¿Quién defiende a los ex presidentes?

Por Bulmaro Pacheco
La historia de México tiene mucho qué decir de los seis últimos presidentes de la República.
Luis Echeverría, que gobernó México de 1970 a 1976, acaba de cumplir 98 años y permanece recluido en su domicilio de la Ciudad de México. Son recordadas sus aportaciones a la expansión de la educación superior y la movilidad social de los jóvenes.
De vivir, José López Portillo estaría llegando a 100 años el próximo junio. Falleció en 2006. En su sexenio se inauguró la etapa de encarcelar a secretarios de Estado: Félix Barra, de la Reforma Agraria, y Eugenio Méndez, de la SCT, fueron los primeros y los más importantes. Es recordado por la descentralización educativa y por la gran reforma política que amplió la representación nacional y dio pie a la creación de nuevos partidos políticos.
De la Madrid, ya fallecido, andaría en los 85. En su sexenio cayó el ex director de Pemex Jorge Díaz Serrano, y varios gobernadores estatales salieron por problemas internos. Es recordado por la creación de mecanismos de control gubernamental y la reforma municipal.
Carlos Salinas de Gortari, que próximamente cumplirá 72 años, reside la mayor parte del año en el extranjero y ha disminuido sensiblemente sus apariciones y declaraciones en público. En su sexenio no hubo altos funcionarios en la cárcel, pero sí 17 gobernadores fueron removidos de sus cargos, la mayoría por enfrentamientos con el poder central. Es recordado por la firma del TLC y las grandes reformas a la propiedad y las relaciones con la Iglesia. También por la creación del IFE y la CNDH.
Ernesto Zedillo, de 69 años, sigue en el extranjero en tareas académicas desde que finalizó su sexenio y ofrece sus servicios a organizaciones internacionales. Poco se sabe de declaraciones sobre asuntos de México. En su sexenio se iniciaron los procesos contra ex gobernadores: Quintana Roo y Baja California Sur fueron los primeros. Es recordado por la gran reforma de la Suprema Corte de Justicia; por la ciudadanización del INE; la elección de jefe de Gobierno de la Ciudad de México; y el fortalecimiento del TEPJF, que evitó los conflictos post electorales.
Vicente Fox, con 78 años, sigue con su proyecto del Centro Fox en Guanajuato. Tiene apariciones fugaces en política y en manifestaciones contra la violencia al lado de activistas de renombre, o criticando abiertamente las decisiones del nuevo gobierno. Es recordado porque fue el primero que derrotó al PRI en una elección presidencial, por la amplia reforma indigenista y porque inició las políticas de transparencia y rendición de cuentas.
Felipe Calderón, de 58 años, trabaja intensamente en la formación de un propio partido político y permanece activo en los medios de comunicación. Ha sido el ex presidente que más críticas recibe del actual gobierno, que ha llegado incluso, a motejarlo como el “comandante Borolas”. El proyecto de partido político que impulsa va bien y solo busca superar el número de afiliados y asambleas que la ley les exige. En su sexenio se intensificó la persecución contra los ex gobernadores. Es recordado por la crisis económica del 2009, la intensificación del combate al hampa organizada y avances en infraestructura carretera.
Enrique Peña Nieto cumplirá 54 años el próximo julio, y también ha desaparecido del escenario nacional. Más allá de los logros de su gobierno —que los tuvo, sin duda—, prevalecen sus señaladas omisiones en los casos de los escándalos transexenales como la estafa maestra, Ayotzinapa y la llamada casa blanca. Es recordado por sus grandes reformas, por ahora más objetadas que superadas; sobre todo las de telecomunicaciones, la educativa y la financiera.
Ninguno de los expresidentes de México anda huyendo, ninguno está en la cárcel. Que se sepa, ninguno ha figurado en las listas de Forbes ni en la lista de la Interpol,
La aprehensión del exdirector de Pemex Emilio Lozoya, en España, servirá para rebatir la reiterada tesis de que existe un pacto secreto de impunidad entre Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto. Esa versión ha servido para señalar que al expresidente no se le ha perseguido, a pesar de que existan pendientes del gobierno pasado que el gobierno de Morena a cada rato explota.
El expresidente Peña por su parte, en lugar de defender a su gobierno y las reformas que todavía permanecen al igual que sus ex colaboradores, se ha ocultado y permanece en el anonimato —salvo sus fugaces apariciones en asuntos amorosos—. Es increíble que un gobierno tan reciente no se defienda de los ataques poco fundados que a cada rato recibe del nuevo presidente y funcionarios.
Eso da la idea de la calidad del equipo que rodeó a Peña Nieto en su sexenio y de quienes solo aprovecharon la coyuntura política (un conjunto de juniors improvisados) para beneficiarse como personas o como grupo político. Nadie lo ha defendido: Ni los gobernadores que él mismo impulsó, ni los legisladores, casi todos vinculados a su círculo cercano —sobre todo los pluris—, ni quienes en su gobierno fueron presidentes del PRI, ni los constructores o empresarios consentidos, ni siquiera el en un tiempo fue el poderoso grupo Estado de México (ahora liderado por el gobernador Del Mazo), que tanto beneficio recibió de su gobierno. ¿Por qué? Por temor al nuevo gobierno y por los intereses en juego, básicamente.
Los detractores del gobierno pasado han aprovechado el controvertido encarcelamiento de la exsecretaria Rosario Robles, la inhabilitación de diversos funcionarios, el caso de los empresarios Ancira y Collado, la devolución de dinero de transacciones como las del Infonavit, el caso García Luna y la persecución de algunos exgobernadores.
Emilio Lozoya es el segundo ex director de Pemex en la historia reciente de México que pisa la cárcel. Para decepción de quienes presumen y se jactan del caso Lozoya como un ejemplo de justicia del actual sexenio, hay que aclarar que se trata de un caso que se denunció en el gobierno pasado. Y deberán saber, además, que en 1983 fue encarcelado —después de haber sido desaforado— el también exdirector de la paraestatal Jorge Díaz Serrano, funcionario clave del gobierno de José López Portillo. Díaz Serrano renunció a Pemex en 1981, después sería designado embajador de México en la Unión Soviética, y senador de la República para el período 1982-1988.
A México lo han gobernado nada más el PRI, el PAN y Morena de 1934 a la fecha, es decir en los últimos 86 años.
El expresidente más influyente en ese período fue Lázaro Cárdenas, al que con frecuencia se consultaba en diversos asuntos. No dejó de participar, viajar y servir en diversos cargos, mucho menos de opinar, desde que dejó la presidencia (1940) hasta su muerte (octubre 1970). Escribió sus memorias en sus llamados Apuntes y otorgó infinidad de entrevistas. Se opuso a la intentona reeleccionista de 1946, opinó de Cuba y del 68.
Luis Echeverría también fue un expresidente muy activo. Creó su propio centro de estudios y recibió nombramientos del gobierno que le siguió. La diferencia es que ellos fueron defendidos al terminar sus períodos porque construyeron generaciones de político leales y con ideas, que salían a dar batallas por los logros del gobierno. Generaron lealtades y solidaridad y conservaron autoridad moral y política, algo que ni el PAN ni el PRI le reconocieron a sus expresidentes, de Carlos Salinas a la fecha.
A Salinas trataron de culparlo del crimen de Colosio. A Zedillo lo culparon de la derrota de Francisco Labastida. Fox renunció al PAN tiempo después —ahora lo reincorporaron—, y Calderón se fue del PAN cuando a Margarita Zavala le vetaron la candidatura.
A Enrique Peña Nieto no lo defienden ni sus promovidos al Congreso de la Unión y nadie ha sacado la cara por sus reformas. Sus gobernadores —¿Ironías de la vida, condición humana o bajeza política?— no quieren ni escuchar su nombre, a pesar de que les iba mejor que con el actual.
Esa es la verdadera crisis de un México polarizado, sin rumbo claro y confrontado por un gobierno miope, que ve la historia en blanco y negro y que acusa a los gobiernos de 1983 a la fecha —la etapa de la modernización — de haber instaurado el “neoliberalismo” en México. Así estamos y así vamos… La pregunta es si llegaremos completos. Creo que no.