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La Salud en las cárceles era un desastre: Gustavo Moreno, director de Readaptación Social 

Por Rigo Gutiérrez E. /

No hace muchos meses atrás la clínica del Cereso 1 de Hermosillo no tenía ni gasas para curar una herida. La salud penitenciaria era raquítica. Los médicos no dudan en decirlo con toda claridad. Ahora inician con un proceso de recuperación que, no será fácil ante las graves deficiencias heredadas.

“Primera Plana” acudió a las instalaciones del Centro de Readaptación Social de esta ciudad. Con más de 4 mil internos es el de mayor población Sonora. Hasta aquí son trasladados reos de todo el estado por diversas causas, la principal, las enfermedades.

En entrevista, el equipo responsable de mantener el servicio médico en las cárceles del estado aclara lo publicado por este semanario en su pasada edición (No. 2304), donde se presentó un diagnóstico relativo al rezago en Salud.

Equipo médico de los Ceresos en Sonora, encabezados por Gustavo Moreno, director de Readaptación Social.
Equipo médico de los Ceresos en Sonora, encabezados por Gustavo Moreno, director de Readaptación Social.

Gustavo Moreno, director de Readaptación Social, de entrada reconoce el reto y así explica las condiciones que encontraron el año pasado cuando asumió su responsabilidad: “Nos encontramos mayormente deteriorado todo ese departamento —Salud—. Mal atendido en el aspecto de consultas, de medicinas, era un desastre”.

Sin embargo, repone Moreno Egurrola, de esta evaluación la principal tarea se enfocó al medicamento y buscar recursos económicos para resurtir.

El funcionario, que doce años atrás había sido titular de los Ceresos, recuerda las instrucciones de la gobernadora Claudia Pavlovich para tratar este tema como prioritario.

“Nosotros sabemos que estuvo descuidado esto porque tenemos muchos años en el sistema; cuando regresamos comenzamos a ver cosas, como que muchos penales no estaban como antes, toda esa falta de medicinas y no se puede hablar de que haya más internos porque hace años había mucho más, cerca de 14 mil en el estado”.

Pero no todo termina en el reabastecimiento en medicinas.

En 2008, en el Cereso 1 se habilitó una clínica para atender a los internos sin necesidad de trasladarlos al Hospital General —donde comúnmente los reciben—, pero la falta de interés y de recursos la paralizó.

“Se certificó el hospital y el laboratorio, pero finalmente la falta de mantenimiento al sistema de oxígeno, al selle, que es donde se esteriliza, toda esta falta de mantenimiento por no tener recursos económicos se dejó caer”, indica una de las doctoras.

En esos años, recuerda, contrataron personal para el hospital básico, desde especialistas de segundo nivel como cirujano, cardiólogo, médico internista, anestesiólogo, otorrino, ginecóloga, ortopedista e igual manera médicos que cubrían todos los turnos.

Y aunque la clínica continúa laborando, no está al nivel y hay casos que son canalizados al Hospital General del Estado.

Otro aspecto que se le cuestionó a los funcionarios, fue el señalamiento que hacen instituciones de Derechos Humanos al calificar como “foco de infección” a las cárceles en Sonora.

En este sentido, aclaran, las enfermedades que se presentan al interior del penal son prácticamente las mismas del exterior, como en invierno las gripas estacionales.

Pero al preguntar por casos más delicados como la tuberculosis, el epidemiólogo Lauro Armenta, explicó que esto sucede porque Hermosillo concentra a reclusos con este padecimiento, como una forma de control.

Cuando en otras cárceles diagnostican a un recluso con tuberculosis, lo trasladan a esta ciudad durante seis meses para recibir tratamiento. Una vez cumplido el tiempo, es regresado. Así, evitan más contagios. Actualmente hay 27 personas con este padecimiento en el Cereso 1.

El equipo médico está consciente del deterioro, las carencias, y además el riesgo de su profesión entre estas paredes, sin embargo dejan ver algo de entusiasmo porque, aunque sea a cuenta gotas la salud penitenciaria muestra signos de recuperación.