Papa honra a la Guadalupana con himnos argentinos
El papa francisco celebró el viernes la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe en una misa con himnos folclóricos argentinos.
El pontífice elogió la «Misa criolla», una de las primeras misas compuestas en idiomas vernáculos tras las reformas del Concilio Vaticano II. Dijo que los himnos en español, acompañados por instrumentos criollos, eran un paso importante para el desarrollo de la iglesia en Latinoamérica.
La festividad de Nuestra Señora de Guadalupe es una de las más importantes en esa región. Millones de personas hacen la peregrinación anual a la basílica mexicana en homenaje a la virgen morena que según la tradición se apareció a un indígena campesino el 12 de diciembre de 1531.
El ya fallecido compositor argentino Ariel Ramírez presentó la Misa Criolla al papa Pablo VI en la misma festividad hace 50 años.
Cerca de 700 mil peregrinos visitan a la Guadalupana en la Basílica
Al menos cinco millones de personas dejaron de lado sus ocupaciones cotidianas para rendir culto a La Virgen de Guadalupe.
Como cada año, sin importar el día de la semana en que se celebra a la Guadalupana, arribaron fieles al Tepeyac, empujados por la crisis económica o la necesidad de encomendarse a un ser superior.
Desde el miércoles pasado comenzaron a llegar a la Basílica peregrinos a bordo de autobuses, camiones de carga, camionetas, automóviles, a pie o en bicicleta para pedir a la Virgen de Guadalupe que les ayude a sobrellevar la actual situación de violencia o de carencias económicas que hay en México.
Juan llegó la noche de este jueves 11 desde Valle de Chalco y recorrió de rodillas los dos kilómetros que hay desde Peralvillo hasta la Basílica.
El último tramo lo realizó prácticamente a gatas, apoyándose en su brazo izquierdo completo, y en su brazo derecho que más bien es un muñón. Le acompañan sus dos hijas que también avanzan a gatas, y quienes estuvieron a punto de morir recientemente a causa de enfermedades que no pudieron ser atendidas oportunamente debido al estado de miseria en que viven.
AP/EXCÉLSIOR