Sucesión presidencial: la decisión

Por Bulmaro Pacheco
Definido el método de selección de los candidatos en la mayoría de los partidos políticos, quedan todavía algunas dudas.
¿Cómo se van a definir las candidaturas presidenciales? En el PRI será por convención de delegados (10 mil); en el PRD han dicho que será un Consejo electivo de 400 consejeros; en el PAN el estatuto prevé una elección abierta a casi 200 mil militantes (siempre y cuando no decidan antes negociar con el Frente una candidatura de unidad, vía coalición electoral).
Morena, por su lado ha anunciado que será por asamblea de militantes, insaculación (o tómbola) y encuestas, la toma de decisiones en relación a las candidaturas, como ya sucedió en el caso de Ciudad de México con el caso de Claudia Sheinbaum.
El Partido del Trabajo se pronuncia por candidaturas por «consenso» en su alianza con Morena.
Hasta ahora, el único candidato definido —y ya palomeado de antemano— es Andrés Manuel López Obrador, de Morena.
La experiencia mexicana indica que cuando un partido político cuenta con presidente de la República, le toca el llamado «voto de calidad» en la decisión o convertirse (José López Portillo) en el llamado «fiel de la balanza» a la hora de la decisión final, haciendo consideraciones muy personales que tienen que ver con un conjunto de circunstancias relacionadas con el grupo en el poder y el rumbo futuro del país.
Sobradamente se ha dicho que los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón no pudieron ejercer ese «voto de calidad», porque los propios militantes de su partido se los impidieron. Ni en 2005 ni 2011 los favoritos de esos presidentes panistas pudieron acceder a la candidatura. Tanto Santiago Creel —impulsado por Fox— como Ernesto Cordero —el favorito de Felipe Calderón— se quedaron en el camino, al ser rechazados en la elección interna por las bases panistas.
En el PRI, el llamado «voto de calidad» se complicó y entró en crisis en 1994, cuando la decisión del presidente Carlos Salinas de Gortari a favor de Luis Donaldo Colosio no fue aceptada por Manuel Camacho Solís, regente de Ciudad de México, generando con ello turbulencias y confusiones en los primeros meses de la campaña.
Ese «voto de calidad», ya había sido cuestionado antes. En 1952 ocurrió la primera división importante en el PRI, cuando un grupo de militantes —del ala izquierda Cardenista— inconformes con la decisión del presidente Miguel Alemán (primero por sus intenciones de impulsar a su primo Fernando Casas Alemán y después por los rumores de su reelección), decidieron apoyar a Miguel Henríquez Guzmán, candidato de la llamada Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM), contra el candidato del PRI Adolfo Ruiz Cortines.
La otra división importante ocurrió en 1988, cuando la escisión provocada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo —contra la decisión del presidente Miguel De la Madrid— impactó la elección presidencial, restándole al PRI 6 millones de votos que sacó Cárdenas con el llamado Frente Democrático Nacional.
Ahí se agudizó la crisis de la decisión presidencial en materia sucesoria. Tensiones, inconformidades, divisiones y conflictos culminaron con la crisis política y económica de 1994-1995, y con la derrota del PRI en la elección presidencial del año 2000.
En 1989, una parte de las izquierdas pierden su referente ideológico con la caída del Muro de Berlín. Con el tiempo, una parte de esa izquierda mexicana desapareció del escenario político. En 1989, derivado de la escisión en el PRI y de la conformación del Frente Democrático Nacional, nace en mayo el PRD con un alto componente de priistas en su dirección. En julio de ese mismo año es cuando el PRI pierde la primera gubernatura (Baja California). Guanajuato sería negociado con el PAN en 1991 y en 1992 la tercera: Chihuahua.
En 1994, Chiapas y los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu cimbran al sistema político y aceleran las victorias opositoras.
Para el 2000 ya había 11 gobiernos estatales (más la Ciudad de México) de otros partidos, y un 25 % de los 2,415 ayuntamientos eran de oposición. También 16 de las 32 capitales estatales. En el Congreso de la Unión, el PRI perdió la mayoría en 1997.
En el 2000, el PRI pierde la presidencia de la República, que había ganado desde 1929. Después de esa derrota hubo quienes le apostaron a su inmediata desintegración y desaparición del sistema político mexicano.
Divisiones internas, fortaleza de otras opciones partidistas, el discurso triunfalista del PAN, la crisis en el método para escoger sucesor, los asesinatos políticos y una aguda crisis de la economía mexicana, hicieron creer a algunos analistas de que el PRI había cumplido ya con su ciclo histórico en la política mexicana. El misterio para muchos fue que, ya sin un presidente de la República que actuara como referente de las decisiones políticas y con un gobierno opositor —que lo atacaba a diario queriéndolo desaparecer del sistema—, el PRI se recuperara regresando a la presidencia en el 2012 con un candidato que emergió de un gobierno estatal.
¿Quién decidió la candidatura del PRI en el 2005? Sin duda la red de apoyos que logró tejer Roberto Madrazo como dirigente nacional del PRI. Algunos gobernadores (no todos), algunos dirigentes sectoriales y de organizaciones, así como la estructura territorial, pero se trató de una candidatura que no unificó al PRI en lo nacional y acabó por arrastrar al partido por primera ocasión en su historia al tercer lugar de la votación en 2006.
¿Quién decidió la candidatura del PRI en 2011? Sin duda, la red de apoyos construida por el gobernador Enrique Peña Nieto con la mayoría de sus colegas en los estados, así como con las dirigencias partidistas y los representantes populares de cada entidad. Ayudó mucho en ese proceso la buena imagen del candidato y el hartazgo con los gobiernos del PAN.
De 1958 a 1963, el secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz nunca perdió su calidad de puntero en la carrera sucesoria, en el gobierno del presidente Adolfo López Mateos.
Luis Echeverría, Antonio Ortiz Mena, Alfonso Corona del Rosal y Emilio Martínez Manautou disputaron la candidatura en el gobierno de Díaz Ordaz. Al final, y en 1969, el voto de calidad fue para Luis Echeverría.
Mario Moya Palencia, Carlos Gálvez Betancourt, Porfirio Muñoz Ledo y José López Portillo quedaron como finalistas en el gobierno de Luis Echeverría. Al final en 1975 —contra todos los pronósticos— el ganador fue José López Portillo.
En el sexenio de López Portillo los finalistas fueron Miguel De La Madrid, Pedro Ojeda Paullada y Javier García Paniagua.
Dice el ex presidente López Portillo que al agudizarse la crisis económica, la decisión tuvo que favorecer a De La Madrid en 1981. Con De La Madrid hubo comparecencias ante el CEN del PRI de seis aspirantes: Carlos Salinas, Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo, Ramón Aguirre, Miguel González Avelar y Sergio García Ramírez. Al final —otra vez el razonamiento económico— la candidatura recayó en Carlos Salinas de Gortari en 1987.
En el gobierno salinista tres personajes aparecían como favoritos: Pedro Aspe, Manuel Camacho y Luis Donaldo Colosio. Al final el voto de calidad en 1993 se orientó por Colosio. El desenlace de las tensiones derivadas de la decisión presidencial culminó con el asesinato del candidato, un año de muchas turbulencias y la peor crisis económica de México en muchos años. Salinas ejercería de nuevo su voto de calidad al proponer a Ernesto Zedillo como candidato sustituto de Colosio en 1994.
Con el presidente Zedillo, el poder del PRI nacional se repartió entre los gobernadores de los estados. Fueron ellos los que impulsaron a sus sucesores en los estados y al final los que operaron la contienda interna entre Francisco Labastida, Roberto Madrazo, Humberto Roque y Manuel Bartlett en 1999.
El candidato del proceso interno resultó ser Labastida, que inició su campaña con una amplia ventaja sobre Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas. ¿La crisis económica? ¿La división interna? ¿La fuerza del PAN? ¿El agotamiento del método? ¿La debilidad del candidato? Una multitud de factores llevaron al PRI a su primera derrota en una elección presidencial.
En 2017, la lista del PRI vuelve a contemplar a cuatro aspirantes: Aurelio Nuño, Miguel Ángel Osorio, José Narro y José Antonio Meade. Todos del gabinete presidencial, como sucedió hasta 1994. En 2017 se vuelve a instaurar también la liturgia de un proceso sucesorio en el PRI regulado por un presidente de la República, ¿cómo se va a decidir?
Lo idóneo sería un candidato competitivo, sin carga negativa, capaz, que despierte confianza, que consolide las reformas en curso, que sea consciente de la necesidad de reconstruir el estado de Derecho, de impulsar un nuevo régimen político, que replantee y haga un nuevo diseño de la relación con los Estados Unidos, que realice una profunda reforma del poder, que posea una visión de Estado y no de grupo y, sobre todo… que pueda ganar la próxima elección.
Una tarea muy complicada en un momento clave de la historia moderna de México. Morena ya decidió. El Frente al parecer ya pactó y negoció. Los aspirantes a candidatos independientes ya salieron a la luz pública. Falta el PRI.