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El wahabismo, origen del terrorismo moderno

Desde los ataques a Estados Unidos el 11-S del 2001, el Wahabismo militante ha sufrido una serie de mutaciones pero, que en esencia mantienen la misma ideología ya sea que hablemos de los Talibán, de Al Qaeda o los que se hacen llamar Estado Islámico

Por Dr. Jorge Ballesteros

Un artículo de New York Times pone de relieve que el wahabismo saudí es el responsable de la alimentación del extremismo y el terrorismo global.

“La exportación del wahabismo de Arabia Saudí ha alimentado el extremismo global lo que ha contribuido al terrorismo”, precisó el artículo publicado hace unos días.

El artículo afirma que el grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe) es una continuación de la amenaza wahabí, una ideología, que según el diario, inspira la violencia en los países occidentales.

William McCants, investigador en la institución de Brookings, agrega que ellos (saudíes) promueven una forma muy tóxica de la ideología que dibuja líneas marcadas entre los creyentes musulmanes, lo que allana el camino del surgimiento de los terroristas en distintas partes del mundo.

De acuerdo con el escritor emiratí, Salem bin Hamid, el wahabismo es la “nueva religión de los saudíes” y es el más feo y nocivo pensamiento que existe en todo el mundo, que no tiene nada que ver con el Islam.

Pero ¿Qué es el wahabismo, de dónde vino, quién lo promueve?

El wahabismo es una corriente político-religiosa musulmana de la rama mayoritaria del sunismo, creada por el extremista religioso Muhammad ibn ‘Abd al-Wahhab (1703-1792) en el siglo XVIII.

El abuelo de Abdul-Wahhab, Tjensuleyman, era Tjen Shulman, un miembro de la comunidad judía de Basora. Shulman había sido desterrado de Damasco, El Cairo y La Meca por su «charlatanería». Rifat Salim Kabar revela que Shulman terminó de instalarse en lo que hoy se denomina Arabia Saudita, en donde su nieto Muhammad Wahhab fundó la secta wahabita.

Haykel explica que se trata de «una corriente teológica muy antigua en el islam, sumamente literal en la forma como aborda el texto de la revelación, y tiende a condenar a otros musulmanes que no comparten esta ideología».

«Él creía que los musulmanes se habían desviado del verdadero mensaje del islam», dice Bernard Haykel.

Pronto encontró refugio con un hombre que gobernaba un pueblo vecino, Muhammad ibn Saud, con quien pactó un acuerdo en 1744. La alianza de Al Wahhab y Ibn Saud estableció la unión entre el wahabismo y Arabia Saudita.

Resulta interesante conocer los orígenes de la casa real de los Saudí, ya que así nos explicamos los lazos tan estrechos de la monarquía reinante en Arabia Saudita con el sionismo gringo y con el estado de Israel.

El rey Abdul Aziz ibn-Saud, el monarca del primer reino de Arabia Saudí, descendía de Mordechai bin-Ibrahim bin-Moishe, un comerciante judío también de Basora. En Nejd, Moishe se integró a la tribu Aniza y cambió su nombre a Markhan bin-Ibrahim bin-Musa. Finalmente, Mordechai casó a su hijo, Jack Dan, que se convirtió en Al-Qarn, con una mujer de la tribu Anzah del Nejd. De esa unión nació la futura familia Saud.

Con este acuerdo religioso-militar, se sentaron las bases para formar toda la región: Ibn Saud se comprometió a apoyar a Al Wahhab tanto política como militarmente y, a cambio de esto, Al Wahhab le daría a Ibn Saud legitimidad religiosa.

«Al Wahhad creía que la yihad estaba justificada contra los no creyentes, incluso contra los musulmanes que no seguían su verdadera versión de la fe», dice Haykel.

8 ExtremistasTomaron control de una ciudad tras otra en la región. Muhammad ibn Saud reinaba y Muhammad ibn Abd al Wahhab predicaba y ponía en vigor lo que él creía eran las prácticas correctas del islam.

«Tenían listas de todos los congregantes y así se aseguraban de que todos acudían a la mezquita cinco veces al día a orar. Era una imposición de la fe que aplicaban casi como justicieros, una versión intolerante de la fe que en el islam tradicional no existe», asegura el experto.

Pero la alianza de Al Wahhab e Ibn Saud siguió capturando territorios. Y para fines del siglo XVIII tenía control de casi toda la península Arábiga.

«Con el acuerdo, se les dio a los wahabistas control total de la vida social y cultural del reino, lo que significaba que tendrían el control de la educación y del sistema judicial», explica al Rasheed.

«Y la familia al Saud tendría control total de las relaciones internacionales y del manejo de la economía».

«A cambio, los clérigos wahabistas debían predicar a los ciudadanos sauditas que obedecieran a sus dirigentes. Y esto mantenía contentos a los al Saud porque garantizaba la conformidad a nivel doméstico».

Desde entonces, las normas impuestas en toda Arabia son severas: la prohibición del alcohol es total, la separación entre hombres y mujeres se observa de forma estricta y se aplica la Charia, incluyendo castigos corporales, mutilaciones y la muerte por decapitación o lapidación. La característica más visible es la imposición de un severo código de vestimenta a las mujeres, que deben llevar en público el niqab, una prenda que tapa todo el cuerpo excepto los ojos. Se castiga la posesión de una Biblia.

Se trata de un país en el que rige la ley islámica, prácticamente sin otro tipo de reglamentación, en el que la mitad de la población carece de derechos; donde no existe libertad de prensa, religiosa, ni prácticamente representación democrática que no esté controlada por los Saud.

Los ingresos del petróleo permiten al reino saudí financiar en todo el mundo la construcción de mezquitas, habitualmente atendidas por imanes a sueldo de Arabia, que difunden en sus prédicas las ideas wahabíes. Nace así el llamado ‘petroislam’. “El Departamento de Estado de EE.UU. estima que en las últimas cuatro décadas, Riad ha invertido más de 6,000 millones de libras esterlinas en fundaciones para difundir el mensaje wahabí”, precisa.

Hay cuatro países, aparte de Arabia Saudí, en los que el islam se vive hoy con tintes wahabíes: Afganistán, Sudán, algunas provincias del norte de Nigeria y la pequeña región autónoma de Banda Aceh en Indonesia. En Afganistán, este rigor data de finales del siglo XIX, en Sudán, Nigeria e Indonesia se trata de evoluciones posteriores a 1970.

Los movimientos salafistas siguen el islam wahabí, pero combinan su práctica con una ideología combativa que impulsa a sus miembros a no sólo observar los códigos de su fe sino a defender su observancia o incluso imponerla a los musulmanes que siguen otras interpretaciones.

Así, lo que en el siglo XVIII era sólo un movimiento local, 200 años después se convirtió en una ideología global.

Desde la década 2000, esta visión religiosa se va extendiendo en prácticamente todos los países islámicos y especialmente las comunidades musulmanas en Europa. En éstas, el wahabismo se difunde sobre todo entre los jóvenes de segunda generación de inmigrantes y entre los conversos, mientras que las generaciones mayores suelen conservar la fe tradicional suní o chií.

La difusión del islam wahabí ha llegado hasta el punto de que esta interpretación rigorista es hoy prácticamente la única conocida por el público europeo y presente en prensa, radio, televisión y libros.

Desde los ataques a Estados Unidos el 11 de septiembre del año 2001 el Wahabismo militante ha sufrido una serie de mutaciones pero, que en esencia mantienen la misma ideología ya sea que hablemos de los Talibán, de Al Qaeda o los que se hacen llamar Estado Islámico, como es el caso de Daesh.

Que es una banda de mercenarios, un grupo terrorista que bajo el alero y protección de potencias occidentales, la Casa al Saud y las Monarquías del Golfo Pérsico se ha desarrollado en función de intereses geoestratégicos ajenos al mundo de Oriente Medio desatando el terror y la búsqueda de lograr el poder y la implantación de su extremismo religioso.

Wahabismo y su apoyo al Terrorismo

Estos grupos radicales nacidos bajo el alero del wahabismo, han sido organizados, financiados, armados y apoyados por Arabia Saudita con el aval de Estados Unidos y la implicancia de Israel en materia de labores desarrolladas principalmente por el Mossad —su servicio de inteligencia— destinados a crear una política regional que conduzca a la fragmentación de Oriente Medio y con ello el fortalecimiento del dominio occidental de este importante espacio geoestratégico.

Estos grupos de terroristas mercenarios han sembrado el terror y la destrucción en Irak, en Siria, ocupando grandes extensiones de terreno en estos países y fundando el Estado Islámico o Califato, desangrando a estos países y traficando con sus recursos petrolíferos y de gas y sometiendo a las personas de estos territorios a la mas abyecta esclavitud.

Este grupo del ISIS o DAECH ha provocado un enorme genocidio en Irak y Siria con la eliminación de minorías, como la degollina de cristianos en todas las aldeas conquistadas, así como la esclavitud sexual de las mujeres y de los niños, los cuales eran vendidos como ganado en los mercados.

Seis años de guerra, con la muerte de cerca de medio millón de personas solamente en Siria y el desplazamiento de grandes núcleos de población hacia países sobre todo europeos, con el consiguiente choque cultural y caos causados por fanáticos wahabitas elementos y del ISIS entre los refugiados.

Actualmente Siria e Irak están ganando la guerra contra estos grupos terroristas y los están expulsando de sus países, obligándolos a huir hacia Afganistán, Libia, Yemen, África y a Europa, para tratar de instalar su Califato sangriento en estos países.