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Nuestras metas son muchas y el camino no termina

Debemos tener valor para salir a las calles a participar, a luchar por la equidad plena en el ejercicio de los derechos y con ello lograr que nuestra sociedad, en conjunto, alcance mejores niveles de vida

Por Leticia Cuesta

Las olas del mar se asemejan a lo convulsionado que se encuentra nuestra sociedad, a veces el impacto en la roca se escucha a la distancia y es en ese estado de continuo movimiento que surgen acciones organizadas, dirigidas a defender una causa o ideales. Es así como la defensa por la igualdad de género ha cobrado fuerza año con año y aquello que inició con una lucha que pretendieron apagar con la muerte hoy se conmemora y se honra.

Desde la oportunidad de ser escuchada en casa hasta la incursión a la vida política, la mujer ha dejado huella. En el transitar hay dolor, sangre, violencia y aún hoy, en muchas regiones del mundo, un panorama incierto para alcanzar la verdadera equidad, no obstante, se sigue de pie, porque no es la lucha de una, sino de millones de mujeres en México y el mundo que aún no logran gozar de sus derechos en igualdad y a las que no se les reconoce su verdadero valor como ciudadanas.

Hoy, al recibir la invitación de escribir estas líneas y expresar mis ideas, me queda claro que es una oportunidad que no todas las mujeres en nuestro país pueden ejercer y es en ese punto preciso donde radica la gran posibilidad que debo aprovechar como mujer sonorense, porque he logrado masificar mensajes debido al acceso a un espacio editorial, he podido hacer uso de un micrófono, es decir, soy afortunada y me queda claro que de esta gran posibilidad no debe ser para mí el beneficio.

Cómo creer que escribir hoy estas líneas no deben servir para recordar que en Sonora la desigualdad salarial es del 21.6% y que en México esta brecha se ha incrementado en más del 17% según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico. Tengo claro que este espacio, y los que estén por venir, debo utilizarlos como un vehículo para que sean expuestas las condiciones de vida de más mujeres.

Qué tan lejos estamos de una de las primeras ideas que impulsó Simone de Beauvoir respecto a la igualdad laboral cuando dijo «Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”. Hoy nuestra aparente libertad nos deja en desventaja.

Aún hoy, a las mujeres que deseamos participar en la vida pública-política se nos intimida con frases como «¿qué dirán?, te vas a marcar, se dañará tu imagen, ¿para qué te metes?», sin embargo, al revisar esos riesgos y comparar lo que hoy podemos “perder» respecto de 146 mujeres que murieron víctimas de un incendio en una fábrica de textiles en 1911, me queda claro que no tengo absolutamente nada que perder.

A partir de ahí los logros han sido paulatinos, hemos tenido que exigir el acceso a la educación, debimos salir a pelear por nuestro derecho a votar, aún hoy debemos pelear por la igualdad salarial y necesitamos demostrar que el trabajo en el hogar es una labor que se merece el respeto de toda la sociedad y estas nuevas luchas no significan, en lo más mínimo, que las anteriores estén resueltas para todas las mujeres.

Debemos tener valor para salir a las calles a participar, a luchar por la equidad plena en el ejercicio de los derechos y con ello lograr que nuestra sociedad, en conjunto, alcance mejores niveles de vida, porque eso es lo mejor de la lucha de las mujeres, los beneficios son para todos. Las posiciones son diversas, todas igual de válidas y legítimas, porque son figuras de participación ciudadana que fortalecen todo el ecosistema para evitar retrocesos y conseguir reducir la brecha de desigualdad.

En la lucha por la igualdad aún hay mucho por hacer, el reto radica en no detenernos, en mantenernos y ayudarnos a seguir adelante y aunque no compartamos el total de ideales, defender el derecho de todas a exigir lo que consideramos justo para nuestro crecimiento. 

Hoy, como hace más de 100 años, la lucha por la igualdad de derechos y obligaciones es imperante para darle a la juventud mexicana la oportunidad de vivir mejor y quizá dentro de unos años, cuando una mujer escriba en este semanario, opine en cualquier medio de comunicación o se exprese en sus redes sociales, pueda decir como yo que aún hay mucho por hacer, no porque no se avance, sino porque tiene el derecho a pensarlo, expresarlo y buscar las soluciones participando activamente en la vida pública, desde cualquier trinchera.

 

*Leticia Cuesta Madrigal, licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora. Se ha desempeñado laboralmente en los sectores privado, público y social.