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Porque si no lo digo yo… lo dicen ellas

El montaje escénico poético a partir de “Poesida”, de Abigael Bohórquez, dirigido por Carlos Sánchez, es una ventana a libertad para las internas del Cereso I de Hermosillo

 

Por Imanol Caneyada

“Porque si no lo digo yo, poeta de mi hora y de mi tiempo, se me vendría abajo el alma, de vergüenza, por haberme callado”.

Estos versos del poema “Duelo”, incluido en el libro “Poesida”, del poeta mayor del desierto Abigael Bohórquez, dan título al montaje escénico poético protagonizado por dieciséis internas del Cereso I de Hermosillo, dirigidas por el escritor y periodista Carlos Sánchez.

El espectáculo fue montado en un pequeño escenario improvisado en un aula del área femenil de la cárcel.En el pequeño escenario improvisado en un aula del área femenil de la cárcel, con un par de piernas negras y un telón negro de fondo, obra de las mismas reclusas, circulan estas mujeres con los versos en la garganta, a veces trémulos, otras rotundos, naturales y fluidos.

Lejos de la declamación acartonada y redicha de aquellos tiempos escolares, las internas “dicen” con soltura cada palabra de una obra que les llega al alma, porque de una forma empática y contundente, se identifican con la biografía de los personajes que pueblan el poemario, “que, desde que nacieron, son confinados, etiquetados, muertos en sus propios rediles”, nos recuerda el poeta.

Y así, con la metáfora hecha carne, ellas claman en ese desierto dentro del desierto, entre cuatro muros que se desvanecen gracias al poder de la literatura.

El montaje, nos cuenta Carlos Sánchez, es la conclusión de un taller de crónica que impartió a las muchachas del femenil, auspiciado por el Instituto Sonorense de Cultura y el Sistema Estatal Penitenciario.

Quería acercarlas a la poesía, esa manifestación tan lejana y al mismo tiempo tan próxima a sus vidas; y a cierto tipo de música, la que interpreta en un rincón del escenario la chelista de la OFS Nubia Jaime Donjuán, invitada de lujo que acaricia las cuerdas del instrumento para subrayar los versos del poeta o para llenar los silencios de las actrices, otra forma de recitar un poema.

La combinación de palabra, música y silencio estremece al auditorio: las propias compañeras de las ejecutantes que no pierden detalle del montaje.

Hay un desafío implícito en la manera en que las actrices nos narran el mundo hostil y violentado de los protagonistas de los poemas, seres excluidos por su sexualidad, condenados desde su nacimiento.

La valentía con que Abigael arroja luz sobre esa oscura zona de la cerril sociedad nuestra, la hacen suya las recitantes y desafían al público con cada verso apuntalado en la sencillez de la vivencia.

“Porque si no lo digo yo…”, gritan todas al mismo tiempo al final del espectáculo, afortunadamente lo dicen ellas, en estos tiempos en que los de extramuros hemos confundido la denuncia con el pavoneo digital.

Estas eran Fabiola, Lupita, Paola

Parafraseo al poeta en su poema “Retratos” y digo:

Esta era Fabiola. Desde los trece años empezó a consumir heroína. Ahora cumple una condena de cuatro; pronto, en unos meses, saldrá libre. Hace dos que está limpia.

Desde que lo descubrió, adora a Abigael Bohórquez, hasta un retrato a pluma hizo a partir de una fotografía del poeta caborquense.

Lee y relee su obra en la soledad de la celda porque, dice, no es muy sociable; y escribe poemas que le sirven para exorcizar sus demonios.

No se arrepiente de lo que ha vivido, y ha vivido un infierno a su corta edad, porque de todo ello saca fuerzas para escribir versos que la han llevado a ganar el concurso nacional de poesía Salvador Díaz Mirón.

Le comento que Cervantes escribió buena parte del Quijote en la cárcel, los primeros lectores de la obra magna de la literatura española fueron sus compañeros presos. Le brillan los ojos y me revira que también José Revueltas, el gran escritor mexicano, estuvo preso en Lecumberri.

Lo primero que hará cuando salga será visitar la estatua de Abigael Bohórquez, vandalizada a los pocos días de su instalación. Le hubiera encantado conocerlo en vida.

Para Fabiola, la literatura es una forma única y efectiva de encontrar la libertad entre esas cuatro paredes.

Aunque sabe que afuera está la verdadera batalla, una batalla que tendrá que enfrentar armada de los versos que la acompañan en esos días de encierro, rodeada de lo que ella considera su familia.

Esta era Lupita. Espera salir pronto beneficiada por el buen comportamiento y la consecución de varios talleres como este.

De ser así, pagaría la mitad de la condena por un asunto de drogas en el que se vio involucrada sin temerla ni deberla; una rocambolesca historia en la que se incluye una persecución por parte de sicarios, el carro en el que viajaba balaceado y los ocupantes muertos, salvo ella, que salvó la vida de milagro.

Tiene un léxico florido, estudió derecho aunque no se tituló; lectora acuciosa y puntual, analiza la obra de Abigael Bohórquez y de otros autores a los que ha tenido acceso con precisión y agudeza.

Dice que se acercó a la literatura en el Cereso; una experiencia gratificante que de otra forma, en el exterior, probablemente nunca hubiera tenido.

Se enorgullece de sus hijas, cuatro; a pesar de las circunstancias han seguido el camino recto: la mayor está a punto de egresar de Ingeniería, la menor, de quince, acaba de ganar un concurso de matemáticas en la escuela, es una fiera para los números.

Le atemoriza lo que pueda encontrar afuera; la exclusión por ser una exconvicta, la falta de oportunidades a causa de su edad, una cuarentena muy bien llevada.

Pero confía en que la literatura le ha dado armas para recuperar su vida en el exterior y reencontrarse con sus hijas.

Esta era Paola. Se levanta de entre el público y camina hacia el escenario recitando los versos de “Poesida” con la soltura y la seguridad de una ejecutante consumada.

Le digo que lo ha hecho muy bien, como una actriz profesional. Me pregunta que si creo que hubiera podido llegar a Hollywood, luego se carcajea y se sujeta la panza con amor.

Una gran panza, nueve meses de gestación, a punto de dar a luz se subió al escenario.

Me cuenta que estuvo una semana en reposo, por nada del mundo se hubiera perdido la presentación de “Porque si no lo digo yo”.

Con la misma naturalidad y donaire con que recitó a Abigael, me informa que la fecha del parto está programada para el día siguiente.

¿Mañana?, casi grito. Ajá, mañana.

La ginecóloga le acaba de confirmar que el bebé ya está en posición. Para cuando lleguen estas líneas al lector, es posible que Paola haya sido mamá por cuarta vez.

Estas eran Carmen Aurora, María, Rosalía, Lisa, Oyuki, Nayeli, Jessica, Leticia, Amelié, Benicia, Yomarah, Mónica, Claudia.

Todas tienen detrás una historia que las llevó ahí, a ese escenario, a decir los versos de Abigael, un camino único hacia la libertad.

“En una realidad donde abunda el desamor, la indiferencia y las carencias humanas, es preciso encontrar con urgencia rincones de solidaridad, afecto y comprensión. Rincones donde la poesía surge para compensar los vacíos de nosotros”, nos recuerda el texto contenido en el programa de mano de “Porque si no lo digo yo”.