Muy negro, el panorama de la conservación ambiental en Sonora
Por Imanol Caneyada/
La apatía de la sociedad, la falta de voluntad política de las autoridades gubernamentales y la escasa educación ambiental en los centros educativos pone a uno de los estados del país más ricos en biodiversidad en una situación crítica
Cada vez más científicos y pensadores en la actualidad tienden a comparar el comportamiento de la especie humana con el de una plaga. Una plaga destructiva. Basta que el ser humano moderno se haga presente en un ecosistema que ha mantenido el equilibrio durante cientos de miles de años, para que pronto aparezcan las huellas de la destrucción.
México es uno de los países más ricos en biodiversidad en el mundo. Dentro de nuestro país, la región Sonora-Chihuahua encabeza esta riqueza ambiental. A lo largo y ancho de su enrome geografía, en ambos estados conviven ecosistemas desérticos y subtropicales, por ejemplo, sin hablar de la biodiversidad marina de nuestras costas.
Sin embargo, la apatía social, la indiferencia de las autoridades y la falta de recursos humanos y materiales para proteger las riquezas naturales que nos rodean penden como una espada de Damocles sobre nuestro medio ambiente.
Las actividades humanas como la ganadería, la tala indiscriminada de árboles y la minería han reducido considerablemente esta biodiversidad y, si no hacemos algo, amenazan con destruirla.
El 95% del territorio sonorense es explotable desde el punto de vista minero. Esto hace que año con año acudan compañías mineras de todo el mundo para explotar el subsuelo con el consentimiento de las autoridades. Las consecuencias de sus actividades las hemos padecido, al grado de que desconocemos el verdadero daño a mediano y largo plazo que el derramé tóxico provocó el año pasado en la cuenca del Río Sonora.
Ya no existen en la región, los exterminamos, acabamos con su vida, especies como el oso pardo, nos dice Gerardo Carreón Arroyo, director de conservación en Sonora de la Asociación Civil Naturalia. El último registro que hay de este gran carnívoro data de los años 70. Desde entonces, se extinguieron.
Otro caso de una especie icónica extinta es la del lobo mexicano. Según Gerardo Arroyo, alrededor de los 60 este carnívoro desapareció producto de la persecución de los ganaderos, quienes justificaron su exterminio por las mermas que el lobo provocaba en el ganado.
“En esos años, junto con Estados Unidos, se implementó una campaña de erradicación mediante el envenenamiento, basada principalmente en mitos como que el lobo ataca a las personas, lo cual no es completamente cierto, en su momento hubo muy pocos reportes al respecto”.
La catástrofe ambiental producto del envenenamiento de esta especie detuvo la campaña de exterminio. Nos explica el ambientalista que las especies carroñeras, al consumir la carne envenenada de los lobos, también morían.
En los años ochenta se recuperaron los últimos lobos mexicanos existentes en la Sierra Madre Occidental para reproducirlos en cautiverio. A principios del año 2000, después de un intenso trabajo colegiado entre muchas instituciones privadas y públicas, se decidió reintroducir el lobo mexicano a su hábitat, precisamente aquí, en Sonora. En 2011, coordinados por Naturalia AC, varias instituciones académicas y gubernamentales lograron soltar una familia de lobos mexicanos en la sierra San Luis, por el rumbo de Agua Prieta (cinco individuos), con la esperanza de que arraigaran y se multiplicaran.
Los resultados fueron que una vez más los ganaderos retomaron esas viejas prácticas y los envenenaron con estricnina (sustancia que provoca una muerte lenta y dolorosa por hemorragia interna).
“A pesar de la labor de información que hicimos a través de los medios de comunicación y las charlas que dimos en ejidos y comunidades, siempre hay grupos que añoran las viejas prácticas”, denuncia impotente Gerardo Carreón.
La experiencia les ha enseñado a los integrantes de Naturalia que los grandes carnívoros como el citado lobo o el jaguar prefieren cazar las especies que naturalmente han sido su alimento, y sólo cuando éstas faltan, atacan al ganado. Pero el alimento natural de estos carnívoros, en la región, ha sido mermado por las actividades cinegéticas.
“Y nos consta que los manejadores de estas actividades cinegéticas no respetan las vedas ni el número de piezas que está permitido cazar”.
Otro especie extinta en Sonora es el carpintero imperial, cuya desaparición se debió a la tala de los grandes árboles que este ave necesitaba para subsistir.
Pero el verdadero drama está en que hay muchas otras especies extintas de las cuales ni siquiera hay registro, se lamenta el integrante de Naturalia.
Especies amenazadas
En la actualidad, en Sonora, más de cien especies están amenazadas o en peligro de extinción, según la Secretaría de Protección al Medio Ambiente y Recursos Naturales.
A decir de las asociaciones civiles como Naturalia, no podemos dejar su conservación solamente a las instituciones gubernamentales, es necesario que la sociedad civil, los académicos y los empresarios nos involucremos.
Siguiendo este esquema, luchando contra la falta de recursos y los laberintos burocráticos para hacerse de ellos, contra la apatía de la población en general y de las autoridades, este organismo ambientalista, fundado en los años 90 en la Ciudad de México, mantiene varios proyectos de conservación de especies regionales con relativo éxito.
Pero la línea entre el éxito y el fracaso es muy delgada. Por ejemplo, nos explica Gerardo Carreón, Sonora puede ser el estado en donde se conserve la última colonia de perritos de la pradera cola negra (Cynomys ludivicianus) o el estado en donde desaparezca definitivamente.
Existían dos colonias, Naturalia trabaja actualmente por conservar la única que queda. Estas ardillas de hábitos terrestres han perdido el 98% de su población y el 97% de su área de distribución.
Los beneficios ecológicos de esta especie son muchos, por ejemplo, incrementan la complejidad ambiental, favorecen la sucesión vegetal, contribuyen al ciclo de nutrientes de los suelos en los que habitan y favorecen la hidrología de esa zona.

La realidad es que son muy pocas las organizaciones en Sonora que trabajan en pro de la conservación ambiental y muchas que había han desaparecido por falta de recursos, falta de proyectos y de políticas gubernamentales para la preservación de la vida natural, denuncia Carreón Arroyo.
Naturalia AC, por ejemplo, busca colaboración internacional para poder mantener las dos reservas naturales con que cuenta. Una de ellas es Jaguar del Norte. El jaguar es una de las especies en Sonora en vías de extinción por la fragmentación de su hábitat, la pérdida de zonas de matorrales y la cacería ilegal.
Con esta reserva natural en la que se protege a este felino regional, nos instruye el ambientalista, también protegemos otras especies, como la guacamaya verde o la nutria de río.
Este proyecto, ubicado en las inmediaciones del municipio de Sahuaripa, involucra a comunidades rurales y pequeños propietarios que poco a poco han entendido el valor de la conservación. Cuenta con 23,500 hectáreas, pero se han sumado gracias a los convenios con los rancheros vecinos alrededor de 20,000 hectáreas.
La conjunción de esfuerzos de la sociedad civil, organismos internacionales y nacionales de preservación del medio ambiente y la academia le ha permitido a Naturalia preservar este proyecto desde 2003, consiguiendo, entre otras cosas, mantener y reproducir la población de jaguares existente más al norte en todo el continente americano.
La otra reserva natural que promueve esta asociación civil ambientalista es la de Los Fresnos, en la cuenca del río San Pedro, en el municipio de Santa Cruz, “donde también tenemos una riqueza increíble”.
En este caso, han logrado proteger el ecosistema de pastizales, uno de los más amenazados aunque se mencione poco. “En este ecosistema tenemos pastos naturales nativos, muy ricos en nutrientes para el ganado que históricamente fueron utilizados por el bisonte, una especie que en este estado también ha desaparecido”.
Entre otros logros, esta reserva natural ha conseguido que regrese el castor a la región, una especie que había desparecido y que de nuevo tiene presencia en Los Fresnos.
Conciencia en la población, acción gubernamental
Gerardo Carreón define la actitud de los sonorenses y de las autoridades respecto de la conservación con una palabra: apatía.
No se ha hecho un gran esfuerzo por llevar el tema ambiental a las escuelas ni se ha hecho conciencia de la importancia de preservar los ecosistemas y de que se protejan especies como el jaguar.
En el caso de las autoridades estatales, su trabajo en este sentido es de total falta de voluntad política, denuncia el ambientalista.
El Centro Ecológico es un ejemplo de ello, en el que se ha llegado al extremo de que los propios empleados colectaran comida para los animales ante la falta de presupuesto.
En la Comisión de Ecología y Desarrollo Sustentable del Estado de Sonora (CEDES), en el rubro de conservación, no existe un solo proyecto ni información disponibles sobre las posibles acciones al respecto ni seguimiento. Nada.
Pone por ejemplo la pareja de lobos mexicanos que tuvo una camada de seis cachorros en el Centro Ecológico. ¿Qué ha pasado con ellos, dónde están, qué se ha hecho? Yo sé que esos cachorros están en manos de Grupo México. ¿Por qué se fueron?, ¿por qué los entregaron cuando es una especie protegida en vías de extinción?
Por falta de recursos, se responde Gerardo, pero añade: ¿y dónde están esos recursos que se destinaron para ello?
Los consejos ciudadanos para la preservación de la vida silvestre no han funcionado, incide Carreón, pues el gobierno no acepta la crítica constructiva ni escucha.
Además, ha faltado mucha transparencia y rendición de cuentas en cuanto a los recursos que debían destinarse a programas de preservación de la vida silvestre.
El camino es arduo, la conciencia tanto a nivel de sociedad civil como gubernamental es escasa e instituciones como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente no cuenta ni con los recursos ni la capacitación ni el personal para perseguir los delitos ambientalistas, a riesgo incluso de perder la vida, como ha sucedido en algunos estados de la República, cuando agentes de la Profepa se han topado con traficantes de especies protegidas o taladores ilegales de árboles.