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Simulación e incomprensión de la democracia en Sonora

Por Jesús Susarrey/

El triunfalismo simplista y el determinismo catastrófico como estrategias.

Alternancia partidista sin cambio de las formas de hacer política

El malestar de las militancias de todos los partidos políticos en Sonora no es novedad. Con menor o mayor intensidad, cada tres años se hace presente prácticamente en todos los procesos internos de selección de candidatos. El militante “de a pie” lamenta desigualdad y falta de oportunidades para competir. Los liderazgos más activos, los procedimientos anti-democráticos. Es lo menos que expresan. Lo mismo ocurre en el PAN que en el PRI y el PRD, incluso en los partidos pequeños. El descrédito y la desconfianza ciudadana en los partidos tampoco es una primicia. Por otro lado, la simulación democrática —un engaño con apariencia de verdad como toda impostura— es socialmente aceptada. Si bien la aseveración pudiera resultar excesiva o radical, es difícil negar que algo tiene de ello. Nada democrática se percibe la desigual disputa interna panista entre el empresario y virtual candidato Javier Gándara y el ex alcalde Francisco García, que anticipadamente produjo la renuncia de cuadros destacados. En la selección de la candidatura priista hubo menos democracia directa pero también menos simulación, de entrada se decidió no consultar directamente a la militancia, sus precandidatos consintieron el procedimiento y en la unción de la senadora Claudia Pavlovich,estuvieron presentes no sólo sus contrincantes, sino todos los liderazgos estatales y nacionales. El PRD por ahora, más que la candidatura se disputa “la propiedad” del partido y de ahí, su alianza con el PAN.

El triunfalismo simplista y el determinismo catastrófico

Llama por ello poderosamente la atención las reacciones de la sociedad política a los conflictos derivados de las disputas partidistas internas y en sus intentos por aprovechar ese malestar para abonar al interés particular o a sus causas. Sería ingenuidad no suponer que algunos de esos malestares incluso han sido intencionalmente calculados y provocados. Parte de la lucha política, dicen atinadamente con tono escolástico unos actores destacados. Otros más corteses argumentan que se trata de procesos democráticos que dirimen diferencias, que “fortalecen” a sus institutos y que la llamada “operación cicatriz restaurará la unidad partidista”. Hay casos en los que los adversarios, internos y externos, auguran la catástrofe.

Claudia Pavlovich Arellano, precandidata del PRI al gobierno de Sonora.
Claudia Pavlovich Arellano, precandidata del PRI al gobierno de Sonora.

Lo cierto es que los resultados electorales no siempre avalan sus dichos y que normalmente la división se origina y es más intensa entre sus liderazgos que en la militancia. No se subestiman por supuesto sus consecuencias, menos aún sus causas, muy justificadas en algunos casos. Simplemente tratamos de dimensionarlas adecuadamente y alejarlas del triunfalismo simplista de unos y del catastrofismo precipitado de otros. La comprensión de la complejidad y el carácter multidimensional de la dinámica política de hoy debería ser suficiente. Sea como retórica o como estrategia política —de negociación interna o de ataque al adversario— su persistencia debería analizarse a la luz de las inercias electorales y la realidad política. Si en las disputas internas y externas de los partidos se perciben despropósitos como las simplificaciones burdas, la simulación y el victimismo como recursos políticos para arengar conciencias y ocultar aspiraciones e intereses, quizá la incomprensión de las particularidades de democracia sonorense sea el enemigo que haga naufragar algunos proyectos. Anotemos algunas de ellas.

La alternancia partidista no modificó la política

La alternancia partidista simplemente otorgó al actual Gobernador Guillermo Padrés la titularidad del Ejecutivo Estatal pero no cambió el régimen de gobierno ni modificó la manera de hacer política. Es útil recordar que somos herederos de un sistema de partido hegemónico, verticalista, clientelar y corporativista, entre otros mecanismos que los Presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón no sólo se negaron a desmantelar, también consintieron e impulsaron su reproducción en el PAN, el partido que simbolizaba la lucha persistente por las banderas democráticas. Lejos quedaron aquellas protestas panistas por la injerencia gubernamental en los procesos electorales. Lejos también aquella demanda de sana distancia entre el gobierno y el “partido oficial”. Transcurrida apenas la víspera de su llegada al poder, fueron sustituidos por un pragmatismo que no pocos viejos priistas envidian. Al día de hoy, la ciudadanía no percibe diferencia alguna entre el PAN y otros partidos. La expectativa del cambio por un “nuevo Sonora” dejó de ser atributo exclusivo del PAN, como ocurrió en 2012 a nivel nacional.

Cierto que los partidos no son iguales. Pero la pluralidad y la competencia política imponen mayor esfuerzo electoral y las ideologías han perdido centralidad. Las adhesiones se buscan más allá de las militancias partidistas. El entonces candidato  Guillermo Padrés Elías las encontró en segmentos priistas y a las campañas de algunos alcaldes y diputados priistas en el 2012, se sumaron simpatizantes panistas. El debate de ideas y la confrontación de propuestas han perdido contundencia. Ante una “ciudadanía incompleta” (como la llama el académico José Woldenberg) que asume sus derechos electoral y de petición pero no el de debatir ideas y formular propuestas, los políticos sonorenses simplifican su mensaje y se acercan más a las frases motivadoras y sensibilizadores que a los diagnósticos y plataformas de gobierno. Más al marketing que a las ideas políticas.

El escenario inercial de empate PRI-PAN

En las tres últimas elecciones de gobernador los resultados han sido cerrados entre el PRI y el PAN. Los estudios electorales siguen arrojando un “voto duro” equivalente al 40% del padrón y el “voto racional” es del 20%. De la habilidad para sumar el “voto clientelar”, el “voto de castigo”, entre otras modalidades y de la estrategias de marketing, no siempre virtuosas, depende al parecer la suerte de los candidatos. En la lógica de la segmentación del electorado, pronunciar consignas y promesas que el auditorio quiere escuchar tiene una alta rentabilidad electoral, el propósito es conseguir el voto no demostrar la viabilidad de la propuesta.

Nada de ello desapareció del mapa electoral sonorense con la alternancia partidista. Los partidos políticos simplemente no han hecho su tarea de incorporar a la ciudadanía a la vida política y democratizar sus procesos internos. Continúan actuando como maquinarias electorales centradas en el voto que alimenta su concepción minimalista de la democracia. De ellas, la compleja estructura del PRI es el modelo seguido por los demás y la más efectiva también. En este contexto, la llamada “unidad partidista” es una utopía, legítima y deseable desde luego, pero como todo ideal perfecto, irrealizable. Pocos son quienes se atreverían a describir a las militancias panistas, priistas o perredistas unidas y cohesionadas. Su eficiencia electoral, cuando la demuestran, pasa por otros filtros, lo mismo ocurre con las rupturas internas como sucedió recientemente en el PAN con ex alcaldesa María Dolores del Río.

La utopía de la unanimidad

Javier Gándara Magaña, precandidato del PAN al gobierno de Sonora.
Javier Gándara Magaña, precandidato del PAN al gobierno de Sonora.

Es ingenuo suponer que los acuerdos cupulares han sido borrados del catálogo de recursos políticos. Son inherentes a una sociedad política dominada por los partidos en la que los flujos de intercambio con la sociedad son administrados y controlados por las élites. Si el panismo acepta o rechaza mayoritariamente una alianza con el PRD —su antípoda ideológico— o el abierto apoyo del Gobernador del Estado al precandidato Javier Gándara Magaña, habrá que consultarle a su militancia que no ha externado públicamente su postura, a excepción de su ex presidente David Figueroa. El procedimiento priista para la selección de una candidatura de unidad fue acordado por los contendientes con la cúpula partidista y sus liderazgos sobresalientes. Con civilidad y públicamente se aceptaron sus resultados. Para saber si lo consiente o lo impele la mayoría de su militancia, habrá que consultársele. La unanimidad partidista en también una utopía. Con seguridad encontraremos inconformidad e incluso resistencia. Las militancias no son un bloque monolítico, suponerlo nos recuerda al viejo autoritarismo. Por definición son una  agregación de intereses y aspiraciones diversas.

La conjetura y el juicio precipitado como estrategia

Lo que confunde no son las conjeturas sobre los procesos internos de los partidos, indicios y señales de inconformidad o de aceptación siempre las hay. Ese tipo de inferencias son además de un recurso periodístico indiscutible, parte de las libertades políticas. Nada nuevo aportamos pero es conveniente recordar también que la columna, el artículo y la nota son canales de comunicación política entre las élites. Lo que sorprende es el determinismo y el simplismo catastrófico o triunfalista con que algunos actores emiten juicios. Si la ex alcaldesa María Dolores del Río renunció a su partido y con transparencia anunció su intención de aceptar una candidatura con otra fuerza política, es evidente su ruptura, pero no puede decirse lo mismo del destacado militante David Figueroa que precisó que permanecería dentro de sus filas. No obstante, hay quienes sin fundamento alguno, lo señalan haciendo proselitismo en contra de su partido.

Otro caso es el del senador Ernesto Gándara Camou, destacado militante y líder priista que igual expresó su insatisfacción, que su férrea convicción priista y el apoyo a la senadora Claudia Pavlovich. Sin embargo, su valiosa propuesta de “unidad con dignidad” que sin duda inyecta un aire fresco que revitaliza el intercambio político dentro del PRI, con acento en “el tortuoso arte de la negociación (ceder, pactar, equilibrar, convencer)” la esencia del quehacer político como lo diría el historiador Enrique Krauze, más que celebraciones, generó posturas maniqueas y extremistas que, lo mismo pronostican la debacle priista por su posible candidatura en otro partido, que infieren que representa la única alternativa priista para derrotar al virtual candidato panista.

Desde luego que la competitividad electoral del senador y sus capacidades son indiscutibles, pero no es el único priista virtuoso, la candidata de unidad es otra de ellos y el escenario inercial empata resultados. Los voluntarismos y estrategias que más que promover la negociación promueven la confrontación, flaco favor hacen a quién se ha distinguido por la solidez de su palabra y de sus convicciones. De nuevo, aún con sus inconvenientes y en ocasiones negativas consecuencias, aplaudamos al clima de libertades políticas. Será el propio Senador quién en su oportunidad confirmará o redefinirá sus intenciones políticas. En tanto, la moderación, la prudencia y sobre todo el sentido de la responsabilidad política son un antídoto —no solicitado hasta ahora— para los juicios precipitados y no documentados.

Si el descrédito de los partidos es enorme, la insatisfacción con la democracia no es menor. No podría ser de otra manera a juzgar por los resultados. La dimensión sustantiva de la democracia, la que supone el mejoramiento continuo del bienestar colectivo, simplemente no ha dado los resultados esperados. El “voto de castigo” pudiera ser el factor determinante, o quizá el abstencionismo, las conjeturas pueden ser interminables. Pero la comprensión de la dinámica democrática en Sonora es insoslayable.