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Comandante Arce, como dijera Alejandro Martí, si no puede, renuncie

Me parece comandante Arce que usted es una persona honesta, con una brillante hoja de servicios y bien intencionada, pero lamentablemente creo que ya lo rebasó esta situación

Por Feliciano J. Espriella

La inseguridad de la población hermosillense ya llegó a límites inadmisibles ante la evidente incapacidad de las autoridades responsables de salvaguardar su integridad y patrimonio.

No sé si sea ineptitud, indolencia, complacencia, corrupción o todo ello, pero los guardianes del orden en la capital sonorense evidentemente están siendo ineficaces e ineficientes en el combate a la delincuencia.

Robos en casas habitación, asaltos a plena luz del sol en estacionamientos de autoservicios y en la vía pública o por fuera de instituciones financieras y robo de todo tipo de vehículos, se han venido paulatinamente disparando.

Tras las rejas los ciudadanos en vez de los delincuentes

Hace unas semanas publicó un diario local que los hermosillenses gastamos 18 mil pesos en promedio para protegernos, mediante la colocación de sistemas de alarmas diversos y, sobre todo, en enrejar puertas y ventanas que dificulten el acceso a las viviendas.

¡Qué absurdo! Refugiarnos tras las rejas para evitar que quiénes debieran estar tras de ellas puedan hacernos daño.

Otro periódico publicó que se denuncian diariamente once robos a casa habitación en Hermosillo, destacando que dicha cantidad es muy elevada, sin embargo estoy seguro que es una suma muy por debajo de la verdadera cifra de robos domiciliarios.

Una gran cantidad de víctimas, ante la manifiesta futilidad de hacerlo, puesto que en el 99 por ciento de las ocasiones lo único que logran es perder el tiempo, prefieren abstenerse de poner la denuncia respectiva.

Entendibles algunas causas pero…

Que la situación económica de nuestro país y por ende de Sonora genere desempleo que incrementa la delincuencia, se entiende y se acepta, pero no por ello la población está dispuesta a sobrellevarlo.

La primera y más importante obligación de los gobernantes es velar por la seguridad de las personas y sus bienes. Sin esta premisa, no tiene sentido y mucho menos se justifica ninguna entidad gubernamental.

Que la nueva legislación penal que reintegra a su modus operandi a los poquísimos delincuentes que logran ser capturados esté incidiendo en los niveles de delincuencia, se acepta y se entiende, pero no se tolera que sea tan misérrima la cantidad de los que logran atrapar. Esperemos que la iniciativa de nuestro alcalde para reformar esta Ley llegue a  concretarse.

Ingresamos al nada selecto pero abundante grupo de víctimas

En la madrugada del domingo dos de octubre los amantes de lo ajeno nos hicieron una visita a domicilio y se llevaron varias de nuestras pertenencias. Debe haber sido alrededor de la 1:00 de la mañana según vimos en un video de un comercio ubicado a media cuadra de la casa, en donde uno de los ladrones pasó varios minutos esculcando el bolso de mi esposa. Se llevó lo que le sirvió y dejó algunas credenciales tiradas.

Sus cómplices, seguramente se apresuraron más ya que llevaban cargando un televisor de 58 pulgadas y supongo que también una mochila con mi laptop y mi tableta. Los hechos ocurrieron en el Blvd. Ignacio Soto entre Juan José Ríos y Yocupicio, una zona muy transitada por todo tipo de vehículos pero muy eventualmente, por patrullas.

Mi esposa y yo dormíamos en la recamara y afortunadamente no nos dimos cuenta y al parecer los ladrones no supieron cómo entrar, o engolosinados con lo que encontraron luego luego, se fueron rápidamente. Quién sabe, en ese sentido me parece que tuvimos suerte, pero bien pudimos haber sufrido ataques violentos como le ha sucedido a mucha gente, ahí tenemos el caso del amigo Moisés Mirazo a quien algún delincuente le adelantó el viaje eterno el domingo pasado.

Vigilantes que no vigilan… sólo muerden

Con la venia de los lectores, en el resto de esta columna me dirigiré al comandante Ramsés Arce Fierro, comisario general de Seguridad Pública en Hermosillo a quién antes de hacerle un exhorto, le platicaré algunas cosillas.

El jueves seis de octubre, con mi familia emprendí un viaje por carretera hacia el norte. Salimos poquito después de las 4:00 de la mañana, recorrimos buena parte del Blvd. Ignacio Soto que a esa hora era poco transitado (unos cuantos carros y ninguna patrulla), hasta llegar al Blvd. Kino y viramos a la izquierda para tomar la carretera a Nogales. Allí la cosa cambió radicalmente.

¿Qué cree comandante? Se lo voy a platicar porque supongo que usted no está enterado. Es digno de figurar en el famoso sitio Believe It or Not!, de Ripley. Resulta que aquello de que carecemos los habitantes de Hermosillo para vigilar por nuestra seguridad, se da en abundancia en nuestras carreteras. No me lo platicaron, yo lo vi. Se lo departo brevemente.

Apenas habías recorrido unos 300 metros después del primer hotel de pago por evento, en el tramo de la carretera Norte a Sur, estaba un camión de carga orillado en la carretera y detrás de él una de sus patrullas. Policía y chofer cambiaban impresiones y supongo que algo más, a un lado del transporte.

Más adelante, tal vez unos 300 o 400 metros, otra de sus patrullas que circulaba de sur a norte, dio vuelta en U, para seguramente seguir cuidando los excesos de los irresponsables choferes de camiones de carga.

Y no acababa de asimilar esa sorpresa cuando me esperaba otra más todavía. Alrededor de otros 400 metros adelante, en el tramo de norte a sur, iba otra de sus patrullas detrás de un camión de carga, con la torreta encendida para que se detuviera.

Tres patrullas en menos de un kilómetro vigilando el tránsito mientras miles de hermosillenses estábamos a expensas de los delincuentes ¿Verdad que es para Ripley, comandante?

Aquí me parece Ramsés que no hay más que dos sopas. O usted está enterado de estos operativos y los permite, solapa o dirige o sus subordinados hacen lo que les pega la gana. Lo primero es corrupción y lo segundo ineptitud, pero una u otra circunstancia, quienes pagamos los platos rotos somos los hermosillenses.

Recibir un sueldo por no hacer nada, también es corrupción

El 21 de agosto de 2008, el empresario Alejandro Martí, a quien el crimen organizado le había secuestrado y asesinado un hijo, les dijo al presidente de la República, gobernadores, legisladores y al Poder Judicial de la Federación: “Si no pueden, renuncien”.

Textualmente expresó:  “…si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero que no sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que eso también es corrupción”.

Me parece comandante Arce que usted es una persona honesta, con una brillante hoja de servicios y bien intencionada, pero lamentablemente creo que ya lo rebasó esta situación.

Apelando a su conciencia de hombre de bien le invito a hacer un acto de contrición y analizar lo más objetivamente que pueda la situación actual de la seguridad de Hermosillo y sus posibilidades reales de mejorarla.

Los hermosillenses ya no podemos ni queremos seguir pertrechándonos para protegernos mientras ustedes, a quienes les pagamos para ello, no pueden, no quieren, no saben o no les conviene hacerlo.

Comandante Arce, sea congruente consigo mismo y su conciencia. Si su posición actual rebasó su nivel de incompetencia, admítalo, váyase y salga por la puerta grande por la que entró. Como le dijo Alejandro Martí al presidente y la plana mayor de los gobernantes del país, “SI NO PUEDE… RENUNCIE”.

Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.