Destacada

Un sincretismo que ofende

El alcalde de Guadalajara se metió en un terreno pantanoso, por promover y pagar la obra de un artista que hace una detestable combinación de la figura de Cuatlícue, con la imagen de la Virgen de Guadalupe

Por César Iñiguez

Mucho hemos hablado de la manera burda y desaseada en la que se han adjudicado los millones para las obras del programa “Arte Público” que hace el Ayuntamiento de Guadalajara de Enrique Alfaro.

Parece que existe unanimidad en el rechazo a la forma en la que se ha manejado el programa Arte Público, porque no basta con que el anuncio se haya hecho hace meses, si la selección de los artistas, la convocatoria, los precios de las obras y demás detalles del programa se hicieron de forma personalísima y poco transparente de parte del alcalde y su gobierno, sin consultar al cabildo y encontrando un recoveco legal para adjudicar directamente cerca de 70 millones de pesos para ello, cuando la ley establece que se debe licitar cualquier producto o servicio que supere los cerca de 6 millones de pesos.

Dejaremos a un lado la forma desaseada, y el favoritismo que raya en corrupción en la adjudicación directa y demás acciones discrecionales que cometió el gobierno tapatío.

Hablaremos específicamente sobre una obra en particular, de Ismael Vargas, llamada “Sincretismo”, que es una escultura que mide nueve metros de altura y que combina y pone en una sola imagen a la Virgen de Guadalupe y a la diosa azteca Cuatlícue.

Vamos por partes, primeramente debemos dejar definido el estado laico, entendiendo tal como aquel que da libertad al ciudadano de profesar la religión que más le plazca, la cual se trata de un derecho humano; la libertad de creencia es una obligación que el estado debe reconocer, por tanto el Estado y el Gobierno de cualquier nivel deben evitar promover o atacar alguna religión en específico.

El estado debe facilitar las condiciones para que los ciudadanos profesen su religión, sea la que se trate, por lo mismo, no debe promover acciones religiosas en el ejercicio del gobierno para evitar favorecer a alguna en lo particular.

El laicismo debe estar por encima de cualquier acción gubernamental, de la voluntad de un alcalde o de cualquier funcionario, incluso por encima de cualquier obra de arte que se promueva.

El alcalde se metió en un terreno pantanoso, por promover y pagar la obra de un artista que hace una detestable combinación de la figura de Cuatlícue, con la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Pudo, aunque no es legal por violentar el laicismo, haber hecho una obra de cada una, poner a Cuatlícue, como hay cientos de figuras prehispánicas por todo el país; como también, hacer una de la Virgen de Guadalupe, de las que hay miles, pero todas, promovidas por la Iglesia o por particulares.

Pero no, aunque violenta el laicismo, promovió esta obra de Ismael Vargas que combina ambas imágenes, trasladando el tema a un terreno espinoso por involucrar a la religión. Cualquier funcionario está obligado a respetar el estado laico, sin promover, ni atacar religión alguna, sino reconociendo esa libertad de culto individualmente al ciudadano, cosa que debe, forzosamente, por obligación, verse reflejada en sus acciones de gobierno.

Al llevar al terreno religioso esta obra “artística”, así sea una sola persona la que se sienta ofendida, ésta tiene la razón, porque el mismo gobierno lleva la discusión y produce una inconformidad en un terreno en el que no debe entrometerse.

Habrá algunos, a quienes no les parezca ofensiva la obra, obviamente habrá católicos o anticatólicos quienes lo discutan, pero ese debate les compete a ellos, no al gobierno, quien debe mantenerse al margen, mucho menos, provocarlos; pero insisto, así sea un solo inconforme en toda la sociedad, a éste le asiste la razón, porque no se debió llevar, una acción de gobierno, al terreno religioso.

Supongamos que Juan es católico y se siente ofendido por la forma en la que se trata a la imagen de la Virgen de Guadalupe que venera, y sale Pedro para decir que también es católico y sí le gusta la forma en la que se hace la combinación de la imagen católica y la diosa pagana azteca; la razón le asiste a Juan, porque más que la opinión de Pedro, el gobierno no debió con sus acciones, entrometerse en esos temas.

¿Cómo el gobierno dictará la conciencia religiosa de la población? No es su parte y no les toca hacerlo, simplemente no debe meterse en esos temas.

El Estado debe atender la inconformidad de Juan, porque es derecho fundamental su libertad de creencia y, el gobierno, no debe realizar acciones que ofendan esa libertad que Juan tiene; no porque Pedro crea que no es ofensiva, el Gobierno desatienda su obligación que tiene por ley de respetar el laicismo.

*Columna “Políticamente Correcto”.

www.concienciapublica.com.mx