DestacadaGeneral

¡Síganlo los buenos!

Por Martín F. Mendoza/

En estos días en que México se encuentra urgido por un respiro de aire fresco debido al sofoco que le está provocando el maniqueísmo y el reduccionismo con que una buena parte de su sociedad (la más intelectual supuestamente ¡Ja!) está encarando los enormes retos que tiene al frente, más significativa resulta la pérdida de ciudadanos de las dimensiones de Roberto Gómez Bolaños. Afortunadamente su obra queda ahí para la posteridad y para que sigamos intentando aprender un poco de ella. Tal vez algún día.

Mientras que miles y miles de “iluminados” universitarios mexicanos no conciben el análisis de la sociedad cuando no están de por medio los políticos, los partidos y sobre todo las rancias teorías probadamente fracasadas desde hace ya muchas décadas, Chespirito siempre estuvo martillando que somos sociedad y comunidad, además de individuos claro, antes que otra cosa. La política, sobre todo la electoral viene después y Gómez Bolaños tuvo sus preferencias al respecto y las manifestó en alguna ocasión, pero nunca perdió de vista que su misión estaba muy por arriba de todo eso.

La vecindad del Chavo con los arquetipos de vecinos creados por el escritor y guionista, nos mostró esa dinámica tan conocida pero tan mal entendida que se da en los rincones de cualquier metrópoli latinoamericana. Esta, al final nos habla de que no hay soluciones rápidas para nada, por más que se grite y demande al respecto, nos recuerda que el “cambio” se opera primero al interior del individuo y después se esparce por la comunidad.

Mientras que las “vibrantes” clases media y alta mexicanas tienden a pregonar “hágase la voluntad del señor en los bueyes de mi compadre” (de pagar impuestos ni hablar, por más que “todos seamos Ayotzinapa”), Chespirito nos recordó que el mundo no es blanco ni negro sino una infinidad de tonos grises, así, justo como el Corazón del Señor Barriga que a pesar de ser el implacable casero siempre en pos de su dinero, tenía suficiente bondad como para compartir con los que no tenían nada sino su existencia.

Mientras que en no pocas familias mexicanas no se comprende la importancia del ser antes que del tener —y que conste que esto no tiene nada que ver con vacíos romanticismos—, el Chapulín Colorado con todo y su rasgo distintivo que fue la cobardía, “hacía de tripas corazón” y explotaba sus escasas fortalezas para salir adelante y hasta quedar como héroe. ¡Hablando de complejidades psicológicas!

Los Chifladitos son el retrato de aquellos “locos que no comen lumbre” que abundan en nuestros vecindarios y que tienden a ejercer las más refinadas formas de manipulación, siempre en su particular beneficio, claro. Eso sin menoscabo de que las enfermedades mentales son otra realidad desatendida en México.

Algo que siempre nos llamó la atención de Gómez Bolaños en las entrevistas que le hicieron para los medios, es que, aunque amable y comedido en la conversación, no dejaba de haber un cierto dejo de hartazgo en sus gestos, aunque no así en sus palabras. Tal vez eso sea figuración solamente de un servidor, aunque por otro lado hemos llegado a preguntarnos: ¿Se le podría culpar por ello? Tal vez por su mente pasaba la idea de que aunque nos riéramos con sus bromas, en el fondo no entendíamos mucho.

En tanto no seamos capaces de ver el mundo con esos ojos, para a partir de ahí entonces sí entrar en otras “minucias”, no habrá partido político ni programa de gobierno que nos alcance para pasar a mejores estadios sociales. Gracias a Dios tenemos unos cuantos que nos lo recuerdan con frecuencia. En el caso de Chespirito la maravilla fue que lo hizo no solo a través del humor —eso no sería tan raro— sino además a través de la parsimonia, la sencillez y un enorme respeto a su audiencia. Tal vez por ello haya “vivos” que hablen de que sus programas eran para retrasados mentales o en el mejor de los casos para niños pequeños. La verdad es que estos eran para todos, incluidos los niños ya que jamás recurrió a la barbajanada y al mal gusto, lo cual parece ser la norma en la actualidad. Aunque tal vez eran más que nada para hacer pensar —que no solo reír— a los adultos. Claro, pensar es lo que menos nos gusta, pero Chespirito nos lo recetó por muchos años de cualquier forma. Con decir que no falta bruto que afirme que su muerte le vino muy bien al gobierno debido al enorme distractor en que se constituiría por días o semanas. ¡Hágame usted el favor! ¿En qué momento nos habremos ensimismado de esa manera?

Chespirito es uno más de esos productos de la televisión mexicana, concretamente de Televisa, que no puede sino llenarnos de orgullo. De ninguna manera el único, aunque para las mentes pequeñas que gritan tan fuerte, no haya nada por lo que darle crédito al gigantesco conglomerado de las telecomunicaciones. Siempre hemos pensado que de la misma forma que debemos recordar y entender los muchos desaciertos de dicha empresa, eso no debe prevenirnos de reconocer que ha sido plataforma y facilitadora para que México le entregue a Latinoamérica y al mundo, a no pocos de sus talentosos, nobles y audaces hijos, pésele a quien le pese. Chespirito es uno de los principales. ¡Que lo sigan los buenos!