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Una pesadilla que no acaba

Después de cuatro años, las autoridades le siguen dado beneficios de apelación al asesino de Don Fausto, del abarrotes “Lino’s”; los familiares sienten que son revictimizados por el sistema de Justicia

Por Gabriel Rigo Gutiérrez E.

El asesinato de Don Fausto Lino en enero de 2018 marcó para siempre a su familia. El acontecimiento trastocó la tranquilidad alrededor de la colonia Balderrama.

Dos asaltantes irrumpieron en la popular tienda “Mini-súper Lino’s”, uno de ellos disparó contra Fausto, quedando tendido sin vida sobre el mostrador. Después, todo ha sido un proceso tormentoso de cuatro largos años y no llega la paz.

Oficio de la apelación de sentencia que promovió el asesino, por tercera ocasión.

Hace unos días Cecilia, viuda de Fausto, recibió una notificación del Juzgado Oral del Distrito Judicial Uno, con sede en Hermosillo, era relativo a asesinato de su marido. Un legajo de hojas blancas engrapadas en la esquina, con sellos y firmas que le dejó en sus manos un actuario. Al verla se le agolparon los recuerdos en el corazón. Se trataba de un amparo directo que había interpuesto Juan Abel Villegas Martínez, el sujeto que terminó con la vida de su esposo.

En el oficio, Villegas pide que lo dejen en libertad, porque no mató a Fausto. Esta es la tercera ocasión que el sistema de Justicia le concede el beneficio de interponer un amparo en contra del Juicio.

Sin embargo, todo el proceso judicial duró cerca de ocho meses. Se recabaron pruebas, fueron a declarar testigos, se acreditó la participación de los dos asaltantes identificados como Juan Abel Villegas y Kevin Eduardo.

De acuerdo a lo desahogado en el Juicio —de por sí doloroso para las víctimas, porque tienen a metros a los responsables— se fincó la responsabilidad y se les dictó sentencia. 43 años de cárcel a Juan Abel y 40 años de prisión a Kevin.

El asalto maldito

Según los testimonios, esa tarde del 29 de enero estaba tranquila la tienda ubicada en la esquina de Tabasco y Yáñez. Los trabajadores acomodaban mercancía. Entró Kevin y se fue al fondo del súper, por teléfono dio la señal a Villegas, este ingresó con el arma, se acercó a la caja y dijo que era un asalto. El hijo de don Fausto (el cual le ayudaba por las tardes) ahí estaba en un pasillo, intentó acercarse, pero su papá le gritó “¡Hey-Hey!” para que no se metiera.

El asaltante al verlo cerca le apunto con la arma al pecho del hijo de don Fausto.

—“¡Hazle caso a tu padre hijo de tu puta madre o si no te voy a matar!”.

Don Fausto de nuevo le gritó a Villegas para que lo dejara, porque le iba a entregar el dinero. Intentó tomar el mouse de la computadora con la que se abría la caja y en ese momento el asaltante abrió fuego. La bala penetró en el vientre de lado a lado, desangrando al emprendedor. Todo fue en cuestión de segundos.

Al ver esto los delincuentes salieron corriendo hacia la esquina donde previamente habían dejado aparcado un carro. Tomaron la calle Yáñez en sentido contrario y se perdieron entre las calles de la colonia Modelo.

Sobre el mostrador quedó recargado Fausto con un charco de sangre bajo de él. La gente comenzó a llegar sin dar crédito del terrible acontecimiento.

¿Y los derechos de las víctimas?

Cuando parecía que el juicio para encarcelar a los responsables del asesinato don Fausto había terminado, el mismo sistema de justicia le concedió hasta tres amparos al asesino para apelar la sentencia.

En la primera apelación la familia hizo el esfuerzo económico de contratar un abogado, para darle seguimiento al caso y defenderse. Al final se resolvió que la apelación no precedía. Pero ahí no quedó. Hubo un segundo amparo y se le ratificó la condena. Y este tercero donde Villegas insiste con lo mismo.

La familia de Don Fausto siente que después de que fueron víctimas de un asesinato, ahora parece que son otra vez víctimas de cómo los delincuentes abusan del mismo sistema de justicia, provocando intranquilidad. Y aunque Don Fausto ya no está para defenderse, la familia sigue esperando que en realidad se haga justicia, pero una justicia plena, no a medias y con temores, una justicia donde los responsables paguen la condena impuesta y la sociedad pueda vivir en paz.