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Salud mental y poderío bélico nuclear

Por Héctor Rodríguez Espinoza/

Lo que le pasó a H. Clinton es relativamente menor desde una perspectiva médica; neumonía. Pero esa clase de eventos tienen el potencial de conllevar consecuencias políticas profundas

In God We Trust (“En Dios confiamos”), lema nacional oficial de Estados Unidos. Elegido por el Congreso en el año 1956, y oficialmente se sitúa a continuación de «E Pluribus Unum» («De muchos, uno»), Código, Título 36, Sección 302. El Presidente Eisenhower firmó la resolución de dicha ley el 30 de julio de 1956.

  1. LOS estados del hemisferio occidental seguimos la evolución constitucional de Estados Unidos, emanada del Common Law. El concepto de ley suprema empezó a tener importancia en las colonias inglesas de América del Norte, en 1763. Su organización se establecía en las Fundamental Orders, otorgadas por los Reyes de Inglaterra, fijaban los principios fundamentales de su gobierno. Cuando estalló la Revolución americana (1775-1783), las 13 colonias las tenían.

Sus ideas fueron la del contrato fundamental de los miembros de la comunidad y la concesión emanada del poder real. Consagró la división de poderes y se limitó al poder ejecutivo. Se dibujó la idea de la Constitución como de fundamental o de suprema, norma de normas.

Al independizarse las colonias y transformarse en Estados, promulgaron sus Constituciones que fijan requisitos para ser postulado presidente: ciudadano estadounidense por nacimiento; tener 35 años de edad y haber vivido en Estados Unidos por al menos 14. No contemplado título universitario.

PERO a raíz del quebranto de salud de la candidata demócrata Hillary Clinton, se debate si las legislaciones electorales debieran contemplar el estado de salud de quienes tendrán en sus manos el gobierno de sus millones de habitantes, incluido ser comandante supremo de las fuerzas armadas.

8-clinton-trumpY por salud debemos interpretar la física y la mental.

Estados Unidos se ha involucrado y victorioso en dos guerras mundiales, y dueño de un enorme poderío convencional y nuclear. Pero no está solo: Más de dos docenas de países lo tienen.

¿Será necesario que ambos candidatos presenten, en sus campañas, su estado de salud física y mental?

  1. GABRIELA Esquivada (Infobae, Argentina, 18 de septiembre de 2016), divulga:

“La salud de Hillary Clinton y Donald Trump en la mira: los riesgos de un Presidente septuagenario. Tras el desmayo de la candidata demócrata en el acto del 11-S, la salud de los candidatos se convirtió en tema central de sus campañas”.

“Hubo un tiempo en que la edad promedio del presidente de los Estados Unidos el día de su asunción era de 55 años. No será el caso en 2017: la candidata demócrata ya ha cumplido 69, y el candidato republicano, 70.

En este país la gente dice que “los 70 son los nuevos 50, y eso simplemente no es cierto», advirtió Mark Fisher, profesor de Neurología y de Ciencia Política en la Universidad de California, Irvine (UCI). «Hay demasiadas enfermedades que son mucho más comunes a los 70 que a los 50: el Parkinson, el Alzheimer, los trastornos cerebrovasculares tienden a aumentar cuanto más grande se es. Con estos candidatos de 70 años tenemos buenas razones para preocuparnos y esperar un grado mayor de revelación de sus estados médicos».

—El malestar de Clinton fue una señal. ¿Es importante en sí, o hay otros elementos a considerar, como historia clínica, cuidado preventivo y hábitos de salud?

—Todo importa: con candidatos de esas edades, un episodio médico relativamente menor puede tener consecuencias políticas graves. Lo que le pasó a H. Clinton es relativamente menor desde una perspectiva médica; neumonía. Pero esa clase de eventos tienen el potencial de conllevar consecuencias políticas profundas.

Como si hubiera escuchado la advertencia del doctor Fisher —»con miras al futuro, será muy importante que ella pruebe clara e inequívocamente que tiene buena salud y está en condiciones de llevar adelante en su totalidad la enorme responsabilidad de las tareas de la presidencia»—, a mediados de la semana, la candidata amplió los detalles sobre su estado de salud.

«Lo último que supimos… fue hace un año… Es hora de una actualización», dijo el especialista, al que tampoco le bastó la trumpiana declaración del gastroenterólogo del candidato republicano: «Será el individuo más sano en haber sido elegido a la presidencia». El informe le pareció poco profesional, sin la información necesaria.

Como no fue el único en pensar eso, Trump llevó al popular programa Dr. Oz otro informe médico, de 13 de septiembre y la firma de Harold Bornstein. Entre otros detalles —que sólo estuvo hospitalizado una vez a los 11 años, que sus exámenes de rutina son normales— el médico desglosó presión sanguínea, nivel de glucosa y panel de lípidos, quien tiene sobrepeso y toma una medicación contra el colesterol y dosis baja de aspirina para la prevención de problemas arteriales.

—Sería ideal que se les hiciera un examen médico completo y sin prejuicios, y que lo hagan individuos que no son necesariamente sus médicos personales. Acaso sea pedir demasiado… —ironizó Fisher—.

—Pero usted ha pedido más aun, como experto en envejecimiento del cerebro y su efecto en el liderazgo político.

—Además de un examen médico general, que por lo general realiza un especialista en clínica médica, recomiendo que todos los principales candidatos presidenciales se sometan a un examen neurológico completo, para evaluar sus funciones cerebrales, su capacidad de razonamiento, de memoria y de tomar decisiones. Un examen DE ESTADO MENTAL es central de la evaluación neurológica, y aseguraría al público que ambos están en condiciones de ser presidentes.

Fisher fue el primero en señalar la importancia del envejecimiento de los líderes políticos, en el ensayo —coautoría con David Franklyn y Jerrold Post— «Executive Dysfunction, Brain Aging, and Political Leadership»), donde pone como ejemplo principal la enfermedad neurológica del ex primer ministro de Israel Ariel Sharon, y sus posibles consecuencias en sus actos públicos.

«La toma de decisiones tiene importancia crítica en el liderazgo político, y se podría presumir que esta capacidad disminuye a medida que se envejece», argumentó. «La sabiduría se concibe por lo general como un atributo clave de los individuos mayores», pero eso sucede en simultáneo a otro fenómeno. «El impacto negativo de la vejez de los líderes políticos se ve típicamente desde la perspectiva de una enfermedad catastrófica, como el cáncer o un ataque al corazón, o un deterioro progresivo lento pero obvio, como se ve con el Mal de Alzheimer. Sin embargo, existen otros escenarios del envejecimiento cerebral en el liderazgo político que son tan insidiosos como comunes».

Y hay uno tan habitual como inexplorado: «El deterioro de las capacidades para la toma de decisiones, debido a la edad».

Los desmayos, las cirugías —como las dos que sufrió en funciones Ronald Reagan, quien está a punto de perder el récord de presidente más provecto al asumir su primer periodo: 69 años—, los accidentes cerebrovasculares como el de Woodrow Wilson, las convulsiones de Richard Nixon, dan mejores titulares que el secreto, muchas veces invisible para terceros, deterioro de las funciones cognitivas que sucede naturalmente con la edad.

8-abraham-lincoln—Estamos acostumbrados a pensar en los episodios, relacionados con la edad, catastróficos, o condiciones progresivas pero obvias de deterioro de las funciones cerebrales (como a Franklin D. Roosevelt durante los últimos años de su presidencia por una hipertensión mal tratada), o en Reagan cuando pasó por cirugías y algunas de sus decisiones quizá se vieron impactadas por los efectos de la anestesia. Pero hay cambios más sutiles en la función cerebral.

—¿Qué capacidades mentales habría que considerar con seriedad sobre un político mayor que aspire a estar en la Casa Blanca?

—Muchas de las funciones cognitivas —memoria, aprendizaje, atención, lenguaje, razonamiento, habilidad para tomar decisiones— a las que se engloba como funciones ejecutivas. Hay pruebas de que luego de los 60 años nuestra capacidad para tomar decisiones comienza a declinar, y lo sigue haciendo a medida que aumenta la edad. Esa es una observación promedio; hay una tremenda cantidad de variaciones. Pero todos estos factores se vuelven más probables en los individuos mayores.

Ejemplos de la historia

Ente los casos que Fisher cataloga de catastróficos se destaca el derrame cerebral que Wilson sufrió el 2 de octubre de 1919, tras una historia de hipertensión desde al menos 1906; la enfermedad cerebrovascular de Franklin Delano Roosevelt. Se conocía su lucha contra la poliomielitis, pero la causa de su muerte a los 63 años fue un derrame cerebral.

Además de fumar, por lo que sufrió problemas cardíacos y pulmonares, Roosevelt «puede haber tenido episodios de encefalopatía hipertensiva, periodos de disfunción cognitiva grave, incluida la inconsciencia». Murió poco después de la Conferencia de Yalta, donde mostró señales de no comprender lo que sucedía.

8-john-f-kennedy—La depresión de Abraham Lincoln fue un secreto, también la insuficiencia suprarrenal de John F. Kennedy (enfermedad de Addison).

—La extensión de sus problemas médicos de Kennedy es asombrosa, en particular si tenemos en consideración las muchas crisis por las que tuvo que guiar al país. Tomaba mucha medicación, y hoy hay pruebas de que tomaba medicación que no se recetaban en circunstancias normales —como anfetaminas o drogas similares— para su cuadro de aquel momento. Creo que tuvimos suerte de haber evitado una catástrofe durante su presidencia, pero quizá la próxima vez no tengamos tanta suerte.

—Ser presidente de los Estados Unidos es un trabajo muy exigente. Si miramos fotos del presidente Barack Obama en 2008, cuando fue elegido, y las comparamos con fotos actuales, ha envejecido considerablemente y más de lo que se esperaría en ocho años. Así que no hay dudas de que se trata de un trabajo muy exigente y esa es una de las razones por las cuales, si individuos mayores quieren ser presidente, muchos sienten que hay una expectativa muy grande por conocer su historia médica completa.

Fisher se mostró escéptico sobre la posibilidad de imponer exámenes neuropsicológicos de rutina o estudios de imágenes para quienes quieran o ejerzan el poder. «Quizá la solución más asequible en el corto plazo sea educar al electorado sobre este fenómeno —sugirió— y dejar que el público evalúe a los candidatos de manera acorde».

III. IN GOD we trust, dicen nuestros vecinos del norte. Y nosotros, desde nuestra laicidad: ¡“Dios nos agarre confesados”!