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El dinamismo de la gobernadora y el ritmo del gabinete

Por Jesús Susarrey/

Mientras el discurso de la gobernadora conecta con el ánimo ciudadano y genera consensos sobre los fines y los medios, no de todas las dependencias emana información suficiente que amplíe y sustente las directrices

Si la racionalidad política en democracia supone la búsqueda de los medios adecuados para lograr el bienestar general y promueve deliberación y debate, en Sonora la dinámica pública no parece responder a esa expectativa, ni toda la sociedad política interesada en promoverlos.

El gobierno del Estado da a conocer diagnósticos, expone su programa y atiende los asuntos urgentes y cotidianos, pero la Legislatura con indolencia omite su obligación de deliberar y renuncia a su función de fiscalizar y representar el interés colectivo. El mando único policial, la homologación de la legislación anticorrupción, ya no digamos el deficitario sistema de salud, el escenario económico adverso, ni la pobreza merecen su atención prioritaria y posicionamiento, por citar algunos temas.

Las oposiciones partidistas con frivolidad señalan generalidades, personalizan la crítica o se alejan del escenario. Abandonan su responsabilidad de la intermediación política y no validan ni proponen alternativas. Escasas son las acciones de gobierno que merecen su reconocimiento o la formulación de una contrapropuesta.

Para algunos apoyarlas es sinónimo de entreguismo, para otros, la oportunidad de negociar privilegios y espacios de poder más que para la deliberación centrada en el  interés general y orientada a sus clientelas que parece quedaron en la orfandad política y no tienen quien traslade sus intereses a la esfera de las decisiones.

Ni del Congreso, ni de los partidos políticos brotan ideas u opiniones relevantes que enriquezcan la conversación pública, los temas de la agenda ciudadana no ameritan su atención. En el olvido quedaron los duros diagnósticos que formularon durante la campaña electoral y poco les importa la viabilidad de las soluciones propuestas por los gobiernos en turno. Ni las validan ni proponen medios alternativos. En su óptica, la democracia y su responsabilidad política se agota en el voto.

En las estructuras de gobierno, mientras el discurso de la Gobernadora conecta con el ánimo ciudadano y genera consensos sobre los fines y los medios, no de todas las dependencias emana información suficiente que amplíe y sustente las directrices. Con trivialidad se repite lo anunciado y no se aportan datos nuevos sobre la ruta que se seguirá para su instrumentación. En otros casos, simplemente optan por el silencio.

No se trata de hacer un recuento de aciertos y desaciertos —esa precisión quizá sólo la puede lograr la gobernadora— pero citemos que la claridad de propósitos en política interior que exhibe el Secretario de Gobierno en la entrevista publicada en la edición anterior de Primera Plana y la explicación detallada del proceso para la instrumentación del Mando Único Policial o para el rescate al Isssteson, son ejemplos de ejercicios de comunicación con la sociedad que no son usuales en todo el gabinete.

En lugar del diálogo, que en democracia antecede al debate público sobre las mejores alternativas, que justifica decisiones y proyectos, que legitima acciones, se exponen en ocasiones generalidades y ambigüedades que no contribuyen a alimentarlo. No parecen entender que sin comunicación política el ejercicio de gobierno se vacía de contenidos democráticos y que los incuestionables consensos logrados pueden debilitarse.

El tema va más allá de la imagen gubernamental, en democracia topa con la obligación de informar y justificar para robustecer legitimidad y gobernabilidad. Un ejemplo de la dinámica anterior puede ser la oportuna explicación sobre la tardanza y los tiempos para cumplir con la innegociable exigencia de que el gobierno anterior rinda cuentas por parte del Secretario de la Contraloría pero no emulado por todos.

Lo cierto es que con un Congreso y partidos políticos ausentes de la discusión, que ignoran el programa, que se niegan a debatir con la racionalidad que antepone el interés colectivo y un gabinete en el que no todos contribuyen a sustentarlo, en ocasiones la sensación es que la Gobernadora dialoga exitosamente con la ciudadanía, pero no siempre encuentra interlocutores en la sociedad política que respalden y robustezcan su proyecto.

No se trata de caer en el puritanismo teórico o en el irresponsable catastrofismo, pero en el complejo contexto político de hoy, el exceso de confianza fincado en su efectivo liderazgo o en el pragmatismo que supone de la sociedad sonorense no brota exigencia mayor, pudiera generar sorpresas.

Cierto, que el reto es mayúsculo, que las disfuncionalidades de nuestra democracia no son nuevas, que en el gabinete hay liderazgos con capacidad, pero en algunos rubros el ritmo y la sensibilidad contrastan con los que muestra la Gobernadora y el problema es que el enfoque en un gobierno honesto y eficaz no es sólo un acierto, parece ser insoslayable y exige mayor precisión, agilidad y resultados.