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¿Primavera Persa?

Las revoluciones de color tienen una tendencia alarmante de evolucionar hacia el terrorismo urbano y los disturbios, pero la percepción occidental de estos movimientos es que son “pacíficos”

Por Dr. Jorge Ballesteros

Desde el 28 de diciembre pasado, Irán vive una oleada de protestas callejeras, la más fuerte desde que miles de manifestantes invadieron las calles en 2009 para expresar su repudio a la reelección del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad (2005-2013).

Las protestas, que comenzaron en Mashhad (este) y se fueron extendiendo a otras ciudades, entre ellas Teherán, Isfahán (centro-norte) y Rasht (noreste), dejaron hasta el momento 20 muertos, según diversos medios. Se protestaba contra el aumento de precios y se terminó pidiendo la muerte del presidente Hassan Rohaní, relegido para un segundo mandato en agosto pasado.

Las sanciones establecidas por el gobierno de Donald Trump han sumergido al país en una nueva crisis económica, incrementado la desocupación que ha llegado a un 12%, fundamentalmente en la juventud, y un brote inflacionario de un 10%, que ha dado pie al inicio de las protestas que se han replicado en otras ciudades llegando incluso en Teherán.

En la ciudad nororiental de Sabzevar un grupo que no superaban las cincuenta personas gritó consignas como “Olvídense de Palestina” o “No a Gaza, no al Líbano, daré mi vida por Irán”, incluso algunos reclaman la vuelta a la monarquía. Otras de las ciudades que se vieron particularmente afectadas por las protestas fue Kermanshah, al oeste del país, donde se asienta la población kurda, siempre dada a revindicar su independencia como en Shahr-e-Kord, Bandar Abbas, Izeh, Arak, Zanjan, Abhar, Doroud, Karaj y Tonek

Se considera que las cuestiones económicas que fueron el detonante de las manifestaciones en el país persa adquirieron posteriormente un trasfondo político, lo que sugiere que la dirección de las protestas pasó a manos de las fuerzas políticas de la oposición. Los enfrentamientos en las calles del país se llevan a cabo exclusivamente entre los oposicionistas.

Se han presentado contramarchas en apoyo del régimen. Una mayoría de la sociedad rechaza los actos de violencia.

El Procurador general de Irán, Mohamad Jafar Montazeri, acusó a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí de organizar una conspiración para causar los disturbios observados en el país los últimos días, informó la agencia IRNA.

«Donald Trump anunció la disposición de EEUU a prestar ‘un gran apoyo’ a los manifestantes iraníes. Luego tomó la decisión de convocar una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, donde EEUU es miembro permanente,  para discutir las protestas contra el Gobierno de Persa.

Irán, el enemigo común

En 1979 en Oriente Medio, se registró un acontecimiento trascendental; el cambio de régimen en Irán y el establecimiento de una República Islámica con el derrocamiento del rey Pahlavi, principal socio de EE.UU. e Israel en la región. El nuevo sistema gobernante en el país persa impulsaba la ideología chií y pretendía su extensión.

Una realidad amarga para Arabia Saudí que mantenía el wahabismo y veía cómo el nuevo orden impulsado por Irán contradecía sus intereses en la región, a causa del número de seguidores que, día a día, iban ganando en países como Irak, Siria, El Líbano, entre otros.

Es de mencionar que luego de la firma del acuerdo entre Irán y el Grupo 5+1 que supuso una nueva era para las relaciones internacionales del país persa, además del fracaso de estados Unidos, Arabia Saudita e Israel en derrocar a los gobiernos en Siria e Irak mediante terroristas de Daesh, que también fue una victoria para Teherán, la influencia y el poderío iraní se sintieron más que nunca en la región.

Así cobra veracidad la versión de que dentro de los intereses geopolíticos del bloque de Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel se haya instrumentado una “Revolución de Color” en el país Persa. El objetivo principal consistiría en atacar «el triángulo de aliados en la región, compuesto por Rusia, Irán y Turquía».

Las revoluciones de color pueden ser generalmente concebidas como “protestas populares” externamente organizadas o desencadenadas desde el extranjero que apuntan a derrocar al gobierno a través de medios supuestamente “pacíficos”. En realidad, las revoluciones de color tienen una tendencia alarmante de evolucionar hacia el terrorismo urbano y los disturbios, pero la percepción occidental de estos movimientos es que son “pacíficos” y que cualquier violencia por su parte es debida a las “provocaciones” del gobierno. De nuevo, la realidad de la situación refuta esta caracterización, dado que la violencia de la revolución de color es desencadenada por los mismos “manifestantes”, tanto a través de una muchedumbre que se ha formado como resultado de la psicología de masas siendo transformada en el arma que esperaban los organizadores, o a través de unos pocos provocadores en su lado.

Lo que es más aterrador sobre las revoluciones de color es que parecen ser “legítimas protestas populares”, pero esto solo es la narrativa superficial inicialmente promovida por los principales medios de comunicación occidentales. Es un sentimiento muy incómodo pensar que miles, algunas veces cientos de miles de personas puedan tomar parte en un evento que en un modo u otro está organizado por elementos extranjeros. Esto no significa que todo el mundo que levanta una pancarta y marcha a través de una plaza de la ciudad sea un “agente extranjero”, sino solo que están siendo manipulados como “tontos útiles” ayudando a lograr el mismo gran objetivo estratégico hacia el que elementos exteriores están apuntando.

Las revoluciones de color por tanto funcionan mejor cuando hay algún grado de insatisfacción genuina hacia un gobierno objetivo o parte de su agenda, y esto ayuda a atraer “naturalmente” más gente al incipiente movimiento de cambio de régimen al reducir el “coste de entrada” para ganar acceso a la confianza de sus conciudadanos. Si la gente ya está cuestionándose a su gobierno, tanto por sí mismos como debido al pre condicionamiento informativo desde elementos anti-gubernamentales (sean extranjeros o nacionales), entonces ya son mucho más receptivos al tipo de retórica lanzada por los organizadores de la revolución de color y sus patrocinadores.

Sobre la propensión de las revoluciones de color patrocinadas por occidente de recurrir a la violencia, y esta etapa del proceso de cambio de régimen es realmente el principio de la guerra no-convencional. Algunas veces, como es el patrón más reciente, los “manifestantes” finalmente se transforman en “rebeldes” o terroristas urbanos, y esto marca la transformación total de los “manifestantes pacíficos” en unos combatientes de sangre fría y la conclusión del proceso de guerra híbrida, como pasó exactamente en Siria y Libia recientemente.

Hasta ahora se puede considerar como una revolución de colores fracasada en Irán, debida al rechazo de la mayoría de la sociedad iraní a los actos de violencia y a las masivas contramarchas en apoyo del régimen.

El control de las autoridades desde la revolución Islámica es total sobre el ejército y demás órganos de gobierno, aparte de que los servicios de inteligencia han  asimilado bien las lecciones recientes de las revoluciones de diseño como: Serbia y Montenegro en 2000, de Georgia en 2003; Ucrania un año más tarde, en Kirguistán en 2005, Bielorrusia en 2006, Birmania en 2007, Túnez en 2010, Ucrania 2013, y por supuesto las recientes de Egipto, Líbano, Siria, Libia, Irak.