedió cuando el embajador estadounidense en México, operó al lado de Victoriano Huerta para derrocar y asesinar al Presidente Madero, al vicepresidente Pino Suárez y cerrar la llamada “decena trágica” con la muerte de los seguidores del “Apóstol de la Democracia” … Así fue unos años después cuando el presidente Álvaro Obregón aceptó los Tratados de Bucareli para que los “gringos” metieran mano en nuestro petróleo, pero era la manera en que les pagaba el favor por la ayuda militar recibida para vencer en el levantamiento en su contra por el paisano Adolfo de la Huerta… Bueno y en nuestros días, el Presidente López Obrador no tuvo más remedio que obedecer al Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, e imponer un muro militar humano tanto en la frontera norte como en la frontera sur de nuestro país para evitar la migración hacia territorio norteamericano… Trump sólo lanzó una amenaza: “Si no blindan la frontera se aumentarán los aranceles a todos los productos mexicanos de exportación”… E impuso el “gringo”, a partir de entonces, la agenda de la política exterior de la “cuatroté”… No sólo eso… En plena campaña por la reelección, López Obrador acudió a la Casa Blanca para reconocer públicamente “el gran respeto” de Trump a los mexicanos… Cuando todos fuimos testigos de los insultos y faltas de respeto del mandatario estadounidense a México y a los mexicanos…

AMLO, líder defensor de las dictaduras en AL
TODO comenzó en la primera decena del pasado mes de julio… El pueblo cubano, harto de 62 años de dictadura, con hambre, sin medicamentos ante la pandemia, sin las libertades más elementales, sin respeto a los derechos humanos por parte del gobierno “castrista”, se lanzó a tomar las calles y difundir al mundo su desesperación… La respuesta del presidente-dictador, Miguel Díaz-Canel, fue brutal contra su pueblo… Cientos de desaparecidos, encarcelados, golpeados, asesinados… Bueno, la actitud asumida por el Presidente de México, fue hacer un reconocimiento de la dictadura comunista y de la “heroicidad del pueblo cubano al evitar durante 62 años someterse al imperialismo”… López Obrador olvidó que durante muchos años, Fidel Castro se sometió al imperialismo ruso y permitió que el comunismo soviético colocara misiles apuntando a territorio estadounidense… Y vino lo peor… A pesar de que Estados Unidos es el principal socio comercial de México, a pesar del Tratado de Libre Comercio, renovado, a pesar de las donaciones de millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 de los vecinos del norte al pueblo mexicano, a pesar de los éxitos diplomáticos tales como la liberación del General Salvador Cienfuegos, López Obrador se pronunció a favor de la dictadura exigiendo al gobierno del Presidente Joe Biden que “terminara con el bloqueo económico contra Cuba”… Invitó a la ceremonia conmemorativa del grito de independencia al dictador Díaz-Canel, le concedió el privilegio de ofrecer un discurso dirigido contra Estados Unidos, en plena fiesta nacional mexicana y cerró la semana con la convocatoria a más de 20 mandatarios pertenecientes al llamado Consejo de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) con la presencia estelar de Nicolás Maduro, el dictador socialista de Venezuela… López Obrador deseaba erigirse como el nuevo líder latinoamericano y en parte lo logró, porque se convirtió en férreo defensor de las dictaduras en América Latina y fracasó en su propósito de desaparecer la Organización de Estados Americanos… Además, los presidentes de Uruguay y Paraguay, Luis Lacalle y Mario Abdo Benítez, le echaron a perder la fiesta, oponiéndose abiertamente a las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua… Y el Presidente Biden respondió diplomáticamente, felicitando al gobierno y pueblo de México por sus conmemoraciones… Y nada más… Lamentablemente, pero al cumplirse 200 años de vida independiente de la nación mexicana, con el nacimiento de una nueva raza con la fusión del español y el indígena, México continúa siendo conducido por el camino equivocado, abrazando la obsesión en el pasado y apoyando a regímenes ya vencidos por la historia… Andrés Manuel López Obrador nos ha colocado, no en el pasado, sino en el antepasado, cometiendo los mismos errores que han hundido a México en estos 200 años, donde una de las razones más importantes para seguir sumidos en la pobreza, es alentar la división entre hermanos.