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¿Realmente podemos controlarnos a nosotros mismos?

El Autocontrol nos permite frenar, acelerar, quitar y transformar nuestro mundo interior hasta el punto de poder disolver o transformar nuestras reacciones de enojo, de tristeza, de pereza, de agotamiento

Por Vilma Mondragón García

Cuando me ofrecieron la oportunidad de escribir a título personal, algo especial alusivo al Día de la Mujer, realmente cruzaron por mi mente mil situaciones que sucedieron en el transcurso de mis casi 61 años de vida, hablar de los padecimientos emocionales que la mujer vive, del papel crucial de la mujer en las familias, como pareja, como madre; del relevante papel de la mujer en los ambientes académicos, profesionales, laborales, económicos, y la lista realmente me resultaba  interminable… hasta que logré concluir que la necesidad del AUTOCONTROL está en cada una de las situaciones de nuestra vida. También llegué a considerar que las palabras que pudiera escribir, llegarían más fácilmente a las todas las mujeres, si las redactaba con el lenguaje del corazón, con la autenticidad que da la humildad de saber que todos, somos seres humanos de paso en esta maravillosa vida. Por lo cual trataré de escribir en un lenguaje sencillo y alejado de tecnicismos.

El Autocontrol es la capacidad que desarrollamos tanto mujeres como hombres para regular nuestros propios pensamientos, sentimientos y conductas impulsivas y automatizadas. Es decir, que el Autocontrol nos permite frenar, acelerar, quitar y transformar nuestro mundo interior hasta el punto de poder disolver o transformar nuestras reacciones de enojo, de tristeza, de pereza, de agotamiento; podemos controlar el impulso cuando ya existe una adicción a substancias, o detener el impulso de conductas adictivas sin substancias (juego compulsivo, adicción a la comida), se pueden transformar los pensamientos negativos, los eventos traumáticos, la conducta posponedora, los miedos, etc. Y la lista es infinita.

Un aspecto relevante del autocontrol es que como todo en la vida, debe ser moderado su uso, debe estar equilibrado, porque trae consecuencias negativas en quienes lo utilicen de manera extrema, como lo sería el controlar excesivamente el dolor y cansancio en los entrenamientos deportivos hasta llegar a producirse una lesión con consecuencias irreversibles. 

Otro problema que puede generar el exceso del autocontrol es cuando llegamos a controlar demasiado nuestras emociones, reprimiéndolas de manera permanente y constante, ya que puede llegar a producir una incapacidad en la detección y manejo de nuestras emociones, es como si desconectaras la pantalla de tu computadora y ya no sabes ni lo que sientes y menos aún lo puedes controlar, solo esquivas identificarlo, además de que puedes desarrollar dificultades con la familia y seres más cercanos. Muchas personas que se dedican a ayudar a otros por su profesión o por conductas altruistas, viven éste problema en el conocido “Síndrome Burnout (quemado, fundido)”, dado por el desgaste emocional de ver constantemente el dolor y sufrimiento de otros, y poco a poco van aislándose, anestesiándose del sentir, en una desconexión emocional que puede llegar a producir trastornos en la capacidad funcional afectiva de las personas, con reacciones aparentemente frías, indiferentes que hasta pueden sentirse como agresivas.

Contrario a lo que mucha gente maneja, la mujer cuenta con grandes recursos y repertorios de conductas de autocontrol, pero muchas veces no se da cuenta que las tiene ya desarrolladas, y bastaría que las identifique para que empiece a extender ese poder hacia otras situaciones que necesita cambiar.

Les compartiré una anécdota personal de cómo podemos llegar a controlar a nuestro cuerpo sin saberlo. En mi adolescencia mi madre no se explicaba cómo lograba bailar en alguna fiesta hasta la última pieza sin dolor alguno, con aquellas altísimas zapatillas de aquel entonces, que aunque hermosas lograban forzar los huesos de los pies, a un nivel de dolor que solo las mujeres conocíamos. Pero eso sí, al llegar a casa, y quitarnos aquellas zapatillas, el dolor aparecía, ¿realmente aparecía hasta ese momento? por supuesto que no, el dolor había estado presente durante todo el tiempo; sin embargo, la alegría de ver y convivir con los amigos en un ambiente sano y sin alcohol, dopada quizá por la ilusión de estar cerca de quien nos producía mariposas en nuestro estómago como en cualquier adolescente, me producía quizá substancias cerebrales que anestesiaban ese dolor, eso era nada menos que un autocontrol fisiológico del cual yo no sabía que existía y menos que yo misma podría algún día producir a voluntad, como muchas mujeres no han podido darse cuenta que lo hacen a diario, y que pueden llegar a aprender a autocontrolarse cuando lo necesiten.

Años después, una gran maestra de la Universidad, mi querida Martha Montiel, me enseñó la técnica de la relajación, marcando uno de los más grandes aprendizajes de mi vida. Fue tan profundo el nivel de relajación que alcancé que mi cuerpo que podía sentir clara la conexión Mente-cuerpo, en un estado completamente relajado, a partir de ahí la práctica de la relajación la desarrollé diaria y permanentemente. En alguna ocasión un paciente adicto hospitalizado por su adicción a la heroína comentó que en una sesión de relajación que trabajé con él y sus compañeros de internamiento en el hospital, había logrado sentir un gran viaje sin necesidad de la droga.

Sin embargo el autocontrol, NO es sólo el dominio de las sensaciones del cuerpo, va hasta la detección de los pensamientos que nos producen sentimientos y reacciones que no queremos tener y poder llegar a controlarlas a través de órdenes que nos demos a nosotras mismas, llamadas auto-instrucciones.

El punto más relevante de intentar el autocontrol hasta poder llegar a automatizarlo, es la confianza, la seguridad de que podrá lograrlo, sin embargo, ¿de dónde vamos a sacar esa seguridad? cuando muchas personas han llegado a creer que son incapaces de poderse controlar, esto se convierte en una aparente dificultad para lograr el autocontrol. La fuente inagotable de la autoconfianza para el autocontrol es la espiritualidad, como cada quién la conciba, debido a que cuando el cerebro cree en algo más grande, algo sublime, produce capacidades cerebrales impresionantes que posibilitan el autocontrol físico y mental. Durante mucho tiempo los profesionales científicos tenían miedo de hablar de los aspectos espirituales y hoy en la actualidad el impacto espiritual de los seres humanos es fundamental en todo trabajo clínico, emocional y social.

Será siempre importante mantenernos en la realidad de nuestra esencia, y como decía mi grandiosa maestra, «aprender a soñar y realizar los anhelos con los pies bien puestos en la tierra».