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Sonora: el tercer año

A la gobernadora Claudia Pavlovich le han tocado los últimos tres años del presidente Peña Nieto y la relación ha sido adecuada y normal. Para los últimos tres años, hay varios retos, de cara al 1 de diciembre, cuando inicia el nuevo gobierno federal

Por Bulmaro Pacheco

Al presidente Lázaro Cárdenas le tocó tratar con cinco gobernadores de Sonora: Al sucesor de su secretario de Comunicaciones, Rodolfo Elías Calles: Emiliano Corella (1934-35); al electo Ramón Ramos Almada (1935-1939), que cayó a los tres meses de haber llegado; al general Jesús Gutiérrez Cázares, sucesor de Ramos (1935-37); al electo para terminar el período, Román Yocupicio (1937-39) y al siguiente electo para un período de cuatro años: Anselmo Macías Valenzuela (1939-1943).

El 8 de enero de 1943 se publica en el Diario Oficial de la Federación la reforma al párrafo tercero de la fracción III del artículo 115 constitucional que establece: “Los gobernadores de los Estados no podrán durar en su encargo más de seis años”. Ese mismo año fue electo para gobernar seis años en Sonora el general Abelardo Rodríguez Luján, quien iniciaría la etapa de gobernar tres años con un presidente y culminar los últimos tres con otro. A él le tocaron tres de Manuel Ávila Camacho y tres de Miguel Alemán. Al retirarse en 1947 del gobierno, el general Rodríguez le dejó el ejercicio de los últimos dos del período al su secretario de Gobierno Horacio Sobarzo.

Le tocaría al secretario de Gobernación Adolfo Ruiz Cortines opinar –como fiel de la balanza de entonces– sobre la candidatura de Ignacio Soto para el período 1949-1955, a recomendación del saliente gobernador Rodríguez. También Ruiz Cortines –ya como presidente– orientaría las decisiones para gobernadores de los estados hacia personajes ligados a los revolucionarios, entre ellos Álvaro Obregón Tapia (para el período 1955-1961). Tanto a Soto como a Obregón les tocaría trabajar tres años con el saliente (Alemán y Ruiz Cortines) y tres con el entrante (Ruiz Cortines y López Mateos).

¿Cuál era la característica fundamental de compartir los sexenios por mitades con presidentes de la República?

Como la sucesión presidencial la operaba directamente el presidente en turno, algunos gobernadores establecían compromisos previos con algunos de los sonantes, y al equivocarse sufrían las consecuencias ya llegado al poder el nuevo ungido. ¿Cómo? Con la disminución de la inversión pública en los estados o creación artificial de conflictos para sacarlos del poder; en algunos casos vía desaparición de poderes.

Los presidentes ya electos también tomaban distancia de aquellos gobernadores por los cuales no sentían el menor afecto ni cercanía. Es un misterio por ejemplo, el por qué Gustavo Díaz Ordaz nunca visitó Sonora en su período presidencial. O por qué Enrique Peña Nieto solo estuvo seis horas en Sonora en el gobierno de Guillermo Padrés.

En Sonora como en todos los estados, la sucesión estatal se manejaba en acuerdo con el presidente saliente (excepciones 2003 y 2009). Era el propio Ejecutivo federal el que ejercía la función metaconstitucional de ser el fiel de la balanza para orientar la decisión principal —a veces con la opinión del gobernador saliente—, hacia quienes reunían idoneidad, viabilidad y posibilidades de ejercer un buen gobierno (tanto la secretaría de Gobernación como el PRI organizaban la información para revisar eso).

Ese era el método dadas las características del sistema político mexicano —donde el PRI nunca perdía un gobierno estatal—; pero recibió la primera llamada de atención con el caso de Nayarit (1975) con la candidatura del general Rogelio Flores Curiel, ex jefe de la Policía del DF (cuando se dieron los eventos del 10 de junio de 1971) contra el candidato del PPS, Alejandro Gascón Mercado. El conflicto post electoral fue tan tenso que en medio de la sucesión presidencial de entonces, la salida al conflicto político fue negociar una senaduría por Oaxaca –por el PRI– para el entonces presidente nacional del PPS Jorge Cruicshank García.

En Sonora, Luis Encinas gobernó tres años con Adolfo López Mateos y tres con Gustavo Díaz Ordaz. Faustino Félix Serna con Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Carlos Armando Biébrich (1973-75) gobernó dos años con Luis Echeverría. Alejandro Carrillo Marcor uno con Echeverría y tres con José López Portillo. Samuel Ocaña con López Portillo y Miguel de La Madrid. Rodolfo Félix Valdés con De La Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Manlio Fabio Beltrones con Salinas y con Ernesto Zedillo. López Nogales con Zedillo y Vicente Fox. Eduardo Bours con Fox y Felipe Calderón. Guillermo Padrés con Calderón y Enrique Peña Nieto y Claudia Pavlovich con Enrique Peña Nieto y los próximos tres años con Andrés Manuel López Obrador.

A Alejandro Carrillo Marcor le tocó enfrentar la secuela de la primera devaluación del peso desde 1954; pasó de 12.50 a 22.00 en 1976.También los repartos agrarios de finales de sexenio.

A Samuel Ocaña le tocaron las devaluaciones de febrero de 1982 (el dólar de 46 a 159 pesos) y las secuelas del terremoto de 1985, que disminuyó el gasto hacia los estados.

Don Rodolfo Félix Valdés empezó con la paridad cambiaría de 500.00 por dólar y terminó su sexenio con el dólar a 2298.00, con el impacto que eso significó para la inversión pública estatal. Le tocaría enfrentar la fractura del PRI y el surgimiento del Frente Democrático Nacional.

A Manlio Fabio Beltrones le tocarían en Sonora los impactos del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el levantamiento armado en Chiapas y las secuelas del llamado “error de diciembre” de 1994.

A Armando López Nogales la derrota del PRI en la Ciudad de México, el ascenso inflamado de las izquierdas y la primera derrota del PRI en una elección presidencial. Fue en los hechos el primer gobernador de Sonora en tratar con un presidente de la República de diferente partido.

A Eduardo Bours le tocaron los últimos tres años de Vicente Fox con el cambio en la integración de las delegaciones federales en los estados; pero la peor etapa le tocaría vivirla con Felipe Calderón —a quien incluso recibió en campaña—, pero a decir de otros gobernadores Calderón terminó por desconocerlos, tratando de colonizar la República de panistas no solo como funcionarios federales sino regateándoles la inversión federal y disputándoles estados donde el PRI nunca había perdido.

Calderón como panista militante fue factor importante para la primera derrota del PRI en el gobierno de Sonora en 2009.

Guillermo Padrés le sacó todo lo que pudo a Felipe Calderón como presidente, principalmente su apoyo para su “obra magna”: el acueducto independencia. Con Peña Nieto su manejo fue torpe y limitado. Siempre alegó su condición de “gobernador de oposición” e insistió en la tesis de los “70 años perdidos del PRI en el gobierno”. Recibió un trato frío y distante de la federación que –off course– se reflejó en conflictos diversos y en los niveles de inversión en la entidad.

A la gobernadora Claudia Pavlovich le han tocado los últimos tres años del presidente Enrique Peña Nieto y la relación ha sido adecuada y normal. La gobernadora ha recibido buenos apoyos y anda en cabildeo constante para sacar adelante la herencia desastrosa recibida en 2015. Ha enfrentado políticamente algunos hechos inéditos para un gobernador de Sonora en los últimos años: El tener al primer ex gobernador de Sonora en la cárcel en un siglo. La victoria electoral en México, del primer candidato de las izquierdas a la presidencia de la República, la integración del primer Congreso local con solo cinco diputados de su partido y una mayoría calificada opositora. También el peor problema de corrupción heredado, y los rebotes de la peor crisis de seguridad pública que han vivido México y Sonora en las últimas tres generaciones.

En los primeros tres años de su administración, el Estado ha experimentado logros muy importantes en materia de: empleo e inversiones, transparencia y rendición de cuentas, infraestructura, equidad de género, relaciones con Arizona y Nuevo México, desarrollo político, educación y salud, entre otros. Para los últimos tres años, hay varios retos fundamentales a enfrentarse de cara al primero de diciembre, fecha en que se inicia el nuevo gobierno federal: 1) La crisis de la Inseguridad donde ya ha tomado las primeras decisiones; 2) El cabildeo –en todos los órdenes– con el gobierno federal que inicia en diciembre; 3) Las crisis municipales en materia de finanzas, seguridad y relación política; 4) las relaciones con el Congreso local, el primero de mayoría calificada opositora; 5) la crisis del sistema de seguridad social estatal en el Isssteson cuyo déficit crónico amenaza con desfondar las finanzas estatales en el mediano plazo; 6) la conclusión del balance financiero de lo perdido por el padrecismo ahora que se ha ido descubriendo el enorme faltante de las cuotas de seguridad social estatal y federal descontadas a los trabajadores y nunca entregadas a las instituciones –¡No se midieron!–; 6) Seguir luchando contra la corrupción de ayer y de hoy como ella misma lo ha afirmado y 7) Tratar de controlar las aguas broncas a punto de desatarse, previas a la sucesión estatal del 2021 donde el PRI, su partido tiene el enorme reto de conservar el gobierno estatal.

En sus primeros tres años, Claudia Pavlovich Arellano ha sido bien calificada por las encuestadoras más exigente de México. También por la gente que –por lo que se ve– le ratifica su confianza al momento de establecer contacto con ella, en las diferentes tareas de gobierno.

No está mal a tres años, pero falta lo más importante… El tramo final.

 

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