Pretendido derecho histórico y divino de los judíos sobre palestina

Por Dr. Jorge Ballesteros
Los sionistas fundan su derecho de apropiarse de Palestina en: un pretendido derecho histórico; y una promesa divina que pretenden haber recibido del cielo. Estos son los dos argumentos fundamentales esgrimidos por el sionismo para justificar el establecimiento de un Estado judío sobre el territorio árabe de Palestina.
A la luz de la historia remota de esa comarca se evidenciará el valor real de las pretensiones alegadas por el sionismo acerca de políticas, gobernantes, y jefes de Estado, y ante la opinión pública mundial, en general, para justificar los crímenes que los sionistas han venido cometiendo para apoderarse de la tierra de Palestina e implantar el Estado judío de Israel, en detrimento de los autóctonos palestinos tanto musulmanes, como cristianos.
Los historiadores admiten en forma unánime que los cananeos son los primeros habitantes históricamente conocidos de la tierra de Palestina llamada, entonces, “tierra de Canaán”.
El propio David Ben Gurión menciona el mensaje divino de “Te daré a ti y a tu descendencia, después de ti, todas las tierras de Canaán como reino eterno”. Entonces la tierra pertenecía, pues, a Canaán antes del nacimiento de Abraham, y antes de haber sido enviado por Dios como profeta, es decir desde hace unos 4000 años, ya que los historiadores sitúan el nacimiento de Abraham en el año 2000 A.C. Y que la ocupación judía de una parte de Palestina, bajo la conducción de Josué tuvo lugar, cuando Moisés renunció al mando de los judíos.
Del mismo modo los historiadores concuerdan en afirmar que el país de Canaán tomó el nombre de Palestina cuando una gran parte de su territorio que se extiende de Jaffa a Gaza, fue ocupado por Filisteos, después de la caída de Creta y de la destrucción de su flota en el siglo XIII antes de JC.
La historia registra, igualmente, que, como resultado de las presiones ejercidas por los filisteos sobre las tribus judías, se unieron y eligieron a Saúl como rey. Este hecho que remonta al año 1050 a. de JC. Constituye la primera manifestación histórica de los judíos como comunidad casi organizada en tierra palestina.
Pocos años después los filisteos derrotaron a Saúl y le dieron muerte. La primera monarquía judía había tocado a su fin.
David derrota a los filisteos y asume la dirección de los judíos hacia el año 1040 a de JC. Hasta el año 1001 a de JC. O sea 39 años consecutivos. Designó rey a Salomón, hijo suyo y de Bethsabé en el año 1011 a de JC. Y solo gobernó por 42 años después de haber dado muerte a su hermano Adoniás.
Así pues, los reinados de David y Salomón duraron más de 81 años, los historiadores reconocen este periodo como el único en que hubo un gobierno estable judío en Palestina. Después de la muerte de Salomón los judíos fundaron hacia el año 930-929 a. de JC. dos reinos en Palestina:
El de Judea al sur y el de Israel al norte que ambos reinos se la pasaron en guerras sangrientas entre sí.
Los asirios conquistaron en 915 a. de JC. al reino de Israel que solo duró 15 años. Los Babilonios conquistaron a su vez el reino de Judea, expulsando a todos los habitantes judíos y reduciéndolos al cautiverio en Babilonia en el año 586 a. de JC. el reino de Judea que no ocupaba más que una mínima parte del territorio de Palestina no duro más de 151 años.
Después de la dispersión de los judíos por Nabucodonosor, rey de Babilonia, no quedó ya ningún rastro del poder judío en Palestina de 586 al 167 a. de JC., es decir durante 419 años consecutivos. A lo largo de este período el país estaba en manos de los nabateos y de los sirios, y es solo después de la derrota de los babilonios vencidos por los persas, que los judíos cautivos en Babilonia fueron liberados y se les permitió retornar a Palestina en donde reaparecieron sin ejercer poder alguno.
Palestina fue seguidamente dominada por los griegos bajo el mando de Alejandro Magno, luego por los egipcios, romanos hasta la revolución de las tribus judías que con Jehuda Macabeo derrotaron al rey sirio Antíoco IV y una parte de Palestina cayo bajo el mando de los judíos en 63 a. de JC. o sea, durante 130 años.
Finalmente, el año 70 d. de JC. el general romano Tito destruyo Jerusalén y demolió el templo, solo quedó una parte lo que hoy se conoce como muro de los lamentos. En el año 70 de nuestra era, los judíos fueron dispersos y no quedo rastro en Palestina de ellos.
Hay que puntualizar, que los habitantes autónomos de Palestina, los palestinos pues, jamás abandonaron su territorio, a pesar de las convulsiones y guerras que vivieron a lo largo de la historia. En cambio, los judíos abandonaron el territorio palestino durante toda la época babilónica, tal como lo registra la historia.
Así las cosas, hasta 1948 en que el movimiento sionista preparó la destrucción del Estado de Palestina para la edificación sobres sus ruinas, del Estado de Israel. Los lobbies sionistas que gobiernan los Estados Unidos y a Londres, han proporcionado a este Estado artificial todos los medios necesarios para consolidar sus cimientos, afianzar su fuerza y asegurar su invulnerabilidad.
Le procura además todos los medios de agresión y de expansión en detrimento de los países árabes.
La leyenda de la alianza divina
El segundo argumento fundamental esgrimido por el sionismo para justificar el pretendido derecho histórico de los judíos sobre Palestina es la alianza de Abraham con Jehová “Te daré a ti y a tu descendencia después de ti todas las tierras de Canaán como reino eterno”.
Dios escogió pues, a Abraham para investirlo del mando porque él era fiel y porque había cumplido sus órdenes. Por otra parte, los judíos descienden de Abraham a través de Isaac y los palestinos descienden igualmente de Abraham a través de Ismael, antepasado de los árabes.
¿Pero esta grandeza de Israel estriba puramente en su descendencia carnal de Abraham, en que este pueblo está formado en los lomos del patriarca, o en cambio estriba en la fe que tiene Abraham en la promesa de Dios?
Esto es sumamente importante; porque si las bendiciones de Dios son para la descendencia carnal de Abraham, para la pura descendencia carnal, entonces por el hecho de ser hijo de Abraham, el pueblo judío será elegido y bendito entre todos los linajes de la tierra.
Si en cambio las bendiciones están reservadas a la fe en la divina promesa, la pura descendencia carnal no vale; es necesaria la descendencia de Abraham por la fe en la promesa, o sea una descendencia espiritual fundada en la fe.
No es por tanto la descendencia carnal de Abraham lo que salva, sino su unión espiritual por la fe en Cristo. Todos los que se unen con Cristo forman la descendencia bienaventurada de Abraham y de los patriarcas y son el objeto de las divinas promesas.
1. Las promesas hechas al antiguo Israel eran condicionales. Dios dijo: «Si diereis oído a mi voz. . vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos» (Exo. 19: 5; cf. Deut. 7: 8; 27-30; Jer. 18: 6-10; ver t. IV, p. 36).
2. Israel como nación no cumplió las condiciones; por lo tanto, perdió el reino y las promesas. Cuando Cristo, el hijo de David, vino y la nación judía rechazó a su Rey, ella perdió el reino (ver com. Mat. 21: 43; cf. com. Apoc. 20: 1).
3. La iglesia católica, el «Israel espiritual», es ahora la heredera de las promesas. El fracaso del Israel literal no significa que «la palabra de Dios haya fallado» (Rom. 9: 6).
Cuando la nación de Israel fue cortada como ramas muertas de la verdadera raíz de Abrahám, el Israel verdadero era entonces el fiel remanente judío que había aceptado al Mesías (ver com. Rom. 11: 5); y a esos judíos cristianos fueron agregados los cristianos gentiles injertados en el tronco original; por lo tanto, el árbol incluye ahora a los hijos espirituales de Abrahán (Gál. 3: 16, 26-29), es decir, la iglesia cristiana.
Pablo dice que «todo Israel será salvo» (Rom. 11: 26), pero establece claramente que «todo Israel» no significa todos los judíos. Excluye a los que son sólo «hijos según la carne» e incluye únicamente a los «hijos según la promesa» (Rom. 9: 6-8). A éstos les añade los gentiles que tienen la circuncisión verdadera, espiritual, que proviene de Cristo (Rom. 2: 26, 28-29; Col. 2: 11; ver com. Rom. 11: 25-26; Fil. 3: 3).
Pablo dice específicamente que los que no son judíos, pero son salvos por la gracia de Cristo, no son ya extranjeros de la «ciudadanía de Israel» y «los pactos de la promesa», sino que son «conciudadanos de los santos» (Efe. 2: 8-22).
En el Israel espiritual «no hay judío ni griego», sino que todos son uno en Cristo Jesús (Gál. 3: 28). Pablo aplica a «toda su descendencia» -cristianos judíos y gentiles- la promesa del reino (ver com. Rom. 4: 13, 16).
Pedro cita casi textualmente un pasaje clave (Exo. 19: 5- 6) que le prometía a Israel la condición de un pueblo escogido, una nación santa, un «real sacerdocio», y lo aplica a los cristianos que no son judíos. Esto muestra que él consideraba a la iglesia cristiana como heredera de la condición especial que poseyó anteriormente el Israel desobediente (ver com. 1 Ped. 2: 5-10) Así pues, queda reducido a la nada el segundo fundamento: el de la promesa divina sobre el cual el sionismo ha creído asentar el primer fundamento del derecho histórico de los judíos de apoderarse de Palestina y de dispersar a sus habitantes.