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Madres niñas y adolescentes: la otra cara de la maternidad

Por Imanol Caneyada/

Sólo en 2014, en Sonora se registraron 78 embarazos en menores de 15 años y 2,477 en adolescentes entre los 15 y 19 años

Este 10 de mayo celebramos una tradición casi secular en México. A diferencia de otras geografías, en las que se destina un domingo de mayo, en el nuestro el homenaje tiene fecha específica y ese día el país se paraliza. Se llenan los restaurantes, las tiendas de regalos hacen su agosto y los tríos, mariachis y grupos musicales no se dan abasto para atender la demanda de serenatas.

Por eliminación espontánea, festejamos un modelo tradicional de maternidad en el que la mujer sacrifica su vida en pos de los hijos a través de la abnegación y la claudicación. A cambio, un día al año, pasan de criadas a reinas del hogar y reciben presentes que, sin embargo, les recuerdan su rol en la estructura familiar.

Pero la maternidad en el siglo XXI se ha convertido en un asunto mucho más complejo que trasciende los clichés que usamos en los discursos de su día.

¿Celebramos el 10 de mayo a las niñas-madres, a las adolescentes-madres, a las mujeres cuyas circunstancias socioeconómicas y culturales las ponen en situación de enfrentar embarazos no deseados, producto de diferentes tipos de coerción, además de la violencia explícita?

A través de la sexualidad y la maternidad, todos los días, millones de mujeres en el mundo sufren un tipo de violencia, a veces sutil, a veces disfrazada de tradición y costumbres al uso, que las vuelven víctimas.

Por ello han surgido en los últimos tiempos conceptos como salud sexual y salud reproductiva, y de la mano, profesionales que buscan informar y ofrecer alternativas para que la sexualidad y la maternidad se practiquen en circunstancias de seguridad, consentimiento y bienestar.

Una de ellas es la sicóloga Paola Rodríguez, coordinadora de los programas Gente Joven y Comunitario de la Asociación Sonorense para la Salud Reproductiva.

Es ella quien nos proporciona los siguientes datos:

En 2014 se registraron en Sonora 78 embarazos en menores de 15 años, con un aumento en relación a años anteriores de 17%.

Esto implica que en Sonora, 6.5 niñas al mes de entre 10 y 14 años, sólo el año pasado, tuvieron una experiencia sexual traumática y son o serán madres próximamente.

Los datos, nos explica Paola Rodríguez, proporcionados por el Hospital Infantil y de la Mujer del Estado de Sonora (HIMES), reflejan parcialmente la realidad.

Apenas hace dos años comenzó a llevarse metódicamente la estadística de estos casos, pues tradicionalmente se medía el embarazo adolescente en el rango de edad de entre 15 y 19 años.

En este último sector de la población, el HIMES contabiliza en el estado 2,477 embarazos en 2014, con un descenso de 5% respecto del año anterior.

Paola nos aclara que, contra lo que tradicionalmente creemos, los embarazos en adolescentes no dependen de un determinado estatus socioeconómico y condición cultural; no respetan clases ni credos. Pero a mayor escolaridad, incide la sicóloga, la adolescente se encuentra más protegida de resultar embarazada o, si ya ha concebido un bebé, de proporcionarle a su hijo una mejor calidad de vida.

Uno de los grandes logros de las organizaciones civiles al respecto es que, actualmente, ya no queda a criterio del director de la escuela o los maestros que la adolescente embarazada continúe o no sus estudios.

Existe ya un programa a nivel nacional impulsado por la SEP llamado Promajoven, nos ilustra Paola, que garantiza a través de becas que las madres adolescentes puedan seguir estudiando. Lo anterior es un reconocimiento a sus derechos humanos, a su dignidad, y, de alguna forma, evita la discriminación que antes enfrentaban en los centros educativos, que las condenaban a ocultarse por ser un mal ejemplo.

Educación sexual deficiente

La prevención es la clave, y para ello, es necesario abordar el tema de la educación sexual, pospuesto o sesgado siempre en el debate nacional, debido a posturas conservadoras que le apuestan a la abstención y que niegan una realidad que las cifras sólo confirman parcialmente.

Al respecto, Paola Rodríguez nos dice que tanto en Sonora como en todo el país, la educación sexual es deficiente. Sólo algunas pocas entidades, especialmente el Distrito Federal, están trabajando a profundidad el tema, tanto desde la sociedad civil como desde el sector público.

Pero no hay que olvidar que en su entorno, bien sea en una escuela, en un hospital, en una dirección gubernamental, en todo el país hay personas que están haciendo la diferencia; profesionales de la salud sexual y la salud reproductiva que luchan contra las trabas y las dificultades que existen en las ciudades y estados más moralistas, nos argumenta Paola con un cierto deje de optimismo.

En Sonora, por ejemplo, es el caso de la asociación que ella integra. En su búsqueda por proporcionar una sólida educación sexual, esta ONG se ha encontrado con muchas posturas moralistas que asocian la sexualidad con el deber ser, las buenas costumbres, y ofrecen la abstinencia como única alternativa; discursos que, más allá de la carga religiosa, atentan contra los derechos humanos de los adolescentes y su derecho a elegir libremente cómo relacionarse afectiva y sexualmente.

El problema es que estas posturas que castigan o buscan reprimir la sexualidad en los adolescentes, no logran su objetivo, al contrario, provocan que las muchachas inicien su vida sexual en un ambiente de ignorancia, coerción, presión social y sicológica que, por un lado, las estigmatiza y por otro, puede tener consecuencias como embarazos no deseados.