Toda mujer apasionada habla del amor

La parte más importante del amor no es que nadie te haga feliz, sino que la dicha está en donarte a ti misma para hacer felices a tus seres queridos, y ante esta perspectiva, el corazón se ensancha cada vez más
Soy Guadalupe Rojo, soy una mujer apasionada.
¿Díganme por favor que mujer apasionada se puede resistir a hablar del amor?
Mucho me ha interesado el tema, empecé a estudiarlo desde que era una adolecente, solo que mis fuentes de conocimiento han ido cambiando con el tiempo, hace 40 años buscaba definiciones y conocimientos sobre el amor en revistas como Vanidades, que se encontraban fácilmente en cualquier salón de belleza, por supuesto que eran muy atractivas para mí las novelas románticas, pero por fortuna, mis fuentes de conocimiento sobre el amor fueron mejorando con la edad, la primera de fuerte impacto para mí, fue la carta a Corintios de San Pablo, cuando la estudié con atención, todo lo demás parecía infantil y mentiroso ante semejantes ideales.
“El amor no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13,4-7).
Y por supuesto todo me parecía posible, pues el enamoramiento juvenil, hace pensar que todo lo que indica San Pablo en su carta es posible sin ningún esfuerzo, pues porque estamos llenos de ilusión y hemos idealizado el amor. Sentimos que el tiempo es muy largo para que se llegue el día del final de cuentos en el que los príncipes se casaron y fueron muy felices para siempre.
Finalmente llegó el día de la boda, y la convivencia diaria, deja caer el telón de la felicidad perfecta, nos damos cuenta que la realidad de la convivencia con el ser amado, dista mucho de la expectativa.
Es ahí cuando se hace necesarias otras fuentes de conocimiento para poder entender el amor, se repasan las frases de San Pablo de su carta a los Corintios, y primero analizamos si él cumple con ellas, y tristemente no vemos muchas palomitas en la lista:
“No lo soporta todo, por supuesto que se irrita, es desconfiado, no siempre pide disculpas, no es muy justo, tampoco lo cree todo. Sin embargo si lo espera todo, tiene su propio interés, y tampoco es tan verdadero”.
Aunque hemos de reconocerle que no lleva las cuentas del mal, pero pues porque se le olvida.
Si revisamos la misma lista analizándonos a nosotras mismas, tal vez logremos algunas palomitas más que él, pero siempre queda la duda de la imparcialidad al juzgarnos.
Y es en este punto, en el que uno se siente desilusionado y perdido ante el amor. Si no viene en nuestro auxilio un conocimiento profundo de lo que es el amor, créanme que realmente estamos a punto del naufragio y de la depresión.
Por fortuna la Historia nos ha dado mentes brillantes que han sabido ahondar en el tema dando luces extraordinarias que nos pueden hacer recobrar la alegría y la belleza de redescubrir el amor.
La primera de estas luces llegó a mí cuando leí la carta a la mujer de Juan Pablo II, la cual las invito a que la estudien, pues saldrán de esta lectura, realmente reconfortadas y reconocidas.
Cuando el Papa Juan Pablo II habla del genio de la mujer, algo dentro de mí se movió, vaya que alguien reconoce a la mujer con una capacidad especial de talentos y de entrega y lo encuentra genial.
Definitivamente por ahí encontré el camino para reconciliarme con el amor, porque empecé a descubrir que la parte más importante del amor no es que nadie te haga feliz, sino que la dicha está en donarte a ti misma para hacer felices a tus seres queridos, y ante esta perspectiva, el corazón se ensancha cada vez más, se hace más generoso, y con ello la dicha aumenta.
Eso me hizo comprender que la medida verdadera del amor, es dar la vida.
La palabra de Jesús que dice: Nadie ama más que el que da su propia vida, empieza a tener un profundo sentido, ya no la puedo escuchar sin pensar en él.
Algunos años más tarde llegó a mi vida la encíclica de Benedicto XVI: Dios es amor. Y mi espíritu empezó a desear volar alto, Eros y Ágape, Comunidad de amor, Justicia y Caridad, servicio.
Qué lejos quedaban los primeros conceptos de amor que conocí en mi vida, yo puedo ser imperfecta para amar, pero los conceptos quedan brillando con mucha fuerza, son hermosos, son elevados, y lo principal: están dentro de mí, no se los tengo que exigir a otro, y son tan abundantes que solo la muerte les puede poner fin.
Y lo último que ha llegado a nutrir mi intelecto respecto al amor es la encíclica del Papa Francisco Amoris laetitia, con un lenguaje tan coloquial y tan claro, que nos invita a descubrir la alegría del amor, en ella nos habla de cómo practicar la paciencia, el desprendimiento, cómo evitar la envidia, cómo fomentar el servicio a los demás, la amabilidad, el desprendimiento, el perdón, la alegría la confianza, la belleza.
Amigos, estas lecturas transformaron mis conceptos, abrieron mi corazón y me han encarrilado en una lucha por aprender y mejorar mi forma de amar.
El verdadero amor procura todo el bien posible para el otro, sin esperar nada a cambio.
Transformemos el mundo por medio del amor apasionado a Dios, al prójimo y a la sociedad.
Ve siempre a las mejores fuentes de conocimiento en todo tema.
Busca incansablemente la verdad.