El reto de hablar y practicar la igualdad de género olvidando los roles

Es necesario establecer mecanismos multidisciplinarios para realizar una continua evaluación de leyes, programas y prácticas implementadas para dejar de justificar las desigualdades
Por Ana Gabriela Guevara Espinoza
Los fenómenos sociales, la inmensidad de la manifestación de las conductas individuales, de grupo y del lenguaje están entrando en una etapa de ebullición y de intensidad que realmente mantiene preocupados y sorprendidos a quienes se dedican a tratar de explicar la diversidad y riqueza de los acontecimientos humanos.
Lo difícil de mantener la mirada sobre estas expresiones son su inaudito nivel de violencia. Todo ha cobrado una intensidad trágica, desde las maneras verbales hasta la misma fenomenología de los delitos.
Hay una cruda exaltación de la violencia en todos los niveles, como si la humanidad saliera de una tendencia y entrara a otra que libera los instintos a un nivel de terror.
Por supuesto, México ocupa los primeros lugares de cualquier lista negra. Estamos siendo testigos en carne viva de una de las crisis sociales más profundas que se pueda imaginar y que está suelta a los albedríos del mercado, de una libertad de expresión mal entendida o ideológicamente comprendida.
Todo se está cimbrando, de arriba abajo, de los rasgos estructurales a los detalles que parecen sin importancia. Desde un atavismo social duro como las diferencias culturales entre ciudad y campo, hasta una forma de vestir.
En toda esa porosidad social se encuentran, esclerotizados, núcleos de diferenciación que en la mayoría de los casos se integran a un código de discriminación para generar su propia identidad. Si las identidades no se reforzaran negando a otras el universo de identificación no estaría sustentado en la agresión al otro.
Todas las observaciones de analistas y organismos no gubernamentales coinciden en lo mismo. Hay un escenario marcado por altos niveles de violencia, impunidad y el menoscabo de los esfuerzos oficiales de protección y promoción de los derechos humanos.
Obviamente el sujeto social que recibe los mayores impactos en materia de violación de sus derechos humanos es la mujer. La violencia contra la mujer es la tendencia cultural…la violencia contra la mujer es más aguda, más atroz, más patológica que nunca, lo que propicia que se dejen pasar los detalles que cimientan una desigualdad de género.
Por ejemplo, los usos y costumbres, los arraigos verbales, las formaciones en los nichos parentales, incluso por conformar la visión del mundo donde en la formación temprana que introduce los roles sexuales, es decir lo que es adecuado para un hombre y lo que es adecuado para una mujer. Enseñado que uno es contrario al otro.
La mayoría de las sociedades considera que mujeres y hombres son diferentes y deben ocupar roles distintos, por lo que los socializan de forma distinta. Y la masculinidad y la feminidad se refieren a las diferencias en rasgos, conductas e intereses que la sociedad ha asignado a cada uno de los géneros. Pero es algo que apenas se está estudiando científicamente.
En el caso de México, sin duda estamos en momentos cruciales en cuales hablar sobre la equidad y la igualdad de género implican cambios no solo de paradigmas, sino también forma de modificar día a día nuestra forma de pensar, accionar y trazar el futuro partiendo de una visión en la que impere la concepción de otro como un ser único e irrepetible, digno de gozar de los mismos derechos y obligaciones.
Es por ello que cada día se hace necesario pensar en la reingeniería de las políticas públicas relacionadas con la igualdad de género, pues basta observar como en pequeños detalles de las mismas continúan imperando las concepciones de lo que es ser una mujer o un hombre en acción.
Por ejemplo el color rosa, el uso o no uso de ciertos códigos de vestimenta, las actividades propios de cada persona o las expresiones verbales normalizando actitudes o reacciones que dan pauta a justificar la violencia, la intolerancia o el poder ejercido irracionalmente.
Si bien, México ha implementado diversas medidas con el objetivo de alcanzar la igualdad tanto de jure como de facto respecto del hombre, éstas no se someten a una evaluación periódica para saber si estamos alcanzando o no la meta.
La clave es implementar medidas de igualdad como una estrategia, es determinando objetivamente los elementos a evaluar periódicamente, con la finalidad de corroborar el resultado funcional que tienen, no estableciendo un plazo determinado para alcanzarlo. Esta evaluación debe estar orientada a ver si reflejan prejuicios de género.
Entonces nuestras políticas públicas y sus programas guardan un vacío significativo, pues a la fecha se ha trabajado por visibilizar un enfoque jurídico y programático puramente formal, en el cual, no da apertura para realizar una evaluación constante sobre los adelantos y retrocesos que se hacen presentes en la implementación de una cultura basada en la igualdad.
Por lo tanto es necesario iniciar un movimiento, mediante el cual se establezcan mecanismos multidisciplinarios para realizar una continua evaluación de leyes, programas y prácticas implementadas para dejar de justificar las desigualdades sociales y sustantivas entre hombres y mujeres.
Sin duda un reto urgente en la materia tiene que ver con el trabajo a realizarse para construir una cultura de paz, no solo para las víctimas, sino también para las personas que todos los días trabajan en la atención y prevención de la violencia.
El llamado a mirar y a profesionalizar los servicios y el trato es una tarea pendiente, pues actualmente no contamos con protocolos estandarizados, cada actor trabaja de acuerdo a las necesidades que van surgiendo, haciéndose necesaria una mirada externa que permita modificar y perfeccionar los protocolos de atención y prevención de la violencia.
Un tema sumamente urgente para nuestro país. La mejor forma de conmemorar el día internacional de la mujer es reflexionando sobre la sororidad que debe imperar en la implementación de acciones a favor de una cultura de paz basada en la igualdad de género.