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Que las paredes hablen, bato, ya que la ciudadanía calla

A un año de la muerte del periodista y escritor Javier Valdez, Ríodoce trata de mantener vivo el recuerdo en medio de la indiferencia

Por Imanol Caneyada

Hay un mural en el centro de Culiacán, en la calle Jesús Andrade, desde el que Javier Valdez Cárdenas ve pasar la vida. Un mural grande y colorido, con una inscripción que nos recuerda la enorme capacidad que tenemos para callar, para cerrar los ojos, para no indignarnos:

Que las paredes hablen, bato, ya que la ciudadanía calla.

Y si en esta ciudad uno pregunta por Javier Valdez, por la proximidad del primer aniversario de su asesinato, obtiene como respuesta un encogerse de hombros, una resignación añeja, la resignación de tantos años acumulados de inútiles muertos.

La primera lección está ahí, latente: los sacrificios son una pérdida de tiempo. A la muerte, por más heroica que sea, solo le sigue el silencio.

La segunda lección que aprendemos al recorrer las calles de la capital de Sinaloa, a unos días del primer aniversario luctuoso del periodista, es que los muertos no tienen voz, a pesar de que hayan dado su vida por esgrimir esa voz.

Pero hay lealtades conmovedoras en medio de la indiferencia; la de los integrantes del periódico Ríodoce que fundó Valdez, y la de otros colegas con nombres probados en el maltrecho periodismo nuestro.

Así que desde la ingenuidad y el heroísmo, Ríodoce convoca a cinco días de actividades para recordar al autor de libros como “Huérfanos del narco”, “Miss narco”, “Con una granada en la boca” o “Narcoperiodismo”, para que su muerte no sea en vano.

El programa que han armado del 12 al 16 de mayo incluye un torneo de ajedrez en memoria del periodista, la presentación del libro “La estafa maestra”; la exhibición del documental “No se mata la verdad”; el taller de cobertura a víctimas de la violencia impartido por Marcela Turatti, y conferencias magistrales a cargo de Jorge Alamazán, Guillermo Osorno y Carmen Aristegui.

Además de la marcha “Justicia para Javier Valdez, justicia para todos”.

¿Justicia en la tierra del narco? ¿Es eso posible?

Para muchos culichis la detención del Koala el pasado mes de abril como uno de los presuntos homicidas de Javier Valdez no es más que un intento por parte de las autoridades de crear chivos expiatorios, contentar a la opinión pública, simular una justicia que no llegará al fondo de la cuestión. Aquí la gente tiene muy claro quién manda.

Lo demás es circo.

Fuego cruzado

Es una perogrullada decir, como dijo el comisionado de Seguridad Renato Sales, que a Valdez Cárdenas lo mataron por sus coberturas periodísticas; también una forma de lavarse las manos. A quién se le ocurre, Javier, ponerse a escribir sobre esas cosas, mira que te lo advirtieron.

Renato Sales lo dijo el pasado 24 de abril, un día después de que fuera detenido por fuerzas federales Heriberto N, alias el Koala, supuesto sicario del Clan Dámaso, en guerra con los hijos del Chapo Guzmán; uno de los presuntos homicidas del periodista aquel fatídico 15 de mayo de 2017.

Lo detuvieron en Tijuana mientras circulaba en el mismo vehículo que usaron para el atentado, un Versa de color gris.

La fiscalía tratará de probar que el Koala, siguiendo las órdenes de Dámaso López, el Licenciado, asesinó al periodista junto con otros dos individuos prófugos de la justicia, debido a una serie de reportajes que Javier Valdez publicó principalmente en Ríodoce.

Estos trabajos podrían ser: La fiesta de Los Menores (los hijos del Chapo Guzmán, herederos del cártel de Sinaloa); “Dámaso y la escuela del gran dador”, crónica en la que Valdez reconstruye las excesivas fiestas del clan; o “El licenciado”, la historia de un joven que ingresa a una clínica de rehabilitación y en lugar de recuperarse es reclutado por el brazo armado de los Dámaso:

“A los familiares les mentían que iba mejorando, cuando en realidad se hundía en los trabajos para el Licenciado, cada vez más sangrientos. Era bueno para los golpes y para cumplir las órdenes”, narra Javier Valdez.

En este juego perverso del combate al narcotráfico, el relato de la fiscalía en torno a la detención del Koala tiene una serie de trampas y subterfugios.

Si pueden demostrar que el Koala apretó el gatillo por órdenes del Licenciado, quien fue detenido a principios de mayo del año pasado en la colonia Anzures de la Ciudad de México, el asesinato de Javier Valdez estará resuelto.

No habrá otras líneas de investigación, no se tocarán otras fibras mucho más delicadas que Javier Valdez investigaba, que tienen que ver con las complicidades del poder local con el entramado del narcotráfico en Sinaloa.

En una de las últimas entrevistas que Javier Valdez concedió, dijo a propósito de los riesgos de la profesión en estos tiempos y en este país:

“Siempre hemos estado en riesgo, pero creo que ahora es mucho, mucho peor porque nos hemos convertido en un obstáculo ¿no? Al denunciar la complicidad con la autoridad, el papel que tiene el narco en el desarrollo económico, en las grandes inversiones, etc”.

Tal vez por eso la indiferencia, la apatía y el desencanto.

Los culichis no creen en el circo que montará la PGR, saben, lo viven todos los días, que las raíces son mucho más profundas, y que el precio por desenterrarlas es muy alto.