¿Quién mató a Benjamín Almada?
Apenas se había sentado a desayunar, cuando se empezaron a escuchar los primeros disparos. Benjamín se levantó de la mesa, dejó el plato servido y comunicó a su esposa que le aguantara un momento… que saldría a averiguar lo que sucedía y se fue rumbo a sus oficinas municipales
Por Bulmaro Pacheco
El año de 1915 dejó huellas imborrables en la historia de Sonora. El 4 de marzo fueron asesinados en Huatabampo el presidente municipal Benjamín Almada y el jefe de las operaciones militares en el municipio, Coronel Benjamín Chaparro. Álvaro Obregón perdió el brazo derecho el día 3 de junio en la hacienda de Santa Ana del Conde (Celaya), arrancado por un “casco de metralla” en la batalla definitiva contra Pancho Villa.
El 3 de diciembre, en su huida de Sonora rumbo a Chihuahua y al pasar por San Pedro de la Cueva, Villa ordenó fusilar a 84 personas —incluyendo al sacerdote— de la cabecera municipal, al sentirse ofendido por las auto-defensas del pueblo que atacaron a un pariente de Villa detectado en los alrededores del pueblo.
Más tarde, el día 26 el dirigente indígena Felipe Bachomo —del sur de Sinaloa—, también villista, con su contingente de ‘tehuecos’, junto con Juan Banderas, mataron a 23 personas en San Bernardo, Álamos. Eran perseguidos por las tropas constitucionalistas del general Madrigal, que los vencieron en Movas y se rendirían en enero de 1916. Bachomo habría de ser fusilado meses después en Culiacán.
Algo se alistaba a celebrar Carolina Ibarra Espinoza el 4 de marzo de 1915, que un día antes le prometió a su marido Benjamín Almada, a la sazón presidente municipal de Huatabampo, que iba a poner menudo para desayunar al día siguiente.
Recientemente, el doctor Olivio Gordillo, Chiapaneco asentado en el pueblo, les había confirmado el embarazo de Carolina, de su primer hijo.
Se habían casado meses atrás, ella de 18 años, él de 34. Ella, hija de Clemente Ibarra, un español forjado en la minería en Álamos y después propietario de 48 mil hectáreas de agostadero (incluidas “Las Rastras”), y de Carmen Espinoza. Eran padres de una numerosa prole de 11 hijos. Además de Carolina: Clemente, José, Alejo, Baltazar, Federico, Próspero, Carmen, Rosa, Trinidad y Alfredo Ibarra Espinoza.
Benjamín y Carolina vivían en una amplia casa construida sobre un terreno (de 20 por 50 m), casi intacta y bien conservada con puertas de cedro labrado en Zaragoza 103. Sus altos techos de ‘machambre’, con vigas de madera traídas de Canadá, se adornaban con dos grandes palmeras (que todavía existen), rodeadas de limones, guayabos, corales, sábilas, toro prieto, yerba del manso y colas de perico, entre otras, que dejaban un espacio para una pileta circular. La amplia cocina separada por un patio de la planta principal, se comunicaba con el comedor a través de una ventana circular (que todavía se observa) por donde pasaban los alimentos a los comensales.
Los padres de Carolina vivían en la casa que después ocuparía el Bar “El Peine”, por la 16 de Septiembre y contra esquina de la casa de Almada.
Clemente Ibarra había construido esa casa a finales del Siglo XIX y la heredó a sus hijos —una parte— a Clemente Jr. y la otra a Alfredo. Estos venderían después la propiedad a Biviano Escalante, propietario —por muchos años— del establecimiento que albergó al bar mencionado y a Paco Martínez.

Con sumo cuidado, Carolina acomodó las piezas de la carne y las vísceras de la panza de la vaca (callo, libro, tripa, pata) en una mediana tina de hojalata que simulaba aluminio. La puso sobre la leña, y prendió fuego para que el menudo —ya con agua, cebolla, ajo y chile verde entero— se cocinara lentamente durante toda la noche y pudiera estar más tarde, con el grano de maíz reventado “desgrasado” con sal y bien cocido a fuego lento, como “le gustaba a Benjamín, y como se lo preparaba en su tiempo su madre Cornelia, cuando recién llegaron a Huatabampo.
Los Almada de la rama de Benjamín, llegaron al pueblo en 1891 procedentes de Álamos (Benjamín de 10 años) a buscar nuevas oportunidades en la agricultura regional, ante el quiebre de la minería alamense “por la caída del precio de la plata y por agotarse la leña”, a decir de Álvaro Obregón.
Almada sembraría garbanzo y se convertiría pronto en un destacado agricultor. Amigo de Obregón, no tardó en ganarse su simpatía en las tareas políticas y no dudó Obregón en influir sobre la legislatura local para que fuera designado presidente municipal a la salida del interino Severiano Talamante.

Era 1915 y las turbulencias revolucionarias dividían a Sonora con impacto en el sur de la entidad. El gobernador José María Maytorena había roto toda alianza con Carranza, Obregón y Calles y se había aliado a Villa en una lucha cruenta que dividió al estado. Maytorena se ostentaba al mismo tiempo gobernador del Estado y jefe de las fuerzas militares de la Convención de Aguascalientes, dirigidas por Villa. Tanto él como El Centauro del Norte intentaban borrar de un plumazo a las autoridades locales que no se les disciplinaran y estuvieran al servicio de Carranza y Obregón.
Fue así como Benjamín Almada recibió una primera llamada de su suerte política, cuando junto con Salvador Alvarado, Roberto Cruz, Clodoveo Valenzuela, Ignacio Ruiz Rábago y el presidente municipal de Navojoa Juan José Rosas —entre otros—, fue hecho prisionero e internado en la penitenciaría del estado en agosto de 1914 “por desafectos (sic) al gobernador Maytorena”. Saldrían después por los acuerdos entre Obregón y Villa sobre la situación política y militar en Sonora.
[…] Listo el menudo por la mañana, Carolina le avisó a Benjamín que estaba poniendo la mesa, inquiriéndole si desayunaría solo o invitaría a alguno de sus colaboradores del ayuntamiento. Benjamín le dijo que no, que lo haría solo, porque vía telegráfica le habían informado que una columna Villista-Maytorenista se acercaba a Huatabampo y no tardaría en llegar.

Almada apoyaba la defensa del pueblo a través de Benjamín Chaparro, designado por el general Ángel Flores —jefe de operaciones en Navojoa— como jefe militar en el municipio.
Benjamín Chaparro, coronel maderista que combatió contra Pascual Orozco, originario de Guadalupe Victoria, Chínipas, Chihuahua —donde nació en 1890—, fue miembro del Estado Mayor de Álvaro Obregón. Se había retirado del servicio en 1914 y volvió llamado por Obregón al “consumarse la defección de la División del Norte” para comisionarlo a Huatabampo, donde trabajó apenas dos semanas.
El grupo que se acercaba al pueblo era comandado por el mayor Ignacio Otero Pablos y el capitán Eduardo Vásquez, que —desde el cuartel de Fundición— habían reclutado a numerosos indígenas mayos para preparar el ataque y apoderarse de la plaza, con la intención de rodear a Flores.
Apenas se había sentado Almada a desayunar, cuando se empezaron a escuchar los primeros disparos. Benjamín se levantó de la mesa, dejó el plato servido y comunicó a su esposa que le aguantara un momento… que saldría a averiguar lo que sucedía y se fue rumbo a sus oficinas municipales, que por entonces se ubicaban en la esquina de Constitución y 16 de Septiembre (donde después se construyera el Casino Social) distante casi tres calles de su casa.
Antes de cruzar la ahora Avenida Madero, y desde el techo de una de las casas, un indígena le disparó en varias ocasiones acertando dos balazos, uno en el corazón y el otro en la cabeza, provocando instantáneamente la muerte del presidente municipal.
Benjamín Chaparro, que resistía mal armado y con poca gente el ataque calles atrás, a un costado del domicilio de Almada se replegó hasta que lo alcanzaron las balas de un grupo de atacantes, que habían recibido la encomienda de acabar con el responsable de las operaciones militares.
Chaparro cayó exactamente en la esquina de 16 de septiembre y de la que hoy —en su honor— se estableció como calle Benjamín Chaparro. “El límite hasta donde llegaban en ese entonces las aguas de las inundaciones del Río Mayo”, a decir de los historiadores locales y donde mucho tiempo después se construyera la primaria Ignacio Soto.
El efecto sobre Carolina Ibarra del asesinato de su esposo fue devastador.
Una gran depresión la invadió y no levantó la mesa. Dispuso que el plato de menudo servido permaneciera tal y como lo probara Benjamín, y el comedor cerrado a partir de ese día, con un gran candado en su puerta de acceso.
Chaparro fue sepultado a la entrada del panteón viejo y su tumba, muy modesta, solo registra su grado, su nombre y la fecha de la muerte.
Almada fue sepultado en la parte céntrica del panteón, en el lote donde también se encuentran sus suegros Clemente (1919) y Carmen (1933), su madre Cornelia (1928) y sus hermanos Víctor (1913) y Manuela (1967), así como descendientes directos de don Clemente, el fundador de la extensa familia. El plato servido permaneció en la mesa y el comedor cerrado. La hija de ambos, Cornelia Almada Ibarra —llamada así en honor a la madre de Benjamín— nació el 18 de noviembre de 1915. Carolina no quería vivir en su casa y se pasó a la de sus padres.
La casa tendría después varios inquilinos y diversos usos, hasta que en 1968, Manuel Madrid Ochoa, de Pilares de Nacozari, fundador de Villa Juárez, le rentó a Cornelia la mitad de la casa, que finalmente terminó por adquirirla tiempo después en 150 mil pesos.
Carolina gradualmente se fue restableciendo, dedicada a la filantropía y a servirle a la gente. Su hija Cornelia, al cumplir los 15 años de edad —en 1930— le pidió a su madre que no le hiciera fiesta alguna, ni regalo especial como se acostumbraba entonces. Le pidió de regalo, la satisfacción de abrir el comedor clausurado 15 años antes, para recordar a su padre.
Carolina accedió y por primera vez, el vejo candado Phillips ya enmohecido cedió a un barreno que se utilizó para quebrarlo.
El espectáculo que brindaba el comedor era único: telarañas y polvo por todos lados, la tierra que se había filtrado por los accesos que daban a la chimenea cubría todos los espacios, paredes y piso, y el plato, ahí cubierto por una delgada capa ennegrecida de grasa que con el tiempo se petrificó, selló las partes del menudo resecas y muy duras pegadas todavía al plato.
Carolina vistió luto de negro por el resto de su vida y no volvió a casarse.
Cornelia casó tiempo después con el comerciante Ángel Santini Urrea, descendiente de Pánfilo R. Santini, exprefecto de Álamos y dueño de la tienda “El Buen Marchante”, ubicada en el mercado municipal. Propietario también del espacio donde tiempo después Magín Moreno fundaría la original y recordada tienda “Los Cuatro Vientos”.
Los Santini Almada procrearon seis hijos, vivieron en Huatabampo hasta 1954 cuando pasan a residir a Navojoa y donde los acompaña doña Carolina, quien muere ahí en 1981 a los 84 años. Su hija Cornelia muere en 1991 a los 76. Las dos fueron sepultadas en Navojoa distantes 36 kilómetros de Benjamín. ¿Quién mató a Benjamín Almada? Al igual que a Benjamín Chaparro, a los muertos de San Pedro de la Cueva y a los de San Bernardo, los mató el Sonora violento, dividido y confrontado de 1915. Decía Malraux que; “Ser parte de la historia es ser parte del odio”. La vida de Carolina Ibarra lo contradice. Ella fue fiel a su propia historia… pero también a Benjamín.