“La verdadera piedad y compasión no consiste en quitar la vida del que sufre, sino en ayudarle. Lo humano no es matar a los disminuidos, los enfermos o moribundos, sino en estar junto a ellos”
Por Dr. Jorge Ballesteros
Como era de esperarse la Asamblea Constituyente por mayoría de votos aprobó incluir la eutanasia en la Constitución de la Ciudad de México, propuesta por el perredista Jesús Ortega; también inició el análisis y discusión del artículo 11 del proyecto de dictamen de la Comisión de Derechos Humanos, el cual hace referencia a temas de la agenda de la izquierda como la legalización de la mariguana con fines “recreativos” y medicinales, los supuestos derechos de la comunidad lésbico, gay, transexual…, y la legalización del aborto entre otras.
En otro apartado se pretende privilegiar falsos derechos de los animales, y se ignora al embrión humano como persona. Es absurdo e injusto que se le nieguen todos los derechos al niño en gestación, el cual puede ser asesinado legalmente y en cambio se le de personalidad jurídica los animales ya que de acuerdo con los activistas y promotores, los animales “son habitantes de la ciudad y la parte más vulnerable de la sociedad”.
¿Y los niños no nacidos no tienen ningún derecho, ni voz, ni voto ni nadie que los defienda, no son personas? Por lo visto para nuestros “zoocialistas totonacas” solo los animales serán personas y serán más valiosos y dignos que los niños en gestación, los cuales según la Constitución de la Ciudad de México, pueden ser desechados a través del aborto voluntario.
Las tribus del PRD, Morena y demás fauna de la izquierda se han de sentir muy progresistas como sus compinches de Europa, ya que además de la agenda gay y del aborto aprobaron la eutanasia. Ahora sí la gente de la Ciudad de México “podrá morirse sin saber que se está muriendo”, ya que las personas de edad avanzada, enfermos que estén sufriendo mucho o que padezcan una enfermedad como el cáncer, sus familiares determinaran que no están viviendo una vida digna, y solicitarán “piadosamente” la eutanasia.
La verdadera compasión no consiste en matar al enfermo. Los motivos por los que se actúa, aunque sean buenos no cambian el fin intrínseco del actuar.
La verdadera piedad y compasión no consiste en quitar la vida del que sufre, sino en ayudarle.
Lo humano no es matar a los disminuidos, los enfermos o moribundos, sino en estar junto a ellos.
Recordemos que la eutanasia es siempre una forma de homicidio, porque un hombre da muerte a otro, por un acto positivo o por una omisión. Es un acto grave de violación a la ley moral de no matar. En cuanto a la dignidad personal, se da una grave confusión entre la dignidad de la vida, en el sentido de modos de vivir y la dignidad de la persona.
Decimos que hay una máxima dignidad de la persona. Ciertamente hay vidas dignas, e indignas, e igualmente muertes dignas e indignas, pero la persona tiene siempre la misma dignidad. Desde su inicio hasta su fin. No se fundamenta en aspectos biológicos, o éticos, o de otro tipo.
Santo Tomás descubrió que el constitutivo personificador, lo que hace que el hombre, o mejor, un individuo de esta naturaleza sea una persona es su “ser” propio. El ser propio de cada persona es el que le da su carácter permanente, actual y en idéntico grado.
La dignidad de la persona no varía por los accidentes de la vida. Si el constitutivo formal de la persona fuese alguna propiedad esencial, como, por ejemplo, la salud del hombre no sería siempre persona. Además, como es poseída en distintos grados, según los individuos y las diferentes circunstancias individuales, habría entonces distintas categorías de personas.
El derecho a la vida. Por ello, de los derechos humanos, el primero es el de la vida, es independiente del estado de salud. El derecho a la vida deriva directamente de la dignidad de la persona. Todo ser humano tiene derecho a la vida por el mero hecho de pertenecer a la especie humana, por ser persona.
Una muerte digna no implica la ausencia de dolor. No es un criterio apto para medir la dignidad humana. La eutanasia no es un signo de civilización o de progreso. Pueden dar esa falsa apariencia, porque parece una forma más de luchar contra el dolor y el sufrimiento, que tanto ha progresado en nuestra época.
Pero lo que hace es eliminar al que sufre para que deje de sufrir y así se dice no pierda dignidad.
Sin embargo, un humano no pierde dignidad por sufrir. Lo indigno es basar la dignidad del hombre en el hecho de que no sufra.
Debe reconocerse que el moribundo tiene derecho a una muerte auténticamente digna.
Este derecho, además de incluir los derechos de conocer la verdad de su situación, de decidir sobre las intervenciones que se le ha de someter, el derecho a no sufrir inútilmente, se refiere también al de recibir consuelo y esperanza, que le alivien el sufrimiento moral.
Siempre este modo de paliar el dolor del enfermo ha estado presente en la deontología médica.
Es conocido el antiguo aforismo médico de que si no puedes curar tienes que aliviar, y si no puedes aliviar, debes consolar. En la actual medicina paliativa, procuran atender al paciente para ayudarle a tener verdaderamente una buena muerte.
No se le mata, sino que se le ayuda en el trance de la muerte, porque ayudarle a morir no es lo mismo que matarlo. Esta medicina paliativa, que hoy se considera una especialidad médica, no es una alternativa a la eutanasia. El cuidado paliativo es un acto médico.
Pero, qué va a saber de esto la izquierda, solo sabe de destrucción, de robar y saquear en los supermercados como se dio en el reciente gasolinazo, de adular a una clientela de gente rara y marginal, abanderando temas como el aborto, la legalización de las drogas, la agenda gay, la eutanasia, populismo, ecologismo antihumano, pedofilia y todas las aberraciones que le hagan ganar votos entre este sector. Es gente que vive y medra del caos de la sociedad. Se puede decir que son las termitas de la civilización.
*Asociación Filosófica de Sonora ASFIL