Ayotzinapa y “el ojo en la bola”
Por Martín F. Mendoza/
En el beisbol —y de hecho en otros deportes también— es común la expresión “no le quites el ojo a la bola”, como una forma de enfatizar que la jugada está generalmente en donde está la pelota en cada momento, y por lo mismo, ahí debe estar nuestra atención, nuestro foco. Por desgracia, y sobre todo en los últimos días, no hemos hecho caso y eso es lo que ha estado sucediendo en relación al asunto de los estudiantes de Ayotzinapa.
La investigación del grupo de expertos independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentó resultados que contradicen hasta cierto punto la “verdad histórica”, como dio en llamar el ex procurador Murillo Karam a las conclusiones de la Procuraduría General de la República a su cargo. Ojo, hasta cierto punto, nada más. Sin embargo esa contradicción presentada en un envoltorio con mucha ‘actitud’ por la CIDH, por decir lo menos, ha de nuevo alborotado al país respecto al tema.
Hay muchas preguntas relacionadas con los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero hace ya un año, algunas han sido contestadas, otras más o menos, y muchas, muchísimas no. Tiene por fuerzas que considerarse que algunas serán prácticamente imposibles de contestar con toda certeza. Sin embargo, “no le quitemos el ojo a la bola” y no perdamos de vista las cuestiones fundamentales: ¿Quién asesino a los 43 estudiantes? ¿Por qué? ¿Quién encubrió (en caso de que así haya ocurrido) a los asesinos materiales e intelectuales? ¿Por qué o para qué? ¿Se está encubriendo algo más, es decir otros actos delictivos que pudieron ocurrir esa noche y sobre todo que son parte de las actividades recurrentes de grupos pertenecientes a la delincuencia organizada? Aquí en esta última entra el asunto del “quinto camión” y la posibilidad de que este transportara una carga de droga que los estudiantes pudieron —en su también actividad criminal— haber arrebatado, inadvertidamente incluso, a grupos narcotraficantes. Vamos a ver si en realidad los familiares de los estudiantes y líderes del movimiento quieren que se profundice —como debería, por supuesto— en esa línea de investigación. Como me temo que no.
Este tema, el del quinto camión, es la aportación más valiosa del GIEI de la CIDH, aunque habría que ver con qué tanto mérito, pues se trata de una especie que comenzó a circular a semanas de haber ocurrido los hechos el año pasado y en forma “inexplicable” a nadie pareció interesarle demasiado hasta hoy.
De las preguntas arriba formuladas, solo en la primera no hay duda. Detenidos, confesiones, e información que “encaja” hasta ahí, soportan la respuesta conocida, hasta el “quien”. El motivo, más o menos nada más, y ese quinto camión podría echar abajo lo del berrinche del alcalde y la primera dama de Iguala como razón para la deleznable masacre. Las siguientes, las que tienen que ver con los posibles encubrimientos no tienen respuesta alguna aun. Haciendo un paréntesis, ¿No tendría que ser eso más bien el motivo de tanta investigación y meta-investigación al respecto? En otras palabras, la CIDH llegó hasta un punto en que “deja la víbora chillando” y nada más. ¿Es posible que las respuestas a esas u otras interrogantes no hayan sido las que alguien buscaba presionando al gobierno para que llamara a otros a evaluar su trabajo? ¿La venganza de Emilio Álvarez de Icaza desde la CIDH por la “traición” de EPN cuando en 2009 lo buscó (ya que se dibujaba como el “bueno” para el 2012) para “proponerse” como cabeza de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que al fin le fue negada?
No, lo peor del caso es que la atención no está en “la bola”. Por supuesto que los familiares tienen derecho a saber exactamente qué pasó y cómo, y desde el punto de vista estrictamente jurídico, penal, etc. la investigación tiene que continuar para tratar de proporcionar tantas respuestas y detalle cómo se pueda acerca de la forma en que murieron los estudiantes. Todo en el entendido básico de que nadie está obligado a lo imposible. Eso, sin embargo, no significa que la nación se beneficie con un intenso debate acerca de si el basurero de Cocula fue el escenario de la totalidad del horrendo crimen, o cuántos kilos de madera se necesitan para incinerar un cuerpo. Dada la naturaleza caótica del evento, por más sofisticada que haya sido la logística criminal de los involucrados, muchas, más bien cientos de preguntas relativas a los detalles de los hechos quedaran sin contestar. Trágicamente no habrá ni siquiera confirmación forense de que los 43 estudiantes hayan sido asesinados. Solamente hay dos hasta hoy. Hay intereses que buscan prolongar esto por esa vía, como si esas fueran las respuestas que se necesitaran más y no aquellas del tipo de las mencionadas párrafos atrás. Hablemos claro, se trata de forzar el “fue el estado” y golpear tanto como se pueda al Ejército mexicano. No es balanceado el no observar que los padres están siendo en el mejor de los casos manipulados para que precisamente esto no tenga cierre y ello no significa que debamos pensar que ya lo tiene. Antes todo lo contrario. Pero, esperar confirmaciones forenses en cuanto a restos que no han sido encontrados es un despropósito mayor. No es por ahí la cosa. ¡No le quitemos el ojo a la bola!
¿El gobierno? ¡Bien Gracias! En cámara lenta, como desde hace un año. Pasmado, idiotizado. La CIDH ya le dijo que miente y ni eso lo mueve. La nueva Procuradora Arely Gómez, una desgracia. Pareciera que el enemigo está adentro y tiene amarrado y amordazado al primer círculo de Peña Nieto. O, bueno… entonces, ¿Qué oculta más allá de lo sucedido en el crimen de los 43? Pareciera que no puede defender su postura porque eso lo pone en riesgo por otro lado.
A muchos no les gusta el que se diga que se paso de “la verdad histórica” a la “verdad histérica”. Yo me quedo con el término “Verdad ideológica” que ya se ha manejado por algunos analistas para designar a la búsqueda de aquella “verdad propia”, aquella que se quiere oír porque para algunos —los más sinceros— es la única que han escuchado toda su vida, para otros es un gran negocio y nada más.