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Venezuela da 48 horas a los tres diplomáticos de EEUU para dejar el país

Miles de venezolanos volvieron el lunes a las calles para protestar contra el Gobierno por los problemas económicos y de seguridad, mientras un líder opositor prepara una marcha desde la clandestinidad que amenaza con caldear las manifestaciones que ya han dejado tres muertos y cientos de heridos.

Leopoldo López, que se enfrenta a una orden de arresto después de haber sido señalado por el presidente socialista Nicolás Maduro como el responsable del derramamiento de sangre, promete entregarse a las autoridades tras la concentración convocada para el martes en el centro de Caracas.

Estudiantes protestaban el lunes pacíficamente bloqueando vías principales en algunas zonas de la capital, generando más congestión en el ya caótico tráfico.

En el interior del país petrolero, miles se concentraban en las principales ciudades. «Estamos aquí apoyando a los estudiantes porque esta lucha no es sólo de ellos, es de todos los venezolanos», dijo Alberto Gutiérrez, un jubilado de 71 años, junto a estudiantes en el este de Caracas, donde las protestas duran ya seis días.

Venezuela está partida casi por la mitad entre quienes defienden a capa y espada los millonarios planes sociales del Gobierno que han beneficiado a gran parte de la población, y los que quieren a toda costa un cambio de rumbo, cansados de la vapuleada economía y la acuciante delincuencia.

Miles de opositores se enfrentaron el domingo a la policía antidisturbios en un calco de jornadas previas.

Pero Maduro advirtió que no permitirá más protestas en Caracas. «Llueva, truene o relampaguee, el fascismo no vuelve a entrar a Caracas (…) Caracas lo hemos declarado territorio libre de fascismo», dijo el domingo en una cadena nacional.

PRUEBA DE FUERZA

Los disturbios despertaron preocupaciones en el continente, tanto de aliados de Venezuela como de su rival ideológico, Estados Unidos.

El Departamento de Estado estadounidense dijo estar «preocupado» por la tensión que reina en las protestas.

Maduro, heredero político de Hugo Chávez, asegura que Washington confabula con la oposición para derrocarlo. Por eso el lunes de dio 48 horas a tres funcionarios de la embajada estadounidense para abandonar Caracas.

Los manifestantes – en su mayoría estudiantes universitarios – siguen firmes en las calles y aseguran que no se irán a casa hasta que Maduro dimita. Pero no había señales de que eso pudiera ocurrir.

«Las divisiones en la oposición así como la todavía alta popularidad de Maduro hacen improbable que las protestas opositoras sean capaces de desafiar la estabilidad del gobierno», dijo el banco de inversión Merril Lynch a clientes.

Las protestas son el último pulso entre el presidente y la oposición, que se queja de la alta inflación – que cerró el año en un 56 por ciento -, la escasez de productos básicos y uno de los índices de criminalidad más altos del mundo.

Para Maduro, un exsindicalista de 51 años, las manifestaciones en su contra buscan reeditar el libreto del breve golpe de Estado que su mentor Chávez sufrió en 2002. Pero la oposición asegura que busca un referéndum revocatorio de su mandato, contemplado en la Constitución.

Las manifestaciones expusieron una fractura dentro de la oposición, donde el mayoritario sector moderado liderado por el dos veces candidato presidencial Henrique Capriles sostiene que la violencia sólo favorece al Gobierno, mientras que otros grupos auspician posiciones más radicales.

«Acompañamos la protesta sin violencia. No permitamos que la violencia nos lleve a un callejón sin salida. No perdamos el foco», escribió Capriles en una carta pública.

EFE