A ustedes no los conocemos, pero a ellos sí
Las lecciones son muchas, la principal, los profesionales de la política fueron masivamente reprobados en favor de candidatos desconocidos; la duda: ¿podrán con el paquete?
Por Imanol Caneyada
“A ti no te conozco, pero a ellos sí”, fue uno de los comentarios que recogió de una vecina del Distrito 9 Martín Matrecitos Flores, candidato a la diputación local por la Coalición “Juntos Haremos Historia”, según contó recientemente en entrevista con Juan Carlos Zúñiga en Noticias Stereo 100.
Los candidatos de los partidos que históricamente han detentado el poder en Sonora en ese distrito, el 9, eran Edmundo García Pavlovich por el PAN y Óscar Alberto Cano Jiménez (en la campaña usó el nombre de Cano Vélez) por el PRI.
Otros apellidos de abolengo político que representaron al tricolor y al blanquiazul en 21 distritos en juego en las pasadas elecciones son Gutiérrez Mazón, Neblina Vega, Solís Granados, Cristópulos Ríos, Salido Pavlovich, Nieves Robinson Bours, Flor Ayala, entre otros muchos que podrían ser clasificados como profesionales de la política, o bien, pertenecientes al grupo que posee el poder económico y, hasta el pasado 1 de julio, el político también.
Veinte desconocidos ciudadanos se sentarán el próximo mes de agosto en veinte curules en el Congreso del estado.
El mensaje en Sonora es claro y contundente para los profesionales de la política: conocemos lo que han hecho y lo reprobamos. El mensaje, aunque traten de minimizarlo con la ola López Obrador, es devastador, sobre todo para el PAN, una opción política que veinte años atrás representó la posibilidad de un cambio en Sonora, y cuyos candidatos en ese entonces, mediados y finales de los noventa, tenían un perfil muy parecido a los actuales de Morena: comerciantes, pequeños empresarios, profesionistas, maestros, ciudadanos comunes.
En el camino el blanquiazul profesionalizó a sus cuadros políticos para presentar candidatos con experiencia y conocimiento. En el camino olvidó sus principios y las cúpulas se convirtieron en “políticos de carrera”, una expresión que para la ciudadanía, con el tiempo, se convirtió en corrupción, impunidad y enriquecimiento ilícito.
Lo pagaron en las urnas.
Las dudas
Pasada la resaca de 1 de julio, Sonora ha despertado perpleja, asombrada, estupefacta. Ni el PRI, ni el PAN, ni los analistas, ni los expertos, ni las encuestas, ni los opinólogos profesionales, ni siquiera Morena contemplaban este escenario.
Un escenario que no se daba desde los tiempos del PRI hegemónico, el que inventó la expresión del “carro completo”. La diferencia es que la hegemonía priista no estaba legitimada en las urnas, como sí lo está la morenista, lo que tiene un lado altamente positivo: no llegan con un cheque en blanco, como lo advirtió Patricia Duarte, líder del Movimiento por la Justicia 5 de Junio, y otros actores sociales.
La frase los estaremos vigilando, en estos días, ha cobrado un significado que nunca antes tuvo en la vida poselectoral de México y Sonora.
Los números, 20 diputaciones locales de 21, siete diputaciones federales de siete, la senaduría y las alcaldías de los municipios más poblados del estado (80% de la población), rompen cualquier lógica y pueden llevar a un triunfalismo enloquecedor, como ya lo ha advertido Tatiana Clouthier, una de las principales orquestadoras del triunfo de Morena en todo el país.
Con este aplastante poder en sus manos, y dado el significado que la palabra “poder” tiene en México y en Sonora, han surgido tres principales dudas.
La primera es si estos desconocidos ciudadanos, sin experiencia política, podrán con el paquete de gobernar desde sus respectivos puestos. Curiosamente es una duda que se da en ciertos círculos, los mismos que no previeron los resultados electorales, pero que la ciudadanía, al menos en las urnas, no tuvo en ningún momento.
Está tan deteriorada la vida política en el estado y en el país que los votantes parece que sólo piden un requisito: honestidad.
El PRI y el PAN, durante todos estos años en que se turnaron el poder, especialmente en el Congreso, le apostaron a la opacidad, a los acuerdos en los oscuro, a legislar hacia dentro, a desinformar, de manera que la inmensa mayoría de los ciudadanos desconoce en términos reales cuál ha sido el impacto de su trabajo en tanto diputados: ningún candidato que buscaba la reelección logró repetir; el caso de Fermín Trujillo en el Distrito 18 no cuenta, pues era diputado de Representación Proporcional en la legislatura que está a punto de concluir.
¿De qué sirve esta supuesta experiencia política si la utilizan para beneficio personal o grupuscular?, parece que se preguntó una inmensa mayoría frente a las urnas.
Del resultado del 1 de julio se desprende que los votantes están dispuestos a perdonar los errores propios de la inexperiencia y el desconocimiento del quehacer político, lo que sí no van a tolerar es la deshonestidad y la falta de transparencia.
Y esto nos lleva a la segunda duda: con tanto poder sorpresivamente acumulado por Morena, ¿podrán sus candidatos electos resistir el cañonazo de dinero que tarde o temprano les llegará?
La esperanza y el mandato de los cientos de miles de sonorenses que salieron a votar el 1 de julio, que vigilaron la elección, que no se amedrentaron ante los casos de violencia, indica que sí podrán hacerlo.
Las amargas experiencias del pasado, incluida la panista en aquellos tiempos en que se presentó como una opción de cambio honesta e íntegra, es que no.
El tiempo lo dirá, lo demás es hacerle al futurólogo.
Y la tercera gran duda, la más inquietante en términos prácticos, es cómo va a gobernar Claudia Pavlovich Arellano en un escenario totalmente inédito, en el que la famosa experiencia política no cuenta mucho porque nunca ningún gobernador en la entidad ha enfrentado dicho escenario.
La isla en que se ha convertido el Gobierno del estado en este mar morenista pondrá a prueba la capacidad política de la jefa del Ejecutivo como nunca antes, pero también es una oportunidad de demostrar que la vieja clase política sonorense, incluido el beltronismo, ha entendido el mensaje.
En el video en el que dos días después de la elección la gobernadora emitió el mensaje que todos esperaban ansiosamente, Pavlovich Arellano no pudo disimular el desconcierto y el asombro. Impactada aún por los resultados, reconoció los triunfos morenistas en general, pero lo más importante, dejó entrever que aceptaba el claro mensaje de la ciudadanía, por lo que gobernaría los tres años restantes teniendo en cuenta este mensaje.
Hasta antes del 1 de julio, la percepción que tenía de sí mismo el Gobierno del estado era muy optimista; una percepción “fabricada” por la vía de la publicidad que resultó del todo ajena a la percepción real de la ciudadanía.
Es difícil saber hasta dónde la gobernadora y su gabinete creyó que esta percepción optimista de ellos mismos era real y no construida a golpe de dinero. La reacción que ha tenido el priismo sonorense, silencio y estupefacción, indica que Claudia Pavlovich ha experimentado lo de aquel emperador y su traje invisible, nadie a su alrededor le dijo que no había tal traje hasta que el niño electoral, el 1 de julio, se lo hizo ver.
Al Gobierno del estado se le abren dos caminos: disparar esos cañonazos que todo el mundo espera para poner de su parte a los diputados locales, federales, senadores y alcaldes morenistas y demostrarle a la ciudadanía, si así ocurriera, cuán equivocada estaba en pensar que eran una real opción de cambio, o sentarse a dialogar, negociar, construir acuerdos que mejoren la situación en la entidad, es decir, hacer política en los términos que la gente exigió en las urnas.
La primera opción, la de corromper a la oposición, al PRI le funcionó con el PAN hasta el pasado 1 de julio. Esta opción llevaría a Sonora a un callejón sin salida, peligroso, pues la frustración de la gente podría convertirse en furia, en enojo, en un descontento social de proporciones incalculables; no hay que olvidar que detrás del voto a favor de Morena palpita una expresión lacerante: estamos hasta la madre.
La segunda opción, la de dignificar la política para el beneficio de la mayoría de los sonorenses, es la que la gente desea fervientemente, así lo demostró con su voto.
Ahí está el mensaje.