30 días, 30 rolas Buscando la canción de la esperanza

Por Rigo Gutiérrez E.
José Luis Mendívil es un músico y compositor sonorense fuera de serie. Hace exactamente un mes atrás un pensamiento no le dejaba dormir por las noches, la necesidad de pagar la póliza de seguro que cubre los costos de rehabilitación de su hijo quien padece el síndrome de Marden-Walker, una enfermedad genética extremadamente rara, el único caso diagnosticado en Sonora y con apenas 30 casos documentados en la literatura médica a nivel mundial.
Este año, el seguro se incrementó considerablemente, según narró “El Pollo” a Primera Plana. Entonces, este pensamiento giraba una y otra vez en su cabeza: ¿cómo hacerle?
Una tarde, estando en su pequeño estudio de grabaciones, entre micrófonos e instrumentos, le saltó una idea, un reto en redes sociales para recaudar fondos. Pero se planteó algo muy atrevido: se propuso 30 días seguidos, publicar 30 canciones de su autoría.
Todo esto con la esperanza de que quizá en algún momento, en esos días, o más adelante, una de sus composiciones llegue a los oídos de algún intérprete famoso.
Las redes hicieron eco
Con la meta clara y la necesidad enfrente, el compositor se zambulló en su propio archivo de casi 25 años. Inició un maratón creativo sin mapa, ni botón de “stop”. Cada jornada consistía en bucear en sus composiciones, desempolvar una y trabajar sobre la marcha para tenerla lista. «Mañana no sé qué canción voy a subir», confiesa, describiendo una rutina movida por la pura determinación.
Esta espontaneidad reveló su enorme versatilidad como compositor, navegando con soltura por un amplio abanico de estilos musicales: Rumbas con influencia española; Cumbia; Pop; Baladas románticas; Fusiones latinas y hasta un «reggae extraño».
Su experiencia en las diferentes plataformas digitales fue un curso intensivo sobre algoritmos y audiencias. En Instagram y Facebook logró mayor alcance; en TikTok ganó más seguidores, aunque con menos vistas por video; y YouTube se mantuvo como el archivo de respaldo con la mejor calidad de audio.
Su estudio casero se convirtió en una línea de producción creativa, movida por una urgencia que superaba cualquier miedo escénico o perfeccionismo. Treinta días, treinta rolas. Sin descanso ni fallo.
“Puedo intentarlo y ahora tengo una razón para no parar, no rajarme y ser constante”, expresó.
Una rara batalla por la salud
El hijo de José Luis vive con el síndrome de Marden-Walker, considerada una rara enfermedad genética. Los médicos le han confirmado que existe muy poca información sobre este padecimiento, lo cual envuelve el pronóstico tan incierto.
La principal manifestación del bebé es la hipotonía, una debilidad general en el tono muscular que impacta todo su desarrollo y se acompaña de rezagos cognitivos.
En este sentido requiere constantemente apoyo profesional a través de la rehabilitación. El esfuerzo familiar se traduce en una agenda semanal implacable.
Para darse idea, el pequeño recibe Terapias Físicas: Para fortalecer su cuerpo y ayudarlo a desarrollar el control motor.
Terapias de Lenguaje y Deglución: Esenciales para la comunicación y para poder alimentarse de forma segura, ya que aún depende de papillas.
Terapia Ocupacional: Para fomentar su independencia en actividades diarias.
Consultas con Especialistas: Visitas regulares al gastroenterólogo para manejar problemas digestivos y al ortopedista para corregir la postura de sus huesos y pies.
Este maratón de citas se agrava considerando que deben acudir a distintas instituciones, como el Hospital Infantil del Estado o el CRIT; además de que una sesión de terapia de media hora puede costarles cuatro horas de espera en una fila. Una abrumadora realidad, que al final se ha convertido en su combustible, porque como padre de familia, rendirse no está entre sus opciones.
Un reto que no termina
El reto de los 30 días está por terminar, pero esto no es un punto final. Es, en sus propias palabras, un «precedente». Ha establecido un ritmo, un camino y una prueba tangible de su compromiso. Y el poder de la acción diaria.
Su gran aspiración es que un artista consagrado, mencionando a Carín León como su principal anhelo, grabe una de sus composiciones. Esto no solo validaría su trabajo, sino que crearía un «capital heredable». Las regalías de una canción exitosa podrían financiar de manera sostenible la rehabilitación, pero, más importante aún, le comprarían el recurso más valioso: el tiempo. Le darían la tranquilidad de poder enfocarse personalmente en el cuidado que su hijo demanda, sin la angustia constante de las finanzas
Su sueño final sigue intacto, y no es sobre fama o reflectores. Es sobre la tranquilidad de saber que su hijo recibe cada terapia y cada consulta que necesita, todo financiado por lo que él mejor sabe hacer: componer canciones.
Como músico y autor, El Pollo ha roto el silencio, ha encontrado su ritmo y ha confrontado los algoritmos de las redes sociales. Pero más allá de cualquier métrica digital, ha cimentado su propósito: que cada acorde que compone tenga el potencial de ser un ladrillo más en el futuro de su hijo.









 
        

