DestacadaGeneral

Toman vagos decenas de casas semidestruidas en el Centro de la ciudad

Por Iván Ballesteros Rojo/

En el centro de la ciudad hay decenas de casas semidestruidas donde una horda de hombres, y un puñado de mujeres, pasan las horas de sus días. Después de un día de lluvia, “Primera Plana” visitó una de esas viviendas

Debajo de los puentes a desnivel que se han reproducido en Hermosillo; en parques públicos o casas abandonadas. En baldíos y en algunas banquetas, usted los puede ver. Son personas sin posesiones. La mayoría son alcohólicos y drogadictos. Ellos representan todo lo que la “sociedad funcional” niega: han dejado su existencia en automático y viven de lo que les provee la calle y los residuos; o de la caridad y, en algunos casos, del dinero por la presentación de breves espectáculos urbanos como malabares o lanzallamas. Hay de todas las edades: adolescentes con pintas punks que se tambalean entre rincones; jóvenes adultos con la mirada perdida; pero sobre todo son personas de edad avanzada en cuyo rostro se refleja la desesperanza. Les decimos vagos, alcoholitos, homeless o locos. Lo cierto es que son unos negadores del proyecto social, tal y como la conocemos, y por eso los ignoramos, como una forma, la más sutil, del desprecio.

2 3 Homeless bandEllos no quieren acumular posiciones ni escalar peldaños en empresas. No quieren formar parte de la política ni de la vida cívica. Sus aspiraciones se limitan a conseguir trago, droga, algo de comida y un buen cartón que haga las veces de colchoneta. No les interesa el éxito ni ambicionan superarse como personas. Ellos tienen, si acaso, con alguna banca donde pasar el día, o una casa derruida donde puedan beber, charlar y estar allí, sin esperar nada. Acaso lo inevitable.

Cada vez son más las personas que se ven en las calles de Hermosillo, principalmente el primer cuadro de la ciudad, con pinta de vagabundos. Y es que es en el centro de la ciudad donde hay decenas de casas semidestruidas donde una horda de hombres, y un puñado de mujeres, pasan las horas de sus días. Primera Plana visitó una de esas casas y estas fueron las impresiones.

Carlos es una persona educada en su trato. Nos saluda de mano y nos presenta a otros cuatro de sus compañeros. En el centro del patío de esta vieja casa, que según datos recabados se trató de la primera escuela primaria que hubo en el centro de la ciudad, se cocina un caldo con verduras y hueso. Nos ofrecen que comamos con ellos. Nos piden cigarros, mariguana o lo que sea. Hemos llevado una cajetilla de cigarros Delicados para la ocasión. Son las cuatro de la tarde. Solamente uno de ellos está totalmente alcoholizado, los otros beben mezcal con soda.

¿Cómo les fue con la lluvia de anoche?

Carlos: ¿Estuvo fuerte no hermano? Y en esta casa hay muchas goteras (risas). Primero nos despertaron los truenos y luego a levantarse porque nos estábamos mojando todos. Mira cómo quedó ese cuarto (señalan un lugar anegado por el agua. Sus tres compañeros asienten con la cabeza. Nadie nos mira a los ojos. Nadie posa para la cámara. Todos están observando el breve fuego con el que cocinan).

¿Llevan tiempo aquí no, como cuatro meses?

Carlos: Pues yo sí. Tú me conoces. Yo y un compañero fuimos los primeros en llegar. Como sabes somos tranquilos. No más estamos aquí, pisteando, fumando, platicando. No le hacemos daño a nadie.

¿Y cómo le hacen con la comida?

Carlos: Pues ya ves, le buscamos. Algunos limpian vidrios o lavan carros, los chavos hacen malabares. No falta, pero hay que buscarle. Aquí no hay rateros ni nada de eso. Somos tranquilos.

¿Todos son de aquí?

Carlos: Yo sí, soy de las pilas. Pero me quedé sin casa. (Yo de la mosca, dice otro. Un joven delgadísimo dice que es del sur. Que se quedó varado en Hermosillo pero que su objetivo era cruzar para los Estados unidos. El chico no permite que le tomemos fotos).

2 2 Casa CentroCarlos: Así pasamos nuestros días. No creemos que hagamos nada malo. No nos metemos con nadie. Para todos sale el sol, hasta para nosotros.

La vieja casona en la que estamos hace dos años era el hogar de una maestra ya muy entrada en años que era cuidada por una mujer muy amable. Cuando murió la maestra la casa quedó sola y se fue marchitando. A unos meses de quedar vacía sufrió un incendio y fue vandalizada. Todo lo que había en su interior fue saqueado. Había rumores que los actores, Jesús el Choby Ochoa y Diego Luna, habían conseguido el lugar en comodato para hacer una escuela de teatro, pero no pasó nada. Había rumores que el lugar había sido adquirido por extranjeros y que sería un futuro restaurante. Lo cierto es que actualmente unas 20 personas duermen allí y los vecinos que quejan continuamente, no porque los nuevos moradores causan problemas, sino porque visualmente el lugar luce deprimente y amenazador al mismo tiempo.

En el Centro de Hermosillo por lo menos hay cinco casas como éstas. Tomadas por personas que ya no pertenecen a eso que llamamos sociedad. Personas que pasan las horas de su vida como si lo mejor ya hubiera pasado. Como si minutos antes hubiera ocurrido una catástrofe y no hubiera más para dónde hacerse.

Leave a Response