Mujeres valientes, resistentes y resilientes

En mi experiencia, las mujeres me han impulsado, me han enseñado que podemos crecer por nosotras mismas, porque antes que mujeres somos personas y porque el éxito no está en la derrota de otros, sino en las victorias de tod@s
Por Soledad Durazo Barcelo
No son pocas las ocasiones en que se cuestiona el apoyo entre las mujeres para su desenvolvimiento en diversas áreas de la vida.
Que somos nuestras peores enemigas y las que con mayor facilidad nos metemos zancadillas porque hay un celo natural, casi casi inherente a nuestra condición de género.
No dudo que en algunos casos los celos profesionales por ejemplo, se dejen sentir. No es privativo de las féminas, también habría que precisarlo.
Podemos tejer muchas historias, basadas en la especulación o en la repetición de dichos.
Para hablar con certeza, yo quiero centrarme en esta ocasión en mi historia personal. Lo hago como reconocimiento y eterno agradecimiento. Adelanto que la mía, no considero una trayectoria —conformada ya por medio siglo de vida—, plagada de sufrimientos sino todo lo contrario. Adelanto entonces, que podrá parecer aburrida para much@s.
He estado rodeada de mujeres valientes, resistentes y resilientes; mujeres suaves y de sutil carácter.
En mi primera infancia, viví pegada a las faldas de mi nana; en realidad era mi tía; nunca casó. Me dormía en sus brazos viendo el cielo, pretendiendo contar las estrellas y escuchando la plática entre las mujeres vecinas que se juntaban por las noches a contar historias y a fumar cigarrillos.
De mi nana Mariana aprendí que la vida podía gozarse en la sencillez más absoluta y en la entrega del amor incondicional a la familia.
Crecí escuchando a mi madre decir que yo tenía que salir del pueblo, que tenía que estudiar, que tenía que “ser alguien”. Se encargó de tatuar en mi ser, la asociación de la educación con la posibilidad de una mayor realización personal… amiga de la profesora Rosita, creo que hicieron deliberada o no, una alianza para fijarme la idea de estudiar una carrera y salir del pueblo a la universidad.
Esthela fue mi primera jefa. Ella contrató mis servicios para que todos los días antes de irme a la escuela, “hiciera los mandados”… me pagaba cada sábado 5 pesos que el lunes yo daba a la maestra Carmela para que los pusiera en la cooperativa escolar y que ganaran intereses para al final del año escolar, recibir los beneficios.
Salí del pueblo a la universidad. De forma muy generosa siempre, me recibieron mis primas… viví con ellas cinco años. Una época hermosa.
Durante mis primeros años de universidad, mis hermanas que trabajaban, me ayudaban para el sostenimiento aquí.
Mi primer trabajo en Hermosillo, fue gestionado por una de mis primas, Celia; yo tenía miedo de trabajar de secretaria porque no sabía manejar las máquinas de escribir eléctricas. Ella me aventó al ruedo.
La primera oportunidad para trabajar en medios de comunicación, me la brindó la Lic. Jossie Robles, entonces directora de Radio Sonora. Yo apenas estudiaba el tercer semestre de la carrera de comunicación en la Unison.
La Dra. Marcela Martínez, que dirigió mi tesis en la universidad, me impulsó a empezar en el apasionante mundo de la docencia, allá por 1995; sigo dando clases y me fascina.
La primera oportunidad para un programa de TV, me la brindó Armida Bernal, como directora de producción de Telemax. Cuando viví en el extranjero, Maricarmen y Ana me demostraron que la familia no precisa código genético y la amistad no está sujeta al continente en que una nace.
Mis principales colaboradoras han sido mujeres. No quiero correr el riesgo de omitir a ninguna, solo quiero mencionar a la inolvidable Mamey Olea, que representa la entrega, la lealtad y la buena vibra que en general han caracterizado los ambientes en los que la vida me ha colocado.
En todo este recorrido de ya casi 30 años de actividad profesional, insisto, las mujeres han tendido puentes, han asfaltado caminos, han sumado brazos, han provocado superación. Y lo más importante, han tejido lazos solidarios; de lo profesional hemos transcendido a lo personal; mis hermanas de sangre son tres; mis hermanas de vida por fortuna, puedo contarlas en decenas… es la familia extendida que ahora me ha llenado de sobrinos, de cuñados, de ahijados… que me llena de vida.
L@s hij@s de mis herman@s son seis; un hombre y ¡cinco mujeres! Me enseñan constantemente, me ayudan a crecer; Carlos y Scarlet son nobles, generosos y muy trabajadores; aprendo del valor con que Karla enfrenta su circunstancia y que no se da por vencida; de la defensa que Danely hace de sus creencias y de su capacidad para alcanzar objetivos, de la disciplina de Ivana y su búsqueda constante de la excelencia y de la alegre madurez que exhibe Rebeca a su corta edad.
En mi experiencia, las mujeres no han jalado mis pies para que no me supere. En mi experiencia, las mujeres me han impulsado, me han dado ejemplo, me han tendido la mano, han creído en mí. No, no me han metido zancadillas, me han enseñado que podemos crecer por nosotras mismas, porque antes que mujeres somos personas y porque el éxito no está en la derrota de otros, sino en las victorias de tod@s.
Dice un buen amigo mío: No hay nada que iguale más a las mujeres que la igualdad entre ellas mismas. Cuando lo logran son inmensamente superiores a cualquier otra expresión social o política… son tan importantes como la invención de la rueda.