En seis años, un ser humano podrá pisar Marte
Charlamos en exclusiva con el doctor Avid Román-González, científico y astronauta peruano de visita en Hermosillo, quien nos habla del futuro de la ciencia aeroespacial
Por Imanol Caneyada y Rigo Gutiérrez
Dentro de seis años, la tecnología aeroespacial permitirá enviar al primer ser humano al planeta Marte.
Quien esto afirma es el científico peruano Avid Román-González, doctor en Procesamiento de Imágenes y Señales por el TELECOM ParisTech, doctorado avalado por la French Space Agency (CNES) and German Aerospace Center (DLR).
Se encuentra de paso en Hermosillo para ofrecer la conferencia “Los 5 dominios de la tecnología aeroespacial”, invitado por el Instituto Tecnológico de Hermosillo en el marco de su 41 Aniversario.
Nos recibe en el lobby del hotel donde se hospeda y nos suelta esta información como quien dice que mañana va a llover.

¿Pero los viajes a Marte no son todavía cosa de ciencia ficción?
No, según este científico y astronauta, en poco más de un lustro un ser humano podrá viajar al planeta rojo, el pequeño detalle es que aún no se ha desarrollado la tecnología para que regrese. Es decir, tendrá que quedarse ahí.
Es inevitable preguntarle si hay algún loco dispuesto a hacer el viaje sólo de ida. Nos informa ante nuestro asombro que hay más de 200 mil, ése es el número de personas que respondió a la convocatoria que lanzó en 2013 el programa espacial Mars One, un proyecto privado dirigido por el investigador holandés Bas Lansdorp. En estos tres años los candidatos han ido pasando por una serie de filtros y restan únicamente alrededor de 60.
La idea es que para 2022, un reducido grupo de personas viaje a Marte como una pequeña colonia terrícola y se instale ahí.
El mismo doctor Román-González pertenece a otro proyecto marciano; el científico peruano es el tripulante número 138 de la «Mars Desert Research Station» (MDRS), la estación de experimentación implementada por la Sociedad de Marte (The Mars Society) para contribuir con el desarrollo de una futura exploración humana en Marte.
Existe entonces ya la tecnología, nos confirma, para generar oxígeno y agua que permita la vida humana en el desolador cuarto planeta del sistema solar.
Quienes vayan, más que contar con perfiles psicológicos especiales, tendrán que tener la decisión, el espíritu explorador que ha caracterizado al ser humano desde siempre.
Desde aquel primer viaje a la Luna, nos explica el investigador, el cual se realizó en plena guerra fría y la competencia espacial entre potencias, las cosas han cambiado. La tendencia hoy en día es la cooperación internacional, el trabajo conjunto entre agencias espaciales que permita siempre ir más allá en una exploración incansable del espacio, en la búsqueda de planetas parecidos a la Tierra y ahondar en el conocimiento de lo que pasó después del Big Bang, la gran explosión de la que derivó el universo.
En esta gran cooperación internacional aeroespacial, los países latinoamericanos, de momento, han aportado talento, como su caso o el caso del astronauta mexicano Rodolfo Neri y otros muchos.
¿Cómo convencer a los gobiernos de América Latina de la importancia de invertir en ciencia y tecnología? ¿Cómo detener la fuga de cerebros?, le preguntamos.
En cuanto a lo primero, la respuesta clave es paciencia. Los gobiernos y cualquier inversor en general debe entender que la investigación científica es a largo plazo, que hay que esperar veinte o treinta años para obtener resultados específicos y aplicables.
Pero en el camino, aclara, se desarrolla tecnología, se hacen hallazgos fundamentales en paralelo y se forman mejores profesionales, todo lo cual contribuye al desarrollo de una nación.
El gran reto para América Latina es unir los esfuerzos de todos los países y crear una gran agencia aeroespacial latinoamericana, dice el doctor Román-González; la comunidad científica lleva tiempo ya planteando esta necesidad, pero no ha encontrado eco.
Si los europeos lo lograron con la Agencia Espacial Europea, ¿por qué nosotros no?, se pregunta.
En cuanto a la fuga de cerebros, ese mal endémico que aqueja a nuestros países, el entrevistado es un ejemplo; durante seis años estudió y trabajó en Francia, pero en 2013, el gobierno peruano lanzó una convocatoria de repatriación de científicos a la cual Román-González se acogió.
Ese año regresó al Perú y sus conocimientos científicos los puso al servicio de la Universidad de Ciencias y Humanidades, en donde lidera una investigación para comunicarse con personas en coma o estado vegetal.
En este campo, el científico nos explica que han logrado establecer comunicación del tipo sí o no con pacientes que padecen esclerosis lateral amiotrófica, cuyas capacidades cognitivas están intactas a pesar de la atrofia total de su cuerpo.
Estos descubrimientos se encuentran aún en etapa experimental.
El siguiente reto es establecer comunicación con pacientes en coma o en estado vegetal, cuyas capacidades cognitivas están dañadas en cierto porcentaje.
Le decimos que haber aceptado formar parte de este programa de repatriación científica que lanzó su gobierno es un acto patriótico en toda regla, pues el doctor se encontraba desarrollando su trabajo en París.
Entonces se encoge de hombros y sonríe tímidamente. Nos queda claro que estamos ante un cerebro privilegiado, un científico del más alto nivel, no obstante, sus modales altamente corteses y sus maneras sencillas y cordiales nos hablan de un ser humano cálido y modesto.
Ponemos fin a la plática porque el doctor tiene que terminar de hospedarse e integrarse de inmediato a las actividades del Instituto Tecnológico de Hermosillo.
La sensación que nos queda es de pequeñez ante la inmensidad de un mundo y un conocimiento al que apenas podemos asomarnos.