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Hermosillo: Una nueva sensibilidad con los animales

Impulsada por organizaciones civiles, de un tiempo a esta parte estamos siendo testigos en Hermosillo del nacimiento de una nueva forma de entender nuestra relación con los animales, tanto domésticos como silvestres

Por Imanol Caneyada

Dicen que el grado de civilidad de una sociedad se mide por el trato que ésta dispensa a sus animales y a sus niños, es decir, a los sectores más desamparados a causa de su propia condición.

En los últimos dos años, impulsada por organizaciones civiles como Pata de Perro y COAT, la sociedad hermosillense ha empezado a adoptar una nueva forma de entender nuestra relación con los animales, sean domésticos o silvestres.

Este impulso ha contagiado a las autoridades y también a los medios de comunicación, los cuales incluyen ya en su agenda cuestiones antes invisibles, como el maltrato a los animales y los derechos de la persona (jurídica) no humana, un concepto muy novedoso desde el punto de vista del derecho.

El pasado martes veníamos mi pareja y yo de pasear a nuestros cuatro perros por el desierto y nos topamos con una imagen sorprendente, inusual en esta ciudad, pero significativa de esta nueva sensibilidad en nuestra relación con los animales.

Un grupo de voluntarios de Pata de Perro y COAT, junto con autoridades municipales, se encontraba monitoreando el cruce del Paseo Río Sonora y Quintero Arce con el objetivo de preservar la vida de las tortugas que han adoptado ese hábitat para vivir.

A través de las redes sociales y de los medios de comunicación, la asociación Pata de Perro, la Comunidad de Animaleros Trabajando (COAT) y el Departamento de Ecología del Ayuntamiento han emprendido una campaña para advertir a los conductores del riesgo que corren las tortugas al intentar cruzar la cinta de asfalto en busca de humedales nuevos donde instalarse.

Han señalado que la sequía que estamos viviendo y la construcción de la avenida que comunicará el Paseo Río Sonora con el bulevar Colosio, han provocado la migración de estos animales, lo que les significa tener que cruzar una carretera por donde la gente circula velozmente: una ruleta rusa en la que se juegan la vida.

Con paciencia y empeño, los voluntarios y las autoridades se han dado a la tarea de inspeccionar la zona con el afán de detectar a las tortugas y ayudarlas a cruzar al otro lado de la calle sanas y salvas.

El pasado ocho de enero, un grupo de niños en la colonia La Providencia de esta ciudad, jugando con un rifle de postas, mató a un ejemplar de Tecolote llanero.

Una práctica que durante años ha sido usual, aceptada e incluso celebrada, se convirtió a partir de la denuncia de un ciudadano y la protesta de Carolina Araiza, fundadora de Pata de Perro, en un tema que involucró a los medios de comunicación y a las autoridades.

La presión social, la exigencia y el eco mediáticos resultó en una investigación de la Profepa, una sanción administrativa y el surgimiento de un movimiento ciudadano: Tecolotes HMO, bajo el lema: ¡Cuidado! Tecolotes protegidos por ciudadanos.

Una nueva asociación ciudadana, sin fines de lucro, se ha sumado también a los esfuerzos de proteger y cuidar a los animales, me refiero a la asociación Rescate Animal, que recorre la ciudad con una ambulancia al rescate de animales heridos.

En junio de 2017, Efraín, de 38 años, atacó con un machete a un cachorro de perro hiriéndolo en el rostro; en enero de 2018, un juez emitía la primera sentencia en el estado de Sonora relacionada con el maltrato animal: un año y tres meses de cárcel.

La activista Carolina Araiza consideró esto como algo histórico; dos personas más se encuentran en la cárcel en espera de sentencia por este mismo delito, sí, delito.

Lo anterior fue resultado de las modificaciones y reformas que sufrió la Ley de Protección Animal en Sonora en diciembre de 2015, impulsadas por el entonces diputado local David Palafox, ahora candidato a diputado federal, quien se hizo eco de las demandas de las asociaciones civiles que llevan años trabajando en defensa de los animales.

La propia Carolina Araiza ha señalado en repetidas ocasiones que falta mucho camino por recorrer en la sensibilización del ciudadano y de las autoridades en cuanto a la protección y trato digno de nuestros animales, cualquiera que sea su condición; cierto, pero comienzan a haber señales de que la transformación ha iniciado.

Una tarea pendiente en México y en Sonora (estado eminentemente ganadero) es el de las condiciones de los animales que nos comemos o que producen leche y huevo para consumo humano.

En un puntual artículo, Sabina García, gerente de Proyectos y Participación Corporativa del Departamento de Animales de Producción de Humane Society International, señala el hecho de que países como Argentina y Brasil, potencias en la producción cárnica y ovípara, están haciendo la transición hacia formas de producción en las que se incluyen el bienestar de los animales que de una u otra forma nos alimentan.

En México, denuncia la activista, los productores de carne y huevo se resisten.

Sonora, como una de las entidades líderes de la región en la industria alimenticia, en concordancia con esta nueva sensibilidad naciente, podría asumir el compromiso y poner el ejemplo.

Si nuestro Congreso ya prohibió las corridas de toros, sería bueno que empezara a legislar sobre las condiciones en que producen las empresas alimenticias de la región.