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MUSAS, un elefante blanco que nunca se transformó

Por Imanol Caneyada/

Al frente del único museo en Sonora equipado para grandes exposiciones continúa Rubén Matiella, cuya gestión durante el gobierno padrecista fue duramente criticada por la comunidad artística; entre otras cosas, convirtió el recinto en un salón de baile para bodas y quince años de los funcionarios del Nuevo Sonora

El Museo de Arte de Sonora, MUSAS, de momento no ha sido contemplado en las transformaciones que el nuevo Gobierno del estado ha impulsado desde su llegada al poder.

Si bien en todas las dependencias gubernamentales los cambios de funcionarios y de políticas públicas han querido borrar toda huella del padrecismo y sus prácticas irregulares, en el caso del único museo en Sonora con la infraestructura y los alcances para albergar grandes exposiciones, la continuación de Rubén Matiella en la dirección general ha sorprendido a la comunidad artística.

Rubén Matiella, director del MUSAS desde 2010.
Rubén Matiella, director del MUSAS desde 2010.

Durante su gestión en la pasada administración, en repetidas ocasiones la comunidad artística solicitó públicamente su destitución por su incapacidad, por las condiciones de abandono en que estaba el recinto y por su falta de perfil.

Mayor ha sido la sorpresa si tenemos en cuenta que el aún director de MUSAS participó activamente en la campaña del ex candidato a la gubernatura Javier Gándara como coordinador de cultura de la misma y desde hace años está vinculado con el padrecismo.

El 16 de abril de 2015 los medios de comunicación se hacían eco de una carta en la que un grupo de artistas y promotores culturales pedía la destitución de Rubén Matiella.

Entre los alrededor de 70 firmantes, podemos encontrar los nombres de Adriana Castaños, coreógrafa; Ethel Cooke, artista visual; Javier Ramírez Limón, artista visual y curador; Mario Moreno Zazueta, pintor y grabador; Benito González, coreógrafo; Adria Peña, actriz y docente de teatro; Luisa Castro, bailarina, coreógrafa y maestra; Alejandra Avilés, artista visual; Carlos Licón, artista visual; Claudia Díaz Symonds, comunicóloga; Juan Carlos Coppel, artista visual; Héctor Maldonado, artista visual y educador; Alfredo Káram, artista visual; Daniel Ruiz, artista visual; Rosa Vilá Font, actriz y cuentacuentos.

Todos ellos y otros más, con un peso específico en el quehacer cultural en Sonora, denunciaban en su carta que “el prolongado y manifiesto abandono del edificio, la indiferencia hacia quien lo visita y una administración aislada y ocupada en estos momentos en su futuro político (una activa participación en la campaña de Gándara Magaña), son las características que mejor definen el hasta ahora frustrado proyecto MUSAS”.

Y pedían:

“Los abajo firmantes rechazamos de manera categórica la continuidad de la administración encabezada por Rubén Matiella Villaescusa. Consideramos que los sonorenses merecemos funcionarios profesionales y comprometidos con el desarrollo artístico y cultural, así como con probadas capacidades de gestión, compromiso y diálogo constructivo con la comunidad artística y la sociedad”.

El mayor temor de la comunidad artística en esos días de campañas y aspiraciones políticas era que si ganaba Javier Gándara la gubernatura, Rubén Matiella se presentaba como uno de los firmes candidatos a asumir la dirección del Instituto Sonorense de Cultura.

Con el triunfo de Claudia Pavlovich, la idea general fue que el joyero de profesión terminaría sus días frente a MUSAS en septiembre de 2015.

Sin embargo, aparentemente realizados todos los cambios en el gabinete y en las paraestatales, al frente del Museo de Arte de Sonora continúa un funcionario que, entre otras cosas, convirtió el recinto en un salón de baile de lujo para que los funcionarios del Nuevo Sonora celebraran fiestas de quince años, bodas y bautizos.

Los cuestionamientos que giran en torno al director del museo es su falta de conocimientos museográficos y de curaduría, su trato despótico a la comunidad artística y su desconocimiento de la misma, además de su incapacidad para gestionar recursos y operar el recinto.

MUSAS, durante la administración de Matiella llegó a estar en un estado de abandono sorprendente en unas instalaciones de estas características.

Árbol que nace torcido

El Museo de Arte de Sonora, MUSAS, nació en medio de la controversia. El proyecto cultural más ambicioso del boursismo nunca estuvo a cargo del Instituto Sonorense de Cultura ni de ningún órgano rector cultural del estado, pertenecía y pertenece al fideicomiso IMPULSOR, una institución diseñada en la administración de Eduardo Bours para impulsar proyectos económicos en la entidad.

El diseño, construcción y apertura del edificio ubicado en el bulevar Vildósola, esquina con la avenida Cultura, desde el principio se hizo a espaldas de la comunidad cultural sonorense y de la sociedad en general.

Originalmente formaba parte de un desarrollo económico y turístico en esa zona del Vado del Río que incluía hoteles, casinos, centro de convenciones y centros comerciales; es decir, se originó desde una perspectiva económica y turística, nunca como un centro que activara la cultura y el arte en Sonora.

El principio fundador era el de crear un espacio elitista que albergara grandes exposiciones de artistas nacionales e internacionales, pensado para el turismo de negocios principalmente, ejecutivos de grandes transnacionales acostumbrados a vivir en ciudades con una variada oferta cultural.

El modelo inspirador fue el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO, cuyos responsables fungieron como asesores de la creación de MUSAS.

El primer conflicto que enfrentó el proyecto fue la oposición de grupos de ecologistas y activistas sociales que quisieron impedir la construcción del museo en el predio de lo que era el Parque de Villa de Seris; 380 árboles murieron en el intento.

La segunda controversia alrededor de este espacio fue el anuncio de que en las galerías de MUSAS no habría espacio para los artistas sonorenses, pues su calidad no correspondía con el concepto del museo y sus aspiraciones.

El tercer conflicto tuvo que ver con el nombramiento de la primera directora: Rosa María Haas Airola.

A pesar de haber nacido en Nogales, Sonora, toda su carrera la realizó entre la Ciudad de México y Sinaloa, por lo que la comunidad artística local la desconoció y criticó su nombramiento.

Rosa María Haas tenía las credenciales para dirigir MUSAS; museógrafa y curadora de arte, poseía una amplia experiencia al frente del Museo de Arte de Sinaloa y los contactos necesarios para traer grandes exposiciones al recinto.

De hecho, MUSAS se inauguró en septiembre de 2009 con una exposición de Rufino Tamayo, uno de los más internacionales y renombrados artistas mexicanos.

Significativo fue que el nombramiento de la directora del museo lo hiciera público el entonces secretario de Economía, Francisco Díaz Brown Olea, y no, por ejemplo, el director del ISC en ese momento, Fernando Tapia Grijalva.

Pero los proyectos para MUSAS y para toda la zona del Vado del Río se vieron truncados por el triunfo del panista Guillermo Padrés y la derrota del delfín del boursismo, Alfonso Elías Serrano.

En el 2010, Rosa María Haas dejaba la dirección de MUSAS y Guillermo Padrés nombraba a un joyero sin experiencia en el ramo, sin conocimientos curatoriales ni museográficos y sin contactos en el mundo del arte nacional e internacional.

Todavía en 2011 MUSAS mantuvo el impulso original de albergar la obra de grandes artistas, pero para el 2012 el declive comenzó a ser notorio.

El proyecto quedó fuera de los intereses del Gobierno del Estado y la falta de recursos, aunado a la deficiente gestión de Matiella, se reflejaron en el abandono de un recinto diseñado originalmente para grandes cosas.

Las fiestas de los funcionarios del Nuevo Sonora en sus instalaciones, la decadencia de la infraestructura y un tímido pero poco fructífero intento por convertirlo en un espacio para los artistas locales terminó por hundir lo que fue considerado en su momento el gran proyecto cultural de Sonora.

A poco menos de seis meses de la llegada de la nueva administración, MUSAS parece haber sido olvidada por ésta. La ratificación en el puesto de un funcionario que provocó la animadversión de la comunidad cultural y que supo granjearse el repudio de los artistas locales, aunado a la incertidumbre jurídica y a la falta de recursos la mantienen en ese estatus de elefante blanco que adquirió por lo menos desde 2012.

A finales de la administración pasada hubo algunos tímidos intentos por parte del Instituto Sonorense de Cultura para que MUSAS formara parte del organigrama del órgano rector de la cultura en la entidad. No prosperaron.

Aún la paraestatal depende del Fideicomiso IMPULSOR, cuyo perfil no encaja con las políticas culturales que pudieran desarrollarse en Sonora y aún sigue al frente un hombre que durante cinco años demostró que no tiene la capacidad.