El aburrimiento del siglo XXI

Ocupados en el estudio, en el trabajo, en trasladarse grandes distancias y en las labores domésticas, difícilmente se despierta la creatividad o el deseo de hacer otra actividad que les guste
Por Rosa Chávez Cárdenas
La tecnología ha revolucionado al mundo, se compara con la revolución industrial, la vida dio un giro y no volveremos a ser los mismos. “Paren el mundo que me quiero bajar”, dijo Mafalda.
Cuando era niña, no había el consumismo de las generaciones presentes hasta que China se convirtió en el supermercado del mundo. Los niños inventábamos el juego y el juguete, con una corcholata la aplastábamos con un martillo y con un hilo se convertía en una zumba. Un bote en un teléfono, una hoja de papel en un barquito.
Las habilidades que tenemos las abuelas las aprendimos en el juego, confeccionamos vestidos a las muñecas, nos volvimos estilistas del peinado, cocineras jugando a las comiditas y del juego elegimos ser profesionistas: maestra, doctor, ingeniero y escultora con la plastilina, arena y barro.
Las habilidades psicomotrices jugando a las canicas, al trompo, el balero y con deportes como el futbol, básquetbol, construyendo carritos de madera y muy divertidas las competencias con el yoyo. Ya se van a pensar que estoy nostálgica que soy “ruca”. No podemos parar la tecnología, solo se trata de poner límites. Lo que me preocupa es ver a niños y jóvenes adictos a los dispositivos, celular, tableta, computadora, viendo videos, películas de adoctrinamiento, simplezas y manipulación de los países poderosos.
Muchos padres se asombran del dominio del aparato por sus hijos, pero no se dan cuenta de lo que se están perdiendo. Las grandes empresas se enfocan en generar más dinero poniendo a la venta el nuevo dispositivo cada día más caro y se ufanan en presentarnos las maravillas de la inteligencia artificial que nos va a dejar sin empleo.
Las consecuencias son muchas: jóvenes adictos, dependientes de sus padres, faltos de empatía, con obesidad, daño a su columna vertebral, flojos, faltos de creatividad y antisociales. En la pandemia se la pasaban encerrados en su cuarto, clases en línea y pegados a la tecnología, cuando regresaron a clases presenciales su piel lucía descolorida por no tomar el sol.
La carrera que lleva la humanidad es contra el tiempo, el uso excesivo de la tecnología ha contribuido al calentamiento del planeta, se está condenando a las futuras generaciones a una catástrofe, enfermedades, contaminación, la extinción de ciertos recursos, si no tomamos consciencia vamos a un precipicio.
Es una constante niños y jóvenes dicen que están aburridos y las mamás de inmediato les entregan el celular, la nueva nana. Entiendo, muchos no saben que el aburrimiento tiene sus ventajas, “sabia virtud de perder el tiempo” dice la canción.
En el aburrimiento el cerebro tiene tiempo de despertar la creatividad, ocupados en el estudio, en el trabajo, en trasladarse grandes distancias y en las labores domésticas difícilmente se despierta la creatividad o el deseo de hacer otra actividad que les guste.
La pandemia nos puso un freno, es tiempo de despertar y aprovechar el tiempo libre en algo productivo y no solo ver videos de TikTok, dedicar tiempo a leer, conversar con los amigos, bordar, pintar, bailar, aprender a tocar un instrumento y hasta compartir conocimientos como labor social.
El aburrimiento es considerado la enfermedad de los nuevos ricos, tienen todo y no saben como luchar contra su aburrimiento. Que quede claro “no todo es depresión es aburrición”. Es recomendable salir de vacaciones, al mar al campo a un pueblo sin tecnología para que dialoguen, vean, escuchen descubran sensaciones en su cuerpo y se deleiten con nuevos alimentos.
Otro problema es que eligen que comer y los padres no imponen su autoridad en su nutrición, otra causa de obesidad. Se les recarga de recursos técnicos, otro idioma, programas escolares en los que no les dejan tiempo para descubrirse, buscan afuera y no conocen nada de su interior.
Hoy los adolescentes no dialogan viven en un entorno sexualizado, el sexo está presente de manera accesible, no está oculto de manera pudorosa como antes. Los programas académicos van dirigidos para hacerlos competitivos en el mercado laboral no para descubrirse. La tecnología es una gran herramienta, pero en el opuesto solo adictiva. Ayudemos a que se conozcan sus emociones, que descubran sus habilidades y que abran las alas de su creatividad.
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