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Colosio, las balas del odio, del rencor y de la cobardía

Héctor Rodríguez Espinoza/

Palabras prologales. El crimen del paisano Luis Donaldo Colosio Murrieta, a pesar del ―¿lento, veloz?― tiempo transcurrido, de 20 años ―así debe ser― provoca una mezcla de indignación, incredulidad, decepción, frustración, desmoralización, mayor desconfianza en nuestras instituciones y en las personas que las detentan, por su presunta impunidad política e impunidad judicial, rostro proteiforme de la corrupción.

En el recuerdo imperecedero, hitos como su discurso el 6 de marzo de 1994, sus últimas palabras en el mitin de Lomas Taurinas (“…vamos a ganar, vamos a ganar porque nos estamos preparando para ello.”); su corto vía crucis hasta recibir el primer balazo en su cabeza a las 17.12 hrs., hora local en Tijuana, B.C.; las palabras de Diana Laura en el sepelio aquella ventosa tarde del 24 de marzo de 1994, en el panteón municipal de Magdalena de Kino, ausente el presidente Carlos Salinas de Gortari y en su representación, al frente del féretro, el sonorense Lic. José Carreño Carlón, director de Comunicación Social.

Hay quienes, desde nuestra posición ―por modesta que sea― en la zona social en que convivimos, sentimos el deber moral de expresar libremente nuestras ideas y opinión sobre este suceso; es innegable que conmocionó a la conciencia nacional y a la de cada uno de quienes nos interesan temas como los tortuosos caminos o vericuetos de la democracia mexicana, cuyo estigma del fraude y de sangre, hunde sus raíces en la larguísima noche de los siglos desde los 300 años de la colonia española, las revoluciones de independencia, de reforma y la más reciente, agraria y obrera, de 1910. Más tratándose de quienes profesamos la vocación por la docencia, la investigación y su divulgación, en instituciones de educación y cultura superior.

Pero hay otros quienes ―tan pragmáticos y cómodos, cuan resignados― nos llaman a dejar el caso en paz, a que descanse, como el cadáver sepultado y en la pátina del tiempo de los bustos y monumentos en espacios públicos del país, ofrendados cada año.

Ciertamente se trata de un político producto del sistema político mexicano (con todos sus proverbiales vicios) y del partido que lo impulsó, en relativamente poco tiempo, a una carrera que terminó en los pesarosos cuatro meses de su candidatura presidencial. Pero a pesar de ello, valorando las evidencias de su origen familiar y las de los valores morales que aprendió desde su niñez y juventud, las de su preparación académica y sus huellas en la administración pública, en el Congreso y en su partido, tengo para mí que escapa ―o al menos intentó alejarse, en lo posible― del perfil del político deformado en la vieja, pero vigente escuela de cuadros. ¿A qué me refiero? A aquella que nos ha legado frases atribuidas a quienes, en los tres órdenes, nos han desgobernado: “Nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos”, de “El que no transa, no avanza”, de “La prensa no se vende, se renta”, el “Político pobre es un pobre político”, de “Entre más obra, más sobra” y el de “La moral es un árbol que da moras o sirve para pura… fregada”.

Desde que el crimen fue cometido, por mi deber kantiano como jurista y por instinto de historiador diletante, he seguido su accidentado desarrollo procesal hasta su conclusión, según nos lo ofrecen los medios masivos y algunos libros que documentan sus grandes líneas y/o sus detalles y anécdotas que en parte enriquecen el suceso, pero que diluyen su verdadera génesis, protagonistas, antagonistas, culpables y responsables ante el otro juicio más implacable: el de la Historia. También la Filosofía de la Historia, como la del Derecho, busca, incansablemente, sus dos máximos valores: la Verdad y la Justicia.

En realidad el sistema judicial cuenta con un Mario Aburto Martínez ―enigmático sujeto― condenado, como “asesino confeso”, a 42 años de prisión pero que, por la figura de la Remisión Parcial de la Pena, estaría presto a obtener su libertad próximamente. Se llevará consigo, a Los Ángeles, California, EE.UU., donde viven exiliados sus padres, su verdadera identidad y su pedazo de verdad en el magnicidio. Sin olvidar que el IFAI reservó los documentos del proceso hasta el año de 2035, aun cuando ya circulan, en línea, Tomos del primer Tomo del expediente, ¡son 173!, visibles en esta Antología Pedagógica.

A propósito de esta figura del “asesino confeso” imputada fatalmente con resignación a Mario Aburto Martínez, hagamos un ejercicio de sintaxis, parte de la gramática que estudia las formas en que se combinan las palabras. ¿Es lo mismo decir “asesino confeso” que “confeso de asesinato”? Desde luego no, porque la primera designación parte del supuesto de que el sujeto es el asesino y que confesó. En cambio la segunda parte del supuesto de que el sujeto confesó el crimen, pero que no necesariamente lo cometió. Esto cobra relevancia en un sistema penal mexicano marcado por la ominosa y condenable figura de la tortura, que a pesar de estar proscrita por Tratados internacionales ―parte de la ley suprema de la Unión―, por leyes secundarias y por Jurisprudencia de la H. Suprema Corte de Justicia, son el pan nuestro de cada día en las corporaciones policíacas y en ¿la mayoría? de las Agencias del Ministerio Público de ambos fueros.

Mi investigación nació a partir de una asesoría que me pidió, en el mismo año de 1994, un muy amado discípulo de Derecho para una tarea escolar, que con mucho gusto satisfice y cuya conclusión preliminar me invitó a seguir hurgando en las ramificaciones de toda índole que ofrece el reprochable hecho y el fenómeno que simboliza la lucha descarnada por el poder político y económico en nuestra patria, en su inacabada transición democrática. A manera de blog, lo fui agregando como ensayo en mi sitio web, bajo el título de “Luis Donaldo Colosio. In Memoriam”, lectura recomendada a mis alumnos universitarios. Por eso se conforma de dos partes y una sección de 50 videos, que dicen más que mil palabras: la primera, la asesoría escolar (1994) y la segunda su continuación en orden cronológico (1995-2014), y cuyo seguimiento, al peso de dos décadas, es ya una meta interminable e inalcanzable, pues como ¿“un crimen perfecto de Estado”?, hasta hoy pareciera que nos arroja sólo la punta de un iceberg.

Como Antología, es una recopilación de textos escogidos y notables autores, principalmente de los medios masivos escritos y testimonios visuales del drama. Su secreto es tanto seleccionar qué incluir y qué no incluir, pues de otra forma sería interminable. Contiene el desfile de casi un centenar de personajes imprescindibles en esta página negra y vergonzosa de la imperfecta democracia mexicana: Aburto de María Luisa (madre de Mario Aburto), Aburto Martínez Mario (condenado por el crimen), Aburto Rubén (padre de Mario), Acuña Griego FranciscoAguilar Camín Héctor (escritor), Amaral Jorge (sedicente testigo del crimen), Arreola Fernando (periodista), Arriaga Tapia Gisela (escritora), Avilés Jaime (periodista), Beltrones Rivera Manlio Fabio (exgobernador de Sonora), Bolado Carlos (cineasta), Bonfil Carlos (periodista), Brozo (conductor de Televisa), Cabot  Enrique (periodista), Camacho Manuel (político), Camacho Rodolfo (investigador), Camil Jorge (periodista), Campbell Federico (escritor), Carpizo Jorge (Secretario de Gobernación), Carreño Carlón José (Jefe de Prensa del presidente Salinas de Gortari), Colosio Murrieta Luis Donaldo (candidato asesinado), Colosio Riojas Luis Donaldo (hijo del candidato asesinado), José Córdova Montoya (Oficina de la presidencia de Salinas de Gortari), Cornejo Elsa (académica), Cortés Camarillo Félix (periodista), Cota Montoya Wenceslao (exprocurador de Justicia de Sonora), DÁrtiguez Katia (periodista), De la Cadena María Elena (periodista), De Mauleón Héctor (periodista), Del Collado Fernando (periodista), Durazo Montaño Alfonso (secretario particular del candidato), Fernández  Menéndez Jorge (periodista), Galán Luis Carlos (candidato presidencial asesinado en Colombia), Galindo Quiñones Heriberto (político), Gamboa Fernando (secretario particular de la viuda del candidato), Gárate Bustamente Antonio (exagente de la DEA), Gastélum Celaya Juan de Dios (profesor), Gómez Haro Claudia (periodista), Gómez Leyva Ciro (periodista), González Pérez Luis Raúl (último fiscal del caso), Granados Ramos Jorge (periodista), Roldan Otto (exgobernador), Granados Chapa Miguel Ángel (periodista), Gutiérrez Barrios Fernando (Secretario de Gobernación), Healy Loera José Santiago (periodista), Krauze Enrique (escritor), Lemus Jesús (periodista), Marcos Gilberto (periodista), Marín Carlos (periodista), Matty Ortega Alejandro (periodista), Reyes Domiro (militar), Riojas Diana Laura (viuda del candidato), Rocha Ricardo (periodista), Rodríguez Espinoza Héctor (académico), Rodríguez Zentella Ramón (funcionario público), Ruibal Corella Juan Antonio (escritor), Salinas de Gortari Carlos (expresidente de la República), Salinas de Gortari Raúl (hermano del expresidente), Samperio Guillermo (periodista), Valadés Diego (exprocurador general de la República), Valle Eduardo (periodista), Volpi Jorge (escritor), Zabludosvsky Jacobo (conductor de Televisa) y Zedillo Ernesto (expresidente de la República).

En estos 20 años se sucedieron los sexenios de Ernesto Zedillo, del PRI y los sucesivos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, del PAN, cada uno con sus respectivos escándalos y más sombras que luces y transcurre el actual de Enrique Peña Nieto, del PRI, con su incipiente reformismo, de incierto desenlace.

A propósito de discípulos universitarios y a qué obedece el carácter de “pedagógico” de la presente antología, su mayoría, entre 18 y 20 años de edad, no habían nacido en ese fatídico 23 de marzo de 1994, lo han escuchado de sus abuelos, padres y maestros, y debemos ofrecerle una herramienta narrativa y visual, más o menos completa y no poco ambiciosa, de la que presumo deberán aprender y tener su propio juicio, que piensen y desafíen.

Nada deseo más que, como producto de mi paciente y esperanzador esfuerzo, cada uno de ellos obtenga y mantenga, en el fondo de su mente y de su espíritu, de esta Antología Pedagógica ―a pesar de “las balas del odio, del rencor y de la cobardía”―, su propia convicción de la Verdad y la Justicia.

Hermosillo, Sonora, Marzo de 2014.

(Prólogo de Libro digital, disponible en Librería Unison).