El SNTE: ¿no hay quinto malo?

El gobierno entrante habla de la cuarta transformación, y por lo que hemos visto, el SNTE ya va por la quinta, y la educación seguirá siendo un punto nodal de esas estrategias
Por Bulmaro Pacheco
Juan Díaz de la Torre solicitó la semana pasada licencia al cargo de presidente del SNTE, cargo asumido en febrero del 2013 a raíz de la aprehensión y el juicio de la profesora Elba Esther Gordillo Morales, dirigente real y formal de la organización sindical desde 1989.
Quizá Díaz de la Torre se sintió frustrado de que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador —entre julio y noviembre— nunca lo recibiera en audiencia, como —al contrario— sí recibió a los dirigentes de la CNTE, quizá queriendo mandar un mensaje de conciliación y de disminución de las tensiones entre el próximo gobierno federal y la combativa organización magisterial.
La CNTE, que el próximo año cumplirá sus primeros 40 años de acción política —desde que surgiera en 1979 bajo las demandas de “Democracia Sindical y 100% de incremento Salarial”—, ha mantenido una alta presencia en Oaxaca, único estado donde ha ganado sucesivamente la dirigencia de la sección 22 desplazando al SNTE, además de una importante presencia en la sección 7 de Chiapas y una acción más disminuida en las secciones 40 (Chiapas), 9 de la Ciudad de México, y 18 de Michoacán.
Quizá Díaz de la Torre sintió también que su suerte como dirigente cambió radicalmente a raíz de la liberación —vía sobreseimiento del proceso— de la profesora Gordillo, cuando días después saltó a la palestra para anunciar con bombo y platillo —y cierta tolerancia— como si fuera la mediadora moral de México —y también de los gobiernos— “que la reforma educativa estaba muerta” y “que se proponía regresar a la dirigencia nacional del sindicato”. Así de tajante.
La reaparición de Gordillo, más la apatía del gobierno electo hacia la dirigencia nacional, sumado a la pérdida del registro legal del Partido Nueva Alianza, fueron importantes factores que jugaron en contra de la dirigencia de Díaz de la Torre y que seguramente derivaron en la licencia sindical solicitada el pasado jueves 22 de noviembre. Sin embargo, el caso presenta varios asegunes importantes de subrayar.
El hecho de que Díaz de la Torre haya solicitado licencia, valida en los hechos su nombramiento y los acuerdos del Consejo nacional donde fue electo. Eso no tiene vuelta de hoja. No fue así en los casos de Jesús Robles Martínez vía Carlos Olmos (1972), ni de Carlos Jonguitud Barrios vía Refugio Araujo (1989), ni de Elba Esther como presidenta nacional (2013), cuyas salidas de la dirigencia del SNTE fueron motivadas con otros ingredientes y con otros estilos políticos, en sintonía con el estilo personal de gobernar de cada presidente, de cada época y de su propia circunstancia, es decir; del presidencialismo en todo su esplendor.
En su discurso de despedida, Díaz de la Torre se pronunció contra los “liderazgos morales”, “las dirigencias vitalicias”, los cacicazgos y la figura de la presidencia del CEN del SNTE, la que propuso eliminar de los estatutos, así como la inclusión de la elección universal secreta y directa de dirigentes a todos los niveles. Con ese mensaje, anunciaba que su licencia llevaba también implícita la imposibilidad de que Elba Esther regresara de inmediato a la dirigencia, como se dejó correr el rumor días antes de la decisión del presidente del SNTE.

Ni Juan Díaz ni Elba Esther, para no desestabilizar a la organización de trabajadores de la educación más grande de América Latina, tal como se anunciara el día de la asunción de la nueva dirigencia.
En lugar de Díaz de la Torre quedó el secretario general Alfonso Cepeda, un maestro normalista, académico del Estado de Coahuila, ex dirigente de la sección 38 y vinculado políticamente al ex dirigente nacional (1995-1998) originario de esa Estado: Humberto Dávila Esquivel.
En sus primeras intervenciones, Cepeda ha despejado dudas en cuanto al período que le tocará cubrir al frente de la dirigencia nacional, y ha dicho que cualquier aspiración que surja en torno a dicha dirigencia se tendrá que dirimir hasta que concluya su período, por allá en 2024.
Días después ocurrieron dos hechos que cerraron el ciclo de la decisión: se dio la reunión de la dirigencia del SNTE con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, el pasado lunes 26, y los acuerdos del Consejo nacional se llevaron a la totalidad de las secciones sindicales, para ratificar los acuerdos y respaldar al nuevo liderazgo.
Sin embargo, quedan algunos pendientes en esta la nueva agenda del SNTE, en lo que parecer ser su quinta transformación de 1949 a la fecha.
1.- Congreso Nacional: En su mensaje de salida, Díaz de la Torre propuso cambios al estatuto del SNTE, para eliminar la figura de la presidencia y votar el sistema de elección universal, secreta y directa para todos los órganos de dirección del sindicato, lo que seguramente se hará en el próximo Congreso Nacional, única instancia de poder autorizada para la reforma de la normatividad interna del sindicato.
2.- La Reforma Educativa: Aquí será clave la postura de la dirigencia nacional sobre todo ahora que el nuevo gobierno ha prometido eliminar la reforma educativa emprendida en el gobierno del presidente Peña Nieto y en la cual los dirigentes del gremio participaron directamente con los gobernadores de los Estados en su implementación.
Seguramente ellos mismos palparon lo que está bien de la reforma, lo que ha funcionado y lo que no.
En las nuevas condiciones, el SNTE ya dijo que apoyará los planes del nuevo gobierno, lo que ha demostrado con su participación en los foros convocados para tal efecto por Esteban Moctezuma. Eso es relevante si se considera que el SNTE está conformado por 39 secciones de origen federal, 18 estatales y una de los trabajadores de la educación particular. Aunque no se sabe todavía de la postura del nuevo gobierno sobre las plazas hereditarias y los mecanismos para arribar a cargos de dirección en las escuelas de nivel básico y media superior. También es una incógnita la postura del sindicato en relación a la propuesta de una onceava reforma del artículo Tercero Constitucional.
3.- Elba Esther Gordillo: A la profesora Gordillo la impulsa la organización “Maestros Por México”, y se ignora hasta dónde llegará en sus pretensiones de dirigir —con ella o con alguien de su confianza— nuevamente al gremio magisterial. Su organización busca presencia en las entidades, disputándole espacios a la dirigencia formal del sindicato. ¿Hasta dónde llegarán? Es un tema sin definiciones aparentes.
4.– El PANAL: El Partido Nueva alianza perdió el registro nacional como partido al no haber obtenido el 3% en la pasada elección, aunque lo mantiene en más de la mitad de las entidades federativas. A finales de la semana el dirigente nacional Luis Castro declaró que por primera vez un partido político contará con registro en 21 Estados y cuyos trabajos serán coordinados por una asociación política Nacional que en el mes de enero solicitará al INE la recuperación del registro para poder participar en la elección del 2021. Aunque hay conciencia de que en la pasada elección los trabajadores de la educación dividieron su voto entre el PRI, Morena, el PAN y el PRD.
5.- Una nueva relación con el nuevo secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán. El nuevo secretario tiene experiencia y formación para entrarle de lleno a los problemas educativos y sindicales. Fue oficial mayor y subsecretario de Educación, secretario de Gobernación, senador y secretario de Desarrollo Social, coordinador de dos campañas presidenciales, y presidente de Fundación Azteca antes de llegar al actual cargo. Tiene experiencia y le sabe al tema.
6.– La CNTE. El nuevo gobierno ha emprendido una nueva relación con la organización disidente más importante de los maestros de México y será difícil que en el futuro inmediato ellos acepten una interlocución distinta —que no sea la del contacto con el presidente— y mínimo con el nuevo titular de educación. El dilema del mediano plazo será: ¿Hasta dónde las negociaciones laborales con esta parte de la organización magisterial? ¿Los irán a integrar a la negociación anual de salarios y prestaciones? ¿Tendrán un reconocimiento paralelo a la de la organización representativa titular de los derechos de los trabajadores? Todo un dilema.
7.– Las secciones estatales. Son 18 y pesan políticamente en cada una de las entidades donde operan con los gobernadores de los Estados. Guardan puntos de vista y posturas político-sindicales propias de la entidad que representan, y la relación política fundamental se da con el poder ejecutivo estatal. Otro reto
8.- La relación con los gobernadores. Tanto los recién llegados, como los que habrán de terminar su ciclo en el corto plazo, han llevado a cabo una aceptable coordinación con el gobierno federal para la instrumentación de los convenios federales educativos en sus estados. En la mayoría de las entidades se percibe estabilidad en relación con las luchas magisteriales y aceptables rendimientos en lo que a la política educativa se refiere.
El gobierno entrante habla de la cuarta transformación, y por lo que hemos visto, el SNTE ya va por la quinta, y la educación seguirá siendo un punto nodal de esas estrategias. En la Independencia el factor educativo principal fue la Iglesia Católica. En la Reforma se dio la batalla por el laicismo y la separación Iglesia-Estado. En la Revolución se generó el artículo 3º constitucional, que introdujo la educación como una garantía social, y que hasta la fecha ha experimentado diez reformas. En 2018 podrían volver a estar en pugna los factores históricos que han hecho de la educación una parte importante de lo que Tello y Cordera llamaran en su momento; “la disputa por la nación”. Por ahí.